Texto: Sara Arguijo
Fotos: Annemiek Rooymans
Más de 20 mil espectadores han podido disfrutar de una programación variada y de calidad y de una amplia oferta de actividades que fomentan el encuentro entre aficionados y artistas.
Minutos antes del comienzo de un workshop con la bailaora Leonor Leal tres holandesas hacen palmas a compás y tararean tangos. Después de un encuentro de David Lagos, Melchora Ortega y Mercedes Ruiz con el público por la presentación de ‘Made in Jerez’ en Utrecht una mujer me pregunta de dónde vengo y me explica entusiasmada lo que le gusta España y el flamenco. Durante la proyección del documental sobre la vida de Moraíto chico, El cante bueno duele, escuchamos las risas de los espectadores cuando Tía María Bala explica lo que fue su vida antes y después de casarse.
En la tarde del domingo, varias niñas pasean vestidas de flamenca por el hall del Muziekgebouw de Ámsterdam donde se ha organizado una fiesta -el Flamen>GO!- en la que amateurs y profesionales muestran piezas de sus trabajos. A la salida de la première holandesa de ‘Caída del cielo’ varios asistentes nos preguntan, mientras toman vino de Jerez y jamón de la tierra, qué nos parece la propuesta de Rocío Molina, ávidos de escuchar el criterio de algún ‘entendido’.
Éstos son sólo algunos ejemplos que demuestran la gran afición, el interés y la pasión hacia lo jondo que ha conseguido generar en sus seis ediciones la Bienal de Flamenco de los Países Bajos, gracias al empeño y el buen criterio en la programación de su directora Ernestina Van der Noort. Y, por otro, sirven también para ilustrar el excelente ambiente que se consigue crear entre artistas y aficionados que encuentran en la cita holandesa el foro ideal para intercambiar opiniones y compartir buenos ratos en torno a un arte que sienten completamente cercano.
Más de cuarenta espectáculos y una amplia gama de actividades paralelas que van desde el flamenco ortodoxo de recitales como el de José Valencia, Pepe Habichuela o David Lagos, entre otros, a propuestas vanguardistas como ‘Dju Dju’ de Isabel Bayón, ‘Orilla del mundo’ de Alfonso Aroca o ‘El Niño’ de Rocío Márquez. Pasando por apuestas propias de la Bienal, como es la ‘Fantasía de Violonchelo y Flamenco’, que se ha llevado a cabo junto a la Bienal de Cello de Ámsterdam o ‘A palo seco’ y ‘Rebels’Cross’ de Sara Cano y Kalpana Raghuraman, coproducida con la ST Kalpan Arts Reimagined, que persiguen fomentar el diálogo entre el flamenco y otros géneros musicales. Y, al mismo tiempo, dando cabida a talentos locales como el guitarrista Tino van der Sman.
En definitiva, diecisiete días en los que “más de 20 mil espectadores”, según cuenta su directora, han llenado los aforos de los principales teatros de ocho ciudades del país (incluido Amberes, Bélgica) para disfrutar del flamenco, consolidando así esta bienal como “un evento cultural imprescindible” en el Norte de Europa donde se sabe que “la calidad está garantizada”. Y hacia el que, por qué no decirlo, muchos de los festivales nacionales deberían mirar.