Textos y coordinación: Estela Zatania
Hace diez años, en noviembre del 2003, Deflamenco publicó un reportaje especial para recordar el cuadragésimo aniversario de la desaparición de la legendaria bailaora Carmen Amaya, cuando la famosa catalana hubiera cumplido 90 años.
En este año 2013, centenario del nacimiento de Carmen, Deflamenco se suma al homenaje que el mundo flamenco le está brindando, con la reedición de esta serie de entrevistas que pretende dar dimensión a la personalidad de la artista.
El legado flamenco de Carmen Amaya sigue vigente. Baile de fuerza y de compás, intensidad y poder. Una forma de expresarse que rompió con la coqueta dulzura del baile flamenco que había dominado hasta entonces. Después vendrían los manidos términos que se hicieron populares entre los escritores y periodistas de la época para hablar del flamenco: pasión, furia, fuego, baile tempestuoso, racial, indomable… Fue una imagen aprovechada y cultivada en su día por Hollywood que encontró en Carmen Amaya la representación idónea de su rentable fantasía. El conocido productor Sol Hurok anunció a Carmen como “El Vesubio humano”, y para el mundo entero el flamenco llegó a representar la esencia de lo español.
Con poética simetría y concordancia, el año pasado los aficionados hemos celebrado también el centenario del que fuera compañero y guitarrista de Carmen durante muchos años, el maestro Agustín Castellón “Sabicas”. Carmen y Sabicas, Sabicas y Carmen, dos gigantes cuyos destinos se aunaron para transformar el flamenco desde los cimientos, dejando un legado que se hace más evidente con el paso de los años, porque de otra manera no se entiende el flamenco actual.
Coincidiendo con el centenario de Carmen Amaya, en la ciudad de Nueva York hasta el 3 de agosto hay una exposición, “100 Años de Flamenco en Nueva York”, organizada por la Biblioteca Municipal en el Vicent Astor Gallery de Lincoln Center, que destaca la importancia e influencia que tuvo la bailaora en los años que pisaba los escenarios de la “gran manzana”.
1ª parte: Entrevista a Domingo Alvarado, cantaor (Jerez de la Frontera)
2ª parte: Luisa Triana, bailaora y coreográfa (Triana, Sevilla)
3ª parte: Pepita Funez, bailaora (Madrid)
4ª parte: Sara Lezana, bailaora (Madrid)
6ª parte: Lucero Tena, bailaora y concertista de castañuelas (México)
Introducción
“Su nombre ha estado siempre presente en mi vida. Primero, mi madre hablándome de ella…cómo era su baile, lo buena persona que era. Todavía me sigue contando a sus 80 años, como entraba en el escenario, con esa majestuosidad, ese temperamento, como hacía vibrar al público. Lo tenía todo. No habrá otra. “Y como persona, esa humanidad que tenía la hacía más especial. Lo dice porque eran vecinas, ya que mi familia vivía en el Somorrostro, lugar donde nació Carmen. Mi hermana la mayor, me cuenta que actuó en un teatro de Barcelona, se agotaron las entradas y muchos gitanos del Somorrostro se quedaron sin poder ir a verla, unos por falta de dinero, otros porque no quedaban localidades. Pues ella al enterarse se fue a su barrio y les bailó a sus gitanicos.” Dolores Giménez, presidenta y fundadora de la Asociación Cultural Flamenca de Madrid.
1ª parte: Entrevista a Domingo Alvarado, cantaor (Jerez de la Frontera)
“Había una tristeza dentro de su alma que no sabría yo explicar, y ella no decía na’ a nadie”
Tuve el honor de ser contratado por Carmen Amaya para hacer una gira por los EEUU, Canadá, Latino América y otros países más…duró tres años y medio. Yo conocí a Carmen en Nueva York, pues Antonio Mairena que viajaba con Antonio por los Estados Unidos en aquel entonces dio la señal de que Carmen buscaba cantaor. Al volver a España avisó a Porrinas de Badajoz pero éste no quería volar. Entonces Mairena alquiló una salita para escucharme y le dijo al manager “este es su hombre”. El marido de Carmen, Juan Antonio Agüero, no estaba convencido porque yo no era gitano, pero cuando ella supo que yo era de Jerez todo cambió…¡mira que me contrataron por ser jerezano! [Se ríe]
“Cariñosa, sencilla, muy humilde, muy buena compañera…”
Entonces me llamó el manager y dice..”Ahora te voy a presentar a Carmen. Fuimos al hotel y estaba Carmen en la cama. Cuando me vio dice…”Vaya hombre, no sé como cantarás pero tienes buenas hechuras… canta un poco por bulería”. Empezó esa guitarra y las palmas y empecé yo a cantar y dice Carmen “¡Ole! ¡viva Jerez de la Frontera, no se puee aguantá!” Le canté dos o tres letras, al final me dio un beso y un abrazo y dijo “ahora tengo un cantaor bueno”. Pues así la conocí yo a ella. Luego debutamos en Carnegie Hall el 30 de Septiembre de 1955, tres días, fue un gran éxito de la compañía y exageradamente de Carmen. La gira terminó en La Habana, el 25 de agosto, 1958.
