1. A Ramón Montoya
2. El Pequeño Reloj
3. Alegría Sabicas
4. Calles de Cádiz
5. A Manolo de Huelva
6. Cinco Ventanas
7. Caña de Tio José ‘El Granaíno’
8. Policaña
9. Plaza Vieja
10. Bulerías de Becquer
11. Caramelo de Cuba
12. Vendiendo Flores
13. Alegato contra las armas
14. Reloj Molesto (para Lula, esperanza de Brasil)
y el tiempo callado se va hora tras hora»
Manuel Machado
El tiempo tiene una cuerda, la del reloj. La guitarra, seis. La voz de Enrique Morente, un manojo. El tiempo es vacío, el arte, la forma. El arte de Enrique Morente es plenitud de forma.
Cante y guitarra: una pasión de siempre. Pepe Habichuela, Tomatito, Niño Josele: cuerdas vivas de hoy. Manolo de Huelva, Montoya, Sabicas: cuerdas de ayer también vivas. ¿No está acaso la voz emocionante de Enrique templándose en sus falsetas?
Cante y poesía: una pasión por siempre de Morente…ahora Quevedo, Bécquer, León Felipe. El tic-tac impasible del reloj dejó de sonar para ellos pero no para su aliento inspirador.
Encuentro y renovación: tercera pasión. Músicas del pasado: andalusí, clásica, gregoriano, judía, «lo místico con lo oriental». Músicas del presente: pop, jazz, tecno y Cuba muy dentro del corazón flamenco del maestro.
Y el tiempo cantado de Enrique Morente permanece
Otra vuelta de tuerca
La inagotable capacidad creativa de Morente que se manifiesta pletórica, en este nuevo disco no deja de sorprender y maravillar «El pequeño reloj», el décimo octavo, representa otra vuelta de tuerca, o más bien de clavija, o de cuerda de reloj (dado el contexto) en la larga, prolífica y original trayectoria del cantaor granadino. Aquí, vuelven a brillar las tres pasiones permanentes de su arte: la pasión de la poesía, la de la guitarra y la innovadora.
A la extensa y hermosa lista de versos de grandes poetas ya cantaos y que Morente ha incorporado definitivamente al acervo musical y coplístico del flamenco, vienen a añadirse los nombres de Quevedo, Bécquer y León Felipe. Pero, a diferencia de otras ocasiones cuando los textos fueron elegidos en función del gusto y la idoneidad de su adaptación, los nuevos poemas (y muchas coplas) reflejan y reflexionan mayormente sobre un tema trascendente: el paso del tiempo, la tiranía del reloj sobre los humanos y las cosas, lo cual representa una elección valerosa y nada banal a esta altura de la carrera de Enrique Morente.
La segunda pasión queda evidenciada por un reto generoso que ha consistido en poner voz al toque de tres maestros del pasado: Sabicas, Ramón Montoya y Manolo de Huelva. Con el primero de ellos en vida, Morente grabó en 1990 dos elepés: Morente- Sabicas, que han quedado para la historia del flamenco; ahora se retoman de los mismos unas alegrías a las que se incorporan coros y jaleos que las endulzan, sin hacerles perder un ápice de su sobriedad y belleza. De Manolo de Huelva, que acompañó a un jovencísimo Enrique a principios de los años sesenta, encontramos unas soleares y una caña; ambos estilos parecían estar esperando la voz de un cantaor, pues aúnan, para el que sepa escuchar, toque y cante, sin ser en concierto en el sentido que hoy conocemos. Enrique Morente logra el más difícil todavía de adaptarse a un ritmo y un tempo y un eco que evidentemente no son actuales de esos palos. La versión de la rondeña de Montoya-que debería figurar en todo repertorio clásico para instrumentos de cuerda-resulta sencillamente sublime; los arreglos corales con la voz de Estrella Morente la vuelven sobrecogedora elevándola a una dimensión casi de pieza sacra.
Los cuatro palos antiguos se complementan con igual número y mismos palos de hoy, acompañados por las guitarras de Pepe Habichuela, flamenquísima a rabiar en las alegrías y la del joven Niño Josele, gran protagonista al toque del disco y un tesoro de talento y versatilidad. Pero, en estos estilos de ahora, se han depositado cuarenta años de la vida y arte morentianos: otros tonos, otras entonaciones, otro ritmo, otro espíritu y la arena de todos los relojes del tiempo en su prodigiosa garganta. La rondeña nueva representa tal vez la apoteosis de los cuatro, un plus ultra imaginativo y un mágico ejemplo de cómo se debe mover el cante, la música flamenca. Los tangos también ilustran lo dicho en último lugar, totalmente distintos a la infinidad de los ya cantados y grabados: un merecido homenaje que Morente hace a sus propios tangos y a este vitalista palo en general.
El resto de temas va desde unos tientos muy clásicos del maestro, con el toque también clásico de Tomatito, a aquellos otros en los que se abre profusamente la vena innovadora del gran cantaor, poeta y músico excepcional que es Enrique: sus armonías, instrumentaciones, polifonías, textos y nuevos mestizajes tan transgresores como originales y exactos: bolero, con los cubanos Caramelo y Horacio el Negro; además, Alain Pérez y, Piraña, el benjamín del Portugués, y Jerry González, ese entrañable y nuevo músico madrileño de New York y el recuerdo milonguero de Pepe Marchena. Tema tecno, con arreglos del gallego Carlos Jean y last but not least, el oportuno alegato cantábile antibelicista de la Opus 27, con la base musical de la sonata Claro de Luna de Beethoven, al piano de Javier Limón y la palabra emocionada de Enrique.
En fin, otra fascinante e imprescindible entrega de Enrique Morente -todas las suyas los son- más Morente si cabe.
Balbino Gutiérrez
Créditos:
Pepe Habichuela, Niño Josele, recupera temas de Manolo de Huelva, Sabicas y Montoya.
[Referencia: 9298]