INQUILINO CANTAOR Y TRASHUMANTE
Nuestro Diego Carrasco, gurú del soniquete, lo incorporó a su galería de «inquilinos»: Inquilino del mundo? Inquilino, hombre divino, que estás vivo/ siéntete orgulloso de ser inquilino, /como el Presidente de los Estados Unidos,/ o como el cantaor de flamenco Manuel Gerena/ o como el vicepresidente de Comisiones Obreras/ que también es inquilino? Todos somos inquilinos.
Ahora también es verdad que hay formas y formas de residir. Están, por ejemlo, los inquilinos trashumantes; esos que buscan volver de nuevo a habitar, por ver si en un mundo nuevo encontraran más verdad. Y esto, porque hay vecinos que te lo ponen difícil, sin ir más lejos otro de los anteriormente señalados.
De Manuel Gerena conocemos su condición de ambulante. En algún lugar leímos no ha mucho tiempo, que Gerena apenas tuvo presencia en los festivales flamencos. Una de esaas verdades a medias que resultan la flor del engaño. Si nos ponemos así será necesario extender la cuota dde ausencias del cantaor de La Puebla al escenario patrio. ¿Alguién conoce un artista más prohibido que Manuel Gerena en aquel gris territorio del tardo franquismo? Por cierto, ¿ven cómo hay toda clase de inquilinos? Al punto el domiciliado en el principal era de los que no se mueven, por mucho Movimiento que protagonizara.
Manuel Gerena, andaluz, obligado a un desarraigo que en el fondo de su ser nunca se hizo verdad, fue jornalero, maletilla, electricista y un aficionado sobresaliente; cantaor por encima de todo. Cantaor a la tradicional y ya perdida usanza de autor también de sus coplas. Coplas del pueblo y para el pueblo, por las que le intentaron cerrar a Manuel las puertas de acceso a la comunidad de propietarios del alma popular.
Desterrado en Cataluña, que le acogió y estuvo pronta a la escucha de ese eco amigo, apenas tuvo oportunidad de entregarse a su gente primera.
Pero si las circunstancias produjeron escasez de quejíos, flamencos son los que desmienten la desvinculación de Gerena al mundo al que verdaderamente pertenece. Manuel Gerena fue siempre cantaor. Y lo que es fundamental, un cantaor de los que no abundaban. Un cantaor de amplio espectro, sin manías o prevenciones estilísticas, y personal en su concepto que se sitúa en las antípodas del remedo.
El maestro Antonio Mairena definió a Manuel en tal sentido como «un aficionado extraordinario». Y defenderá su grito libertario hasta Francisco Vallecillo, poderosa cabeza de la flamencología. Mediados los años setenta intervino Manuel Gerena en festivales andaluces principales. No era fácil que los permisos oficiales llegaran y de ahí la escasez de presentaciones, en absoluto debidas a motivaciones flamencas. Cada vez que acudió a una de estas reuniones se metió al público en el bolsillo. Al respecto del Gazpacho de Morón, edición de 1975, relataría la crónica lo siguiente: «Manuel Gerena impuso silencio en el gran local. Gerena por alguna razón es el artista que magnetiza a los auditorios, los torna atentos durante sus actuaciones y después la gente se entrega, como en Morón, que aplaudió de pie y le vitoreó de forma desenfrenada. Gran triunfo el de este hombre en el Gazpacho». (García López, J.J. ABC, 26 de agoto).
Así fueron las cosas cuando le dejaron, cuando no apareció esa censura de roca de pedernal que le perseguía ¡Hasta cantó alguna vez a la puerta del teatro que le cerraron! Pero siempre flamenco. Cada cual se hará sus cuentas y no a todos les cuadrarán. Nosotros hemos echado las nuestras y nos sale siempre un Gerena cantaor, el cantaor de flamenco al que recuerda Diego Carrasco. Aquí lo tienen de nuevo -nunca se ha ido, advierto- con sus aires flamencos que son del oriente y el occidente andaluz, en intensa amalgama poética con un inmenso artífice de la palabra terminante y estremecida. Miguel Hernández escribió para el Cossio y Manuel Gerena quiso ser torero, pero se han encontrado ahora en el verso dicho con la intensidad debida.
José Manuel Gamboa
Créditos:
Guitarra: Juan Ignacio González
Incluye la voz del poeta Miguel Hernández