“Muy española, muy gitana, muy andaluza y quería mucho a sus raíces catalanas”
Carmen Amaya como persona era especial. Cariñosa, sencilla, muy humilde, muy buena compañera y te daba confianza, nos ponía a su altura, que ella era un genio del baile y entones ella te daba la confianza. Era callada con los que no tenía confianza, muy religiosa y creyente en Dios. No era extravagante, era supersticiosa de algunas cosas. Carmen Amaya llevaba la fama de manera muy natural, y se ponía a la altura de todas las personas en el mundo artístico, pero no consentía que le faltaran el respeto y sabía pararle los pies a cualquiera.
Ella era muy española, muy gitana, muy andaluza y quería mucho a sus raíces catalanas. No le interesaba la política, extrañaba mucho a España pero también quería mucho a los países hispano americanos donde trabajó, tenia mucho éxito y la querían mucho.
“Mira, tú me cantas a mí por soleá, luego por seguiriya y luego al final por alegrías, y yo te bailaré al son de lo que tú cantes”
La otra afición de ella era comer bien. Lo favorito de ella era bocadillo de bistec con tomate. Le gustaba estar en casa y dormía mucho, le gustaba dormir.
Nunca vi a Carmen Amaya ensayar, calentarse los pies, si, un poco, y la voz y los palillos. Goyo Reyes era el primer bailarín y montaba la coreografía de la compañía de los bailes españoles, luego Carmen lo corregía. A ella le gustaba mucho los bailes españoles, no sólo el flamenco. Yo vi mucho a Carmen repasar con el piano los números clásicos. El baile de ella era algo aparte, lo sabía tan bien. Se inspiraba tan bien dentro de la base de lo que sabia, lo que tenía dentro.
“Era como un toro de Pablo Romero que se venía hacia ti, era descomponerte, era demasiado…”
Un día cuando estábamos ensayando la compañía y yo para debutar en Carnegie Hall, me acerqué a ella y le pregunté, «Carmen, ¿y nosotros cuándo vamos a ensayar?” Me dijo: pues mira, tú me cantas a mí por soleá, luego por seguiriya y luego al final por alegrías, y yo te bailaré al son de lo que tú cantes”. Esa anécdota se me quedo' a mí en la mente. Cuando debutamos en Carnegie Hall, cuando la vi salir con ese guitarrista que yo tenía al lao, que se llamaba Sabicas, un genio de la guitarra, y la vi con esos brazos atrás tocando las castañuelas, que las gitanas no tocan castañuelas, y ella era mas gitana que todas las gitanas juntas, sin embargo las tocaba ella, bailaba por soleá, qué escándalo, y se venía para mí cuando empecé con la salida de la soleá. Yo tenía los ojos cruzados del pánico, era como un toro de Pablo Romero que se venía hacia ti, era descomponerte, era demasiado…ara, era tan buena que todo lo que yo tenía lo saqué esa noche, dentro de mi capacidad como cantaor, lo saqué todo. Yo creo que la salida de ella y cuando terminó fue tanto el exitazo que yo creía que estaba en el Teatro Villamarta en Jerez de la Frontera, y era Carnegie Hall. Esa es una anécdota grande que tengo yo de ella.
“Le encantaba el cante grande, y también los fandangos y los cantaores de sello propio. Le encantaba el café negro…”
Carmen adoraba a su familia y le encantaba estar junto con todos. Tuvo algunos contratiempos debido al esposo, el marido de ella, pero nunca, vamos, la familia ante todo. Carmen adoraba a los niños y quería mucho a sus sobrinos, pero desgraciadamente, no podía tener hijos. Le encantaba cocinar y lo hacia bien. Le encantaba el cante bueno, el cante grande y también los fandangos y los cantaores de sello propio. Le encantaba el café negro y jugar antes de salir al escenario.
A mi juicio, Carmen era muy feliz en el teatro y el escenario. Estuve mucho al lado de ella, la miraba mucho y la respetaba mucho, entonces para mi juicio, Carmen, empezando en el teatro desde el camerino al escenario, mientras se arreglaba y no se arreglaba, era algo maravilloso, tenía una felicidad, un optimismo, una fortaleza que le salía. Ella decía, “to’ lo que tú puedas dar lo das en el escenario, no dejes nada, tú entrégate a lo que haces”.
Tenía dentro de su alma como una pena y se sentía triste en muchos momentos. En el camerino ella empezaba a transformarse, pero fuera de allí, yo noté a Carmen, por su “niñez”, que pasó mucho. Fuera del escenario había una tristeza dentro de su alma que no sabría yo explicar, y ella no decía na’ a nadie….nunca decía que estaba triste.
