La Lupi, La Paula y los finales felices

La Lupi / La Paula

La Lupi / La Paula

José Manuel Gómez – GUFI

«Tener o no un final feliz depende de dónde decidas detener la historia» lo decía Orson Welles, cineasta que algunas veces hubiera deseado aplicarse el cuento.

El caso es que La Lupi se mete en la piel de La Paula y como la historia tiene cuesta abajo y drama, la última parte de la obra es un llorar sin remedio y no les voy a contar lo fácil que se adapta el flamenco a esta situación.

Se llenó el teatro Fernán Gómez de un público entusiasta que mete los ¡ole! y los ¡olés! donde conviene y que está formado por una muchachada procedente de la danza y que se levantó de forma unánime para aplaudir más allá de las fuerzas de un palmero. Éxito indiscutible y bien merecido por un elenco que funcionó como un reloj excepto en el micro del narrador en la primera parte, luego subsanado.

 

Grandes y escasos momentos de gloria

Los cineastas han resuelto hace mucho la partitura de las historias tristes con un recurso poco utilizado en el teatro y menos en el flamenco: “el flashback” es decir empiezas por el entierro del personaje y luego ya cuentas lo que quieras… puedes acabar en un final feliz o en un momento de gloria. Y ese es el problema, que La Paula tuvo pocos momentos felices y algunos de gloria pero… ¡qué momentos!

La Lupi asegura que no intenta bailar como La Paula de cuyo baile hay muchos testimonios. Puede parecer raro decir (en los tiempos del youtube) que la mayoría de esos testimonios son orales y que, por tanto, debemos fiarnos del informante que nos cuenta la historia, algo que, ya saben, es muy habitual en la primera parte de la historia del flamenco.

El caso es que cuando La Lupi baila a La Paula con la banda jaleando se produce un terremoto de los “güenos” con unos bailes de esos de muy-poca-vergüenza y mucha guasa con ese “trantrán” del genio popular que los obispos han condenado por pecaminosos por los siglos de los siglos, desde Lima hasta Graná.

 

Triunfar o no triunfar

Y por ahí aparece otro loco interpretado por el bailaor Juan de Juan que en dos o tres bailes compone un personaje, un loco de atar y de bailar, otro genio que se escapó de la lámpara de los socialmente aceptable. El bailaor exagera sus maneras habituales y traspasa la raya de la cordura.

Uno se hubiera quedado a vivir ahí con la falda “arremangá” con ese duende insensato que La Paula aseguraba que nunca lo aprendió de nadie, que le venía de su madre, esa que pudo triunfar y no lo hizo. Una cosa natural en La Paula que pudo triunfar y triunfó, pero triunfó poco; de los artistas para dentro, na más, porque no quiso apartarse de su madre, una madre interpretada por Chelo Pantoja a la que vemos multiplicarse en los escenarios y que aquí borda su personaje. Canta “Adiós Málaga la bella” con el violín de Nelson Doblas en un dúo escalofriante llevando la composición de Enrique Morente a la situación exacta de la obra; es decir, que si no te emocionas por el drama, te emocionas por Morente.

Alfredo Tejada y David El Galli se lucieron en cantes contrastados (con letras reconocibles) y también en los textos en los que se añadía información. Al elenco anunciado se sumó María Mezcle interpretando una saeta. Tras minutos de aplausos La Lupi agradeció el esfuerzo colectivo en el que todos estuvieron brillantes, en las palmas y el compás, en la guitarras y en el paso de semana santa.Fue un final feliz. 

 

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