Entrevista: Silvia Cruz Lapeña
La mexicana es nieta de una hermana de Carmen Amaya, tiene 30 años, vive en España desde los 18 y defiende un baile tradicional al que jamás llamaría contemporáneo.
“El flamenco que yo bailo es puro y duro”
Karime aúna en su habla acentos de dos orillas. A pesar de llevar desde los 18 años corriendo por España mantiene esa mezcla de dulzura y contundencia que tienen los mexicanos pero emplea con frecuencia giros y expresiones andaluzas. Esa mixtura también se nota en sus rasgos: al mirarla, no se sabe si sus ojos son gitanos o lo es su piel o si es México lo que se ve en sus facciones. Karime es nieta de Antonia, una de las hermanas de Carmen Amaya que se quedó en México buscando la estabilidad que no le proporcionaban las giras de La Capitana. El padre de Karime, Santiago Aguilar, es mexicano y el día que entró por la puerta de la academia de Antonia para aprender flamenco, se encontró con una saga y se enamoró de la hija de su profesora. Y de ese amor nació Karime, la generosa, que es lo que quiere decir su nombre en árabe.
Esta mujer de imponente mirada y rotunda presencia tiene 30 años pero el tono de voz de una niña, pues habla con templanza y sin el genio que enseña en el escenario. Porque Karime es una bailaora de energía, de tacón y de gran velocidad. Quizás por eso hace tan buena pareja con Farruquito, con quien se ha compenetrado de nuevo en Aristocracia flamenca, show que se ofreció en octubre en el Palau de la Música Catalana y que puso sobre el escenario a dos familias flamencas de tronío: los Farruco y los Amaya. El show se ofreció con motivo del 45 aniversario del Tablao El Cordobés de Barcelona y ambos bailaores vuelven a unir sus fuerzas los días 20 y 21 de noviembre para rematar un año repleto de celebraciones.
“El público nos recibe con mucho cariño, se le nota deseoso por ver a Juan”, dice Karime dándole el protagonismo al nieto del gran Farruco. Los pases en el Palau de la Música fueron un éxito pero ella no oculta que el lugar le resulta frío. “La gente responde muy bien y el espacio es bellísimo pero siento que el sitio no acompaña para bailar flamenco.” En ese espectáculo ha estado también con ella alguien que considera la artista con la que mejor se entiende sobre las tablas: Belén López. “Y no sólo bailando. El otro día me enseñó una tela que se había comprado para un vestido y era la misma que me había comprado yo sin haberla visto. Hasta ese punto nos compenetramos.”
Voz dulce, opiniones contundentes
Karime empezó a bailar de cría, en su México natal, yendo a la academia de su abuela Antonia y la hermana de ésta, Leonor. “Enseguida me llamó la atención pero no me planteaba hacer carrera de esto. Me gustaba, tenías cualidades, tomaba clases. Pero en ese momento, sólo me divertía.” Tener una familia entera vinculada al flamenco le puso fácil la decisión: su madre, La Winy, también baila y su hermano y su padre tocan la guitarra. Y su abuelo era el cantaor Chiquito de Triana.
La suavidad de su tono y de su voz contrasta con la contundencia de sus opiniones, que expresa sin ambages. Lo demuestra cuando se le pregunta por el flamenco de su país natal. “No me gusta el flamenco que se hace en México. Y no me gusta porque creo que no hay una verdadera afición. Muy joven me di cuenta de que allí se aplaudía a cualquiera que llegara de España, independientemente de si era o no bueno”, explica esta mujer que se vino a España con 18 años. Desde entonces, Karime no ha parado de trabajar y aunque es sobrina-nieta de Carmen Amaya lo de vivir en Barcelona fue, como ella misma dice, una casualidad. “Viví en Madrid tres años y estoy mucho por el Sur pero vine aquí por un mes y ya llevo cinco años.”
Pasó tres en el Palacio del flamenco y ahora tiene contrato en El Cordobés. De ambos tablaos habla maravillas. “Los tablaos fueron mi escuela en México y también he estado en los de Japón. Y puedo decir que todo el mundo no sirve para esto. Mi cuerpo está hecho a bailar todos los días y no me resulta monótono, me gusta. Y doy gracias a Dios por poder hacerlo.” Defiende la escuela que supone un tablao y también que sea su sustento. Karime baila cada día y casi cada día ofrece dos actuaciones. Cuesta imaginar lo que supone física y mentalmente pero para ella, acostumbrada, es más agotador un teatro que las tablas diarias de un tablao. “Me encanta bailar en un teatro pero diría que me cansa cuerpo y cabeza diez veces más, supongo que por los nervios y por la cantidad de gente que viene a verte. Y sí, siento más presión en esos casos.”
Trabaja en un proyecto propio
Uno de los reconocimiento que ha conseguido Karime sucedió en 2013 cuando ganó el premio a la bailaora revelación del Festival de Jerez aunque ella sitúa el dúo con Farruquito en Abolengo como el show que le ha dado más proyección. Es una bailaora regular, que tiene muy claro cuál es su estilo. “El flamenco que yo bailo es puro y duro”, dice rotunda y se escapa de definir su momento artístico actual porque para ella su carrera es un camino. “No estoy ahora mejor ni peor que en otros momentos. Diría que estoy como siempre, aprendiendo, porque concibo el flamenco como un aprendizaje constante.”
Su flamenco es puro y duro, como ella dice, pero no reniega de probar otras maneras de bailar. “He bailado con Lola Greco, con Jesús Carmona, con Joaquín Cortés y con otra mucha gente que baila de una forma distinta a la mía y eso me ha enriquecido”, asegura la bailaora, a quien le gusta probar otras cosas pero también le gusta insistir en lo que ella defiende. “Lo mío es el flamenco tradicional. Puedo aportar toques modernos pero no es contemporáneo. Yo no puedo sacrificar mi verdad.”
Karime siempre ha confesado que le gustaría montar su propia compañía y aunque el momento no ha llegado, lo que sí está haciendo ya es organizar su propio espectáculo. Está en ello, pero va despacio. “Mi proyecto personal tengo que hacerlo con cabeza, tranquilamente y con la gente que yo creo que debe estar conmigo”, dice la mujer que protagonizó el documental Bajarí, de la realizadora Eva Vila, y en el que aparece con su madre La Winy para explicar el flamenco de la comunidad gitana de Barcelona, del que Carmen Amaya sigue siendo el símbolo más importante.
A Karime no le importa hablar de su tía abuela, no le molesta ni la importuna pero no admite que la comparen con La Capitana “ni para bien ni para mal.” Dice que antes lo llevaba peor pero que lo que sigue sin soportar es que en cuanto sale una bailaora buena a la escena flamenca se la compare con la gitana de Barcelona. “Es odioso porque Carmen es un mito, es otra cosa, no se puede comparar con nadie. Me dan mucho ‘corahe’ esas comparaciones”. ‘Corahe’, ha dicho, desvaneciendo la ‘j’, con rotundidad mexicana y acento del Sur de España.