“No hay artistas flamencos tan grandes y que se entiendan tan bien como artistas, como Carmen y Sabicas”.
A mi me encantaba estar con ella. Me contaba cosas de los tablaos en Barcelona cuando ella era chiquita, de los artistas que conoció, Manuel Torre, La Macarrona…
Cuando grabamos «Reina de los Gitanos», se hizo en un día. No hay artistas flamencos tan grandes y que se entiendan tan bien como artistas, como Carmen y Sabicas. El miedo lo tenía yo porque era muy joven y ellos eran grandes artistas.
En el año 1956 estábamos en Hollywood y la embajada de Washington nos pidió una gala para el Conde Motrico, el cónsul. Sabicas no quiso ir por no volar, entonces fuimos yo, Carmen y el marido. Hicimos la gala y después el marido de Carmen y yo nos dimos unas copas y trasnochamos. De eso cogí yo una ronquera. Carmen tenía miedo de que yo no pudiera cantar. Pues bien, de regreso, el avión tuvo fallos, una rueda de aterrizaje le faltaba, to’ el mundo asustao. Cuando aterrizó el avión y fuimos a por las maletas, Carmen se dio cuenta de que se me había quitado la ronquera que tenía, del susto que pasé. Después de eso cada vez que me ponía afónico me decía ella…»¡cuidao, que te montamos en un avión como no te pongas bien rápido!»
Carmen era simpática y te cogía cariño. Yo nunca la trataba de «tú», ni a Carmen ni a Sabicas, yo andaluz y ellos con esa categoría que tenían los dos. Carmen Amaya era tan buena artista como era tan buena persona.
En mi nuevo CD, yo escribí y le dediqué unas alegrías:
Que Cai tenía el arte
de San Fernando la sal
que Cai tenia el arte
su baile por alegría
no se puede aguantá
su furia y temperamento
y en Jerez era el compás.
Anoche soñé contigo
soñé que tu bailabas
anoche soñé contigo,
tu baile en mi corazón
las penas me las quitas
Carmen Amaya, Carmen Amaya
Carmen Amaya, Carmen Amaya
to’ el mundo te imita
nadie te iguala.
Declaraciones de Domingo Alvarado recogidas por Dominico Caro en Nueva York, USA, Octubre, 2003
2ª parte: Luisa Triana, bailaora y coreográfa (Triana, Sevilla)
“Del baile de hoy…..creo que Carmen buscaría mas arte musical en la técnica, y lo mágico que tiene el flamenco auténtico.”
Estuve relacionada directamente con Carmen en 1940 hasta 1943 cuando ella y mi padre, Antonio Triana, trabajaban de pareja. Después en 1955 en Nueva York, cuando yo empezaba mi carrera independiente, tuve contacto nuevamente.
De niña, de lo que más recuerdo son las reuniones que tenía en su lujosa casa en Hollywood en el barrio «Los Feliz». Yo y su hermanita María y otros chiquillos jugábamos, y nos daban pan con tomate y aceite, el “pa amb tomaquet” de su tierra… lo pasábamos magníficamente, y hasta hoy cada vez que como pan con tomate me acuerdo de aquellos tiempos.
“Ella sabía que era extraordinaria”
Recuerdo los ensayos en el Hollywood Bowl con la Sinfónica, en esa concha tan enorme, el ambiente era ajeno a lo suyo, y se quejaba de que no podía escuchar ni sentir la música. Pero al final se entregó a su baile como siempre. Mi padre era el que tenía que batallar mas que nadie….por ser el director, además de bailaor, y el único que podía hablar algo de inglés para detallar los requisitos de la producción. En los escenarios, recuerdo sus actuaciones llegaban al alma, inolvidables.
Cartelera del Hollywood Bowl 1943
“El aficionado que no la llegó a ver, no puede darle su verdadera importancia”
Mi padre estuvo con ella más de tres anos, y él montaba y dirigía los espectáculos. Los bailes clásicos yo creo que los hacía porque en aquellos tiempos ser «Bailarina» tenía mucho prestigio, ella sabía que era extraordinaria pero no fue pretenciosa, y pienso que para demostrarlo, incluía lo clásico.
Siempre fue sincera con sus compañeros y generosa con su familia. En 1955 cuando yo tenia unos 23 y empezaba a despuntar como coreógrafa y bailaora independientemente de mi padre, fui a Nueva York a trabajar en el Chateau Madrid, donde ella también había actuado, y tuve la oportunidad de conocerla a fondo.
