Versión digipack con un completo libreto que contiene fotos, las letras de las canciones, etc
1. Principio
2. Espinas
3. Imposible
4. El loco del barrio
5. En tres minutos
6. Puede ser
7. La cuna
8. Santo Romero
9. La tata
10. En los rincones de mi casa
11. Como me duele
12. Final.
Niña Pastori
más Pastori y menos Niña
Aparece el sonido del mar y la voz de Niña Pastori que recita: «Hay quien dice que eres tonto si no bailas a su son, que eres de madera seca, que no tienes corazón». Es Principio, el comienzo de No hay quinto malo, último álbum de Niña Pastori y obra definitiva que marca un antes y un después en su música, la madurez de su carrera.
Las palabras escritas por Juan Antonio Jiménez «Jeros» (cantante y compositor de Los Chichos, fallecido en 1995) y por Niña Pastori abren un álbum que sorprende desde el principio. La impactante y original percusión que introduce Espinas, la segunda canción del disco, nos reafirma en que estamos ante algo diferente. Niña Pastori y su marido y productor Julio Jiménez «Chaboli», hijo de Jeros, no han querido instalarse en la comodidad de lo ya hecho y conocido y han apostado por algo nuevo. Escuchen No hay quinto malo y juzgen si han ganado la apuesta.
«Le hemos dado la vuelta a todo y va a sorprender mucho», dice Niña Pastori. «Es un disco muy elaborado, más serio, más maduro, hecho con mucho cariño y mucho corazón». Y Chaboli añade: «Hemos puesto muchas horas de trabajo en letras, en arreglos. Todo está muy cuidado, cuenta cosas más serias porque hay muchas cosas que contar. La madurez viene de muchos aspectos».
Niña Pastori ha participado en la composición de todas las canciones de No hay quinto malo. La mayoría en colaboración con Chaboli, pero también con la ayuda de la inspiración de Jeros. Son canciones que pueden escucharse dentro de los cánones del flamenco pero que, por primera vez, no se limitan a barnizar lo tradicional con una capa de pop más o menos anodina. No hay quinto malo es un trabajo hecho a conciencia. «Cada canción es un mundo», dice Chaboli. «Echábamos en falta algo diferente, música de verdad», añade Niña Pastori, que define el álbum como «con mucha fuerza, original y muy bonito».
La primera diferencia que se aprecia en No hay quinto malo es el carácter más personal de las letras, su mayor altura poética. Niña Pastori se ha afirmado como letrista, mostrando diáfanamente su actitud vital. «Les diste el corazón y lo tiraron al río. Olvídalo que es mejor, ya ves que es tiempo perdío», recita en Principio; «Nunca tuve nada y cuando tuve algo, me miras por encima del hombro como si fuera un extraño», canta en Espinas; «Mira la puesta del sol, sigue el camino sin temor porque somos caminantes», dice en Imposible; «Vengo de sangre caliente, donde nace el sol; aunque parezca mentira tengo duro el corazón», grita en En tres minutos; «Vestía de negro, era rigurosa; el luto de las ancianas, ustedes saben», recuerda en La Tata. Son letras que ofrecen un mundo más íntimo y propio, más rico y más poético.
Las músicas siguen un camino paralelo, buscando la esencia y la sencillez antes que lo complejo y lo sofisticado. «Prefiero la naturalidad a la perfección», dice Chaboli antes de hablar con pasión de los magníficos arreglos de cuerda de Joan Albert Amargós para La Tata, del atrevimiento de Espinas (y menciona a Caetano Veloso), de que El loco del barrio evoca a Los Chichos, de algunos ambientes del disco que le recuerdan a los 70, de canciones que se resisten y otras que salen del tirón, como En tres minutos. «Fue la noche antes de nuestra boda. A las cinco de la mañana, no podía dormir y la canción salió en tres minutos. La hemos grabado prácticamente con el mismo arreglo», recuerda Chaboli.
Puede ser es el primer single de No hay quinto malo. «Desde aquí se ve todo tan grande, mi alma tan pequeña y está lleno de estrellas, que prefiero estar en el lugar de siempre y con la misma gente que habla y se equivoca», canta la Pastori. Una canción que sorprende por su sentido rítmico diferente, como también sorprenden los arreglos de Nacho Mañó en Cómo me duele, o la personalidad por bulerías de La cuna, o Santo Romero por tangos, o…
Al lado de Niña Pastori y Chaboli están las guitarras de José Miguel Carmona y Juan Carmona, de Ketama, de Diego del Morao y de Paquete; el bajo de Carles Benavent, de Víctor Merlo y del Maka; la batería de Tino Di Geraldo y Angie Bao; la percusión de Luis Dulzaides… Calidad y corazón para buscar la sencillez. Para arropar a esa niña que llegó de San Fernando (Cádiz) con apenas 16 años y después nos encandiló a todos en 1995 con aquel Tú me camelas. Que ha sabido mantener dignamente su sitio con discos como Eres luz (1998), Cañaílla (2000) y María (2002). Y que en su quinto álbum se presenta valiente, abriendo puertas y ventanas para que se renueve el aire, alumbrando cosas nuevas.
Merece la pena escuchar No hay quinto malo. De principio a final huele a mar pero suena con una flamencura diferente. Es su disco más personal, más asumido y más arriesgado. Es su trabajo más esencial, más puro y más íntimo. Más Pastori y menos Niña.
Créditos:
Julio Jiménez ‘Chaboli’
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