“Quería mostrar el hilo fundamental en el flamenco”
Fue a verme actuar y me invitó a su apartamento en Manhattan, donde por varias semanas estuvimos planteando ideas que ella quería presentar. Entre ellas, quería mostrar el hilo fundamental en el flamenco (el compás, las variaciones). Quería pasar por todos los palos sin parar hasta llegar a sus Alegrías. O sea, empezaríamos con Fandangos, pasaríamos a Tangos, Farruca y unos cuantos más, etc. hasta entrar en su número. Esto sería una producción total, que en esos tiempos hubiera sido una gran novedad, pero en forma totalmente auténtica. No lo llegamos hacer por mi compromiso en el Carnegie Hall. Su gira empezaba cuestión de días antes, y no había manera de combinar las dos cosas, pero tuve la oportunidad de conocer su bondad, me acogió como familia y me aconsejaba…. en esos tiempos ella estaba muy feliz con Juan Antonio, su marido.
“El día que murió…un gran disgusto…lo primero que hice fue sacar los pinceles y pintarla…”
Más que catalana, se sentía Gitana… Disfrutaba contando anécdotas cariñosas, y aunque creo que sí añoraba su familia, también estaba algo saturada de lo mucho que había trabajado para ellos. Su felicidad matrimonial fue una influencia en mí, y al corto tiempo acabé casándome.
Me acuerdo el día que murió en noviembre del 1963. Estaba yo en California, ya casada y fuera de contacto con ella, y con mi vida teatral en general. Un impacto fuertísimo, un gran disgusto, pues no estaba yo consciente de su enfermedad. Lo primero que hice fue sacar los pinceles y pintarla…. no me salió al principio, pero con el tiempo logré una cara que la representa como yo la recuerdo, y tengo el gusto de que el Centro Andaluz de Flamenco en Jerez me compró el cuadro y está en exposición. No la conocí enferma. Eso fue después…era un roble en los tiempos que yo la traté.
“Cada actuación tenía su magia… cosas que no se han captado en película”
Del baile de hoy…. Creo que Carmen buscaría más arte musical en la técnica…y lo mágico que tiene el flamenco auténtico. Ver a Carmen en persona llegaba al alma. Manejaba su técnica para «crear arte», su musicalidad al zapatear te transportaba a otro nivel, eran creaciones, cada actuación tenía su magia, sus Alegrías no se podían duplicar, y los públicos no querían que se acabara, cosas que no se han captado en película. Por eso el aficionado que no la llegó a ver, no puede darle su verdadera importancia.
3ª parte: Pepita Funez, bailaora (Madrid)
“En el escenario no tenía amigo ninguno, era tan profesional que no aceptaba nada que no fuera perfecto”
Estuve con Carmen desde el 1949 hasta 1963, sobre todo entre el ‘59 y el ‘62….nos unían el trabajo y la amistad. Era de gran timidez y a veces muy infantil.
Se empeñaba en cosas absurdas como ponerse un traje de baño mío que le quedaba muy grande…o en subirse a un olivo para bajar aceitunas todavía verdes en el jardín de la casa que nos facilitaron para toda la compañía en Palm Springs, riéndonos todos y aliñando después las aceitunas entre carcajadas…aunque su marido no se mostraba con ella todo lo agradable que se merecía. Era muy callada y solamente cuando sentía confianza en extremo era cuando se explayaba y abría a los o las amigas.
Tenía la manía de usar rimmel para los ojos ‘Estrellita’, escupiendo en la cajita, frotando el cepillito y aplicándoselo en las pestañas, manchándose invariablemente y causando las risas de todas, la suya la primera. Tampoco podían faltarle sus cigarrillos Camel sin filtro.
En el escenario no tenía amigo ninguno, era tan profesional que no aceptaba nada que no fuera perfecto. Pero al terminar el ensayo o el espectáculo, se transformaba en una persona amable, cariñosa, amistosa, y tan generosa como para darte lo que tuviera en ese momento.
Era muy supersticiosa respecto a tirar la sal y, algo curioso (que yo compartía con ella), era el no soportar ver a monjas de espaldas, teniendo que salir corriendo para adelantarlas y poderlas mirar de frente, cosa que siempre nos terminaba por causar risas.
“Tener hijos, al menos uno, hubiera sido para ella lo más grande del mundo”
La fama y el dinero nunca tuvieron importancia para ella…solamente contaba su familia, su trabajo y su compañía. Era de gran humildad y sencillez en todos los actos de su vida, excepto en el escenario cuando se convertía en un ser único, de magnetismo singular, de fuerza inusitada…
Nunca negó ser catalana, por mucho que se identificara con los gitanos andaluces, especialmente de Granada. No la escuché muchas veces hablar en catalán pero sí de vez en cuando. Jamás la escuché hablar de política ni, asimismo, hablar mal de nadie. Al estar en el extranjero siempre hablaba de España con nostalgia y deseando terminar las turnés para regresar por un tiempo. Argentina era otro país del que hablaba con gran cariño, al igual que México.
“El cante era su locura…y hubiera sido la más feliz pudiendo hacer los cantes grandes”
A veces, como sucede a cualquier otra persona, tenía necesidad de un sitio propio, de querer estar sola y tranquila, lo que no le era fácil con tantas hermanas, sobrinos, etc. Tener hijos, al menos uno, hubiera sido para ella lo más grande del mundo. Su vida se reducía al trabajo, ensayos, familia…aunque tuviera infinidad de invitaciones para fiestas y reuniones…pero lo que la hubiera hecho realmente feliz es haber estado sola con su marido y que él le hubiera prestado la atención que ella esperaba y merecía. Antes de su matrimonio era Paco, su hermano, el que mandaba en todo, el que ordenaba que se fuera al hotel en cuanto terminaba la función, el que decidía dónde, cuándo y cómo se hacían las cosas y se encargaba de contratar…ella parecía “no tener vela en el entierro”, como vulgarmente se dice…aceptaba todo lo que su hermano hiciera, como buena gitana, hasta que su marido Juan Antonio tomó el lugar de Paco.
“Le gustaba hacer los bailes a orquesta, lo gozaba realmente y lo disfrutaba aunque no era ‘lo suyo’»
El cante era su locura…y hubiera sido la más feliz pudiendo hacer los cantes grandes. Disfrutaba ir a tiendas, ver escaparates, vestidos, zapatos… cosa que casi nunca podía llevar a cabo por todas sus obligaciones profesionales. Era claro que sabía lo que valía pero siempre quiso dar más de lo que daba, lo que posiblemente haya sido la causa de la enfermedad que la llevó a la muerte. Se sentía enferma pero nunca supuso que era tan grave como resultó ser, y si lo supo, nunca lo dejó entrever a nadie. No se cuidaba…comía cuando se podía y lo que hubiera, que muchas veces, por tal o cual circunstancia, era solamente una lata de sardinas; no era exigente para su persona y se amoldaba a cualquier situación.
“Los bailaores, Faíco, el Farruco y Juan el Pelao siempre eran mencionados como extraordinarios”
Estricta para los ensayos, exigiendo pero mostrando paciencia también, repitiendo las veces que fuera necesario hasta lograr lo adecuado, cosa que te hacía salir luego con gran seguridad a bailar. Mandaba con los ojos, aunque a veces crispaba fuertemente la mandíbula y miraba fijamente al que fuera, moviendo la cabeza de un lado para otro y echando a andar por el escenario como cavilando. Nadie se atrevía a sugerirle nada a alguien así, era impensable. No dudo que sabía montar cualquier espectáculo lo mismo que bailar sola, al igual que detectaba quién había tenido una falla en las palmas sin siquiera mirar. Nunca la ví ensayar sola; si lo deseaba, lo hacía al tiempo que el resto de la compañía pero muchas veces ni eso, tal era el dominio que tenía sobre su arte, que además hacía que diariamente su baile fuera diferente en mayor o menor grado.
Le gustaba hacer los bailes a orquesta, lo gozaba realmente y lo disfrutaba aunque no era ‘lo suyo’, digamos. Lo hacía como para divertirse…De los bailaores, Faíco, el Farruco y Juan el Pelao siempre eran mencionados como extraordinarios. De los tocaores no hay duda que su favorito fue siempre Sabicas, a quien le unió, además, un lazo sentimental que, por una u otra razón, nunca pudo prosperar. Antonio Mairena le gustaba mucho cantando y trató de contratarlo, como es bien sabido.
“Carmen no estaría de acuerdo con el baile actual, aunque fuera incapaz de criticar a nadie abiertamente”
Muchos profesionales no saben exactamente quién fue este genio y otros opinan que se exagera mucho al hablar sobre ella, pero solamente los que la vieron bailar reconocen la importancia que tuvo…quizá algunos se dan cuenta del cambio tan abismal que provocó Carmen Amaya en el baile femenino…y diría que hasta en el masculino. Con contadas excepciones, me parece que Carmen no estaría de acuerdo con el baile actual, aunque fuera incapaz de criticar a nadie abiertamente, no era su estilo.
Un día quiso usar la lavadora en la casa de Palm Springs y, a pesar de avisarle que no echara mucho jabón en polvo, puso tanto que la espuma invadió la casa entera y las carcajadas de todos las oían hasta los vecinos. Hubo que desconectar la lavadora y todo lo demás en medio de aquel caos y llamar a gente que secara y mediante una aspiradora lograra limpiar el desastre que había armado…La de días que aquello siguió causando hilaridad…
Yo vivía en Los Angeles cuando llegó la noticia de su muerte, quizá el primer disgusto fuerte que tuve en mi vida. Lo escuché en la televisión y aunque sabía que estaba ya enferma no podia imaginar que un ser tan grande y tan querido llegara a faltar en este mundo.
4ª parte: Sara Lezana, bailaora (Madrid)
“Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, una bailaora tan grande de espíritu”
Conocí a Carmen Amaya en el rodaje de la película Los Tarantos, en febrero de 1963 [hizo el papel de la novia]. En aquella época ella ya era una leyenda para el mundo del flamenco, y aunque han pasado cuarenta años sigue viva en mi memoria.
Carmen era una mujer menuda, enjuta, nerviosa, con una gran personalidad. Sus ojos negros te taladraban cuando te miraban. Era sencilla y muy profesional en el trabajo.
Recuerdo que cuando rodamos en Montjuich hacía un frió tremendo y ella se encontraba mal. El rodaje fue duro pero nunca se quejaba, comía poco, bebía mucho café y fumaba muchísimo. Tuvimos que madrugar para ir a maquillaje, ella cuidaba mucho su aspecto, quería estar guapa, era coqueta y muy femenina. Su carácter era juvenil y yo diría que hasta infantil en muchos aspectos. Ella no era una mujer cultivada pero tenia el porte y la arrogancia de una persona que había viajado y vivido intensamente.
“Cuidaba mucho su aspecto, quería estar guapa, era coqueta y muy femenina…”
Uno de los momentos mas interesantes que recuerdo fue cuando se rodó la famosa secuencia donde ella canta y baila por bulerías en la montaña. Ese día se juntaron varios factores en su contra, hacia frió, viento y estaba enferma, y para colmo el tablao que habían puesto para bailar era un desastre, sin calentarse hizo un ensayo y se grabó a la primera toma, cuando finalizó nos quedamos todos tan impresionados que todo el equipo técnico y todos los que allí se encontraban nos pusimos a aplaudirla como locos, fue impresionante.
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Cuando terminó el rodaje de la película, la productora organizó una comida para todo el equipo, me despedí de ella y me marché a Madrid. Un día casi al final del verano de aquel año, me llamó Daniel Martín [papel del novio] para preguntar si quería ir a Bagur a ver a Carmen porque estaba muy enferma, y nos fuimos con él, mi madre y yo. Cuando llegamos allí en aquel caserón tan destartalado, la encontramos en la cocina con su hermano Paco y parte de su familia, y algunos miembros de su compañía. Estaba sentada en un banco al lado de la chimenea y la encontré muy desmejorada. Su hermano, para animarla, le decía que cuando se pusiera buena se irían a Madrid y abrirían un tablao flamenco.
“Su técnica era sencilla, pero su forma de ejecutarla dificilísima”
Allí en Bagur fue la ultima vez que la vi con vida. Unos meses después el sindicato de actores la premió como mejor actriz de ese año y yo recogí el premio en su nombre.
A lo largo de tantos años he tenido la oportunidad de ver infinidad de bailarinas y bailaoras, pero nadie me impactó tanto como Carmen Amaya. No dejó escuela, fue creadora y revolucionó el concepto del baile flamenco. Su técnica era sencilla, pero su forma de ejecutarla dificilísima. El baile de Carmen siempre será atemporal, su estilo es inimitable.
Como diría el poeta, tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, una bailaora tan grande de espíritu.
5ª parte: Pepita y Goyo Reyes, bailaores & coreografos (Madrid). Teo Morca, bailaor y coreógrafo (USA)
PEPITA Y GOYO REYES, bailaores, coreógrafo (Madrid)
“…manías, la de tomar mucho café y comer lo que comía un pajarillo…no sé de dónde sacaba tanta fuerza.”
Mi marido Goyo y yo entramos con Carmen en el año 1949 y para nosotros era como una hermana, un ser maravilloso. Con los compañeros era una más, y yo jamás la he visto enfadarse con nadie. Para ella lo primero era su familia, pues fíjate que cuando fuimos a Londres en el año ’51 con nosotros venían su abuelo, la tía Faraona que hacía un bailecito para justificar el sueldo, más los sobrinos que eran Chuny y José Antonio, de 4 y 5 años. Muchas veces salían a bailar porque el público lo pedía, y no quieras ver lo bien que lo hacían, sobretodo Chuny.
Extravagancias no tenía ninguna, y manías, pues la de tomar mucho café y comer lo que comía un pajarillo. No sé de dónde sacaba tanta fuerza.
Era un ser incansable aunque ella jamás ensayaba sus bailes. Salía al escenario y te bailaba lo que ella sentía. Tenía una paciencia increíble. Las coreografías ella nunca las hacía, pues tenía (permíteme que lo diga) a un monstruo que era mi marido Goyo que montaba todos los espectáculos.
Recuerdo una vez trabajando en Barcelona, en el año ‘52…cuando terminó la segunda función nos llamó al escenario donde había champán y unos aperitivos. Nos dijo “chicos, esto es por nuestra boda”, se habían casado ella y Juan Antonio Agüero. ¡Ya te imaginas como nos quedamos todos! y es que era tan sencilla que no quería armar un revuelo como el que se habría formado de haberlo anunciado antes.
Desde luego para Goyo y para mí era nuestra hermana. La queríamos mucho y sé tantas cosas de ella que sería para escribir un libro…
TEO MORCA, bailaor y coreógrafo (USA)
“De eso hace 50 años, y aún tengo el sabor del champán de Carmen”
Conocí a Carmen Amaya hacia finales de 1955 mientras estaba de turné con Lola Montes. Llegamos a Nueva York y fuimos a ver a Carmen en el Chateau Madrid donde actuaba…fue un portento.
En 1957 vino a bailar en Los Ángeles en el Teatro Huntington Hartford, y nuevamente fui a verla. Me invitó a presenciar los ensayos en los estudios Rainbow y fue entonces que me di cuenta de que Carmen no sólo era una flamenca, pues estaba dirigiendo todos los bailes clásicos y folclóricos de la compañía.
En aquel entonces firmó un contrato de tres meses en un tablao restaurante de Hollywood, la Casa Madrid, el lugar más lujoso de la ciudad. Yo había formado mi primer grupo “Los Flamencos” con guitarristas Benito Palacios y Rogelio Requera y cantaor Pepe Segundo, y teníamos que debutar después de finalizar el contrato de Carmen, por lo que pude verla cada noche. Fue algo impresionante como se entregó incondicionalmente noche tras noche en este tablao, seis noches por semana, dos actuaciones diarias.
Cuando finalizó su contrato pensé que se habría marchado, pero la noche del debut en Casa Madrid salí al escenario para mis alegrías y allí estaba Carmen, jaleando. Casi me da un infarto allí mismo. Estaba en medio de la primera fila en una mesa con las figuras más grandes de entonces. Después de la actuación, fui a saludarla. Yo estaba en un extremo de la mesa, Carmen se levantó para llevarme su copa de champagne y dijo “muy bien chico”. De eso hace 50 años y aún tengo el sabor del champán de Carmen.
6ª parte: Lucero Tena, bailaora y concertista de castañuelas (México)
“…menuda, todo nervio, mirada felina, con las mandíbulas apretadas…”
Ahora que se cumplen los cuarenta años del fallecimiento de la mejor bailaora de todos los tiempos, se me pide que cuente como la conocí, y lo hago como un gran honor y como agradecimiento por todo lo que me enseñó.
Me llamo Lucero Tena, nací en México D.F., de nacionalidad española, y en la actualidad soy concertista de castañuelas. Fue en México donde residía donde conocí a Carmen Amaya. Mis antecedentes explican porqué y cómo conocí a esta gran artista. Estudié ballet clásico con Nina Chestakova durante ocho años, y danza española con la bailarina madrileña Emilia Díaz, quien me enseñó los bailes del rico folclore español, la escuela bolera del siglo XVIII y las danzas clásicas de los compositores españoles como Falla, Albéniz, Granados, Turina, etc. Ella me habló de dos grandes glorias de la danza española: la bailarina clásica española Antonia Mercé “La Argentina” y la genial bailaora Carmen Amaya.
Mi deseo de conocer a ambas fue posible con Carmen, pero no así con Antonia Mercé, entonces ya fallecida. Carmen llegó a México, y con gran emoción asistí a su debut…mágica, grandiosa, majestuosa, electrizante, arte en toda su grandeza, tal y como la había definido mi maestra, pero para mí aún más. De inmediato quise conocerla. Fui a su camerino y vi a una mujer pequeña, menuda, todo nervio, mirada felina, con las mandíbulas apretadas, pues aún estaba en tensión. Yo me presenté como bailarina y le dije que la conocía a través de mi maestra Emilia Díaz, y que el conocerla era el momento mas emocionante de mi vida.
Me dio la mano y un beso y yo la abracé. Mi madre que me acompañaba me dijo que la dejase descansar y que esperaba mas gente para saludarla. De los seis meses que estuvo en ciudad de México fui a verla y a saludarla todos los días, y llegué a atreverme a preguntarle si podía darme clases, contestándome ella cariñosamente que no daba clases pero que podía asistir a sus ensayos, lo que hice durante meses. Fui apreciando el flamenco como tanto deseaba, y nada menos que viendo a la gran Carmen Amaya.
“Ha habido una Ana Pavlova, un Pau Casals, un Andrés Segovia y una Carmen Amaya”
Entre estos ensayos estaba el del cambio de programa, que aparte de su espectáculo de flamenco tenía unos números con orquesta de danzas regionales y baile clásico español. Recuerdo que uno de ellos era “El Capricho Español” de Rimsky-Korsakov donde la parte clásica era bailada por sus primeros bailarines Goyo Reyes y Pepita Ortega. Había una parte que bailaba su hermana Leonor (Leo) con ella. Leo enfermó de hepatitis con la consabida orden del médico de un absoluto reposo. Llegaba el día del estreno y Leo no podía bailar. En una reunión con su compañía, Carmen que había montado esa danza para ella y su hermana (las demás eran coreografías de Goyo y Pepita) dijo con fuerza y seguridad: “Lucerito, la mexicanita pueda ocupar el lugar de Leo”.
Yo asistía a esa reunión en lugar apartado y nos llamó a mi madre y a mí, pidiéndonos que nos acercáramos a la mesa y me preguntó si quería formar parte de su espectáculo ocupando el lugar de Leo. Recuerdo que fue tal mi asombro que me quedé sin palabras, pero mi querida e inolvidable madre me sacó de este estado con una patadita por debajo de la mesa y pude contestar con un rotundo ¡SI!.
Así fue como entré en la compañía de la inigualable Carmen Amaya, y digo inigualable y sin sucesora, pues siempre he dicho desde mis tiempos de bailarina y bailaora que ha habido una Ana Pavlova, un Pau Casals, un Andrés Segovia y una Carmen Amaya. Fue una gran experiencia en mi vida viajar con mi Carmen (siempre que hablo de ella o en mis recuerdos, y hasta cuando hablaba con ella, era y es “mi Carmen”) por distintas ciudades de México incluido el D. F., y después por USA, desde el Carnegie Hall en New York, hasta la inauguración del Huntington Harford Theatre en Hollywood. Que glorioso éxito de Carmen que electrizaba, emocionaba, entusiasmaba al publico. Durante casi 3 años (hasta 1957) viajé con mi Carmen, y en los días libres mi madre que me acompañaba y yo solíamos visitarla en la habitación del hotel y la encontrábamos siempre bordando, que tanto le gustaba, y en algunas ocasiones salíamos de paseo, le gustaban los parques y bromeaba y reía subiéndose a algún árbol. Era una mujer con una inteligencia natural increíble, y una visión humana maravillosa.
“Carmen Amaya fue la guía en el baile flamenco, y Sabicas en la guitarra flamenca”
Quiso y luchó mucho por su familia, se casó muy enamorada y quiso siempre a su marido Juan Antonio Agüero. Le pregunté una vez cual era su sentimiento en un escenario y como afrontaba el miedo, los nervios, la responsabilidad ante diferentes públicos y su contestación fue: “cuando salgas a escena piensa que estás en tu mundo mágico donde tú eres la reina, y disfruta de lo que haces olvidándote de los problemas y amarguras de la vida; no mires al público, debes abstraerte, al vivir y disfrutar de tu arte, lo trasmitirás al publico. ¡Qué maravilla! Estas palabras han ido e irán siempre conmigo.
Carmen marchaba después de USA a Sudamérica. A pesar de que yo estaba feliz con ella, había aprendido todo lo que sé de flamenco, y tantas otras cosas, me separé y le dije que mi mayor ilusión era viajar y conocer España. Me dijo que hacía bien, que nos veríamos en España y que se sentiría muy orgullosa de mis triunfos.
Después de cuatro años volvimos a encontrarnos en su llegada a Madrid, y fue a ver mi actuación en El Corral de la Morería. Aquella noche fue increíble pues se corrió la voz que iría a verme bailar y el tablao se llenó de flamencos que querían ver a Carmen. Todo mi cuerpo temblaba de nervios y de emoción. Recuerdo perfectamente lo guapa y bien vestida que iba; llevaba un vestido gris perla y zapatos de raso. Hice mi actuación y se la dediqué a ella. Al terminar me acerqué a su mesa para saludarla, me besó, me dijo que estaba muy orgullosa de mí y que movía muy bien la bata de cola, algo que hacía porque me lo había enseñado ella…las bailaoras acostumbran a bajarse para recoger la bata de cola, ella nunca se agachó, la recogía de un golpe de su pie, y yo siempre lo hice tal y como se lo vi hacer a ella. Carmen la recogía y la subía por encima de su cabeza como un pavo real. El broche de oro fue ver bailar a Carmen a petición del publico asistente. Aquello fue la apoteosis. Su marido Juan Antonio me dijo que viajaban a Barcelona antes de su gira europea para visitar al Dr. Puigbert.
Hay un LP que se grabó en Nueva York «The Queen of the Gypsies» (‘La Reina de los Gitanos’), donde tuve el honor y el placer de hacer las palmas. No quiero dejar de mencionar a otro grande de la compañía de Carmen, y me estoy refiriendo al gran Sabicas, aquel artista de la guitarra. Tocar Sabas y bailar Carmen, eso era un mundo aparte. Carmen Amaya fue la guía en el baile flamenco, y Sabicas en la guitarra flamenca.
Siento que es mucho más lo que podría decir de la gran Carmen Amaya y lamento no saber hacerlo mejor…
FIN DE LA SERIE
“Desde que he visto a Carmen Amaya se me ha quitado el gusto, que yo no he visto en mi vida, ni veré jamás, bailar mejor que esa gitana” – Juan Maya ‘Marote’, Granada.