Los percusionistas Joselín Vargas, El Bandolero, Ramón Porrina, El Piraña, José Antonio Carmona y El Morito han facturado un disco variado de estilos donde conviven el pop, el funky, el hip hop, el jazz o la salsa con el soniquete flamenco.
1. Quiero que suene
2. Calle Echegaray
3. De Gira con Swing
4. Que no me caso
5. Mira al cielo
6. Coolo (A mover el culo)
7. Los bailaores
8. Quiero que suene
9. Prohibido olvidar
10. Pa’ mi Miguel
11. Casualidad
12. Gitanillos de Cascorro
«Venimos de trabajar con unos bailaores que no pagan ná» . «Esta vida que llevamos los flamencos de hoy en día»
La antigua calle del Lobo madrileña se convirtió en la calle de Echegaray en honor al primer premio Nóbel de las letras hispanas. Quién le iba a decir a D. José que su nombre lo utilizarían, años más tarde y con denominación de origen, los percusionistas flamencos más reconocidos de la villa y corte.
Ya en la calle del Lobo hubo históricamente corralas y teatros, después, en la calle de Echegaray se abrieron colmaos y cafés-cantantes como el de La Viuda o Los Gabrieles donde las juergas flamencas viajaban al amanecer. En el barrio bullicioso más flamenco y taurino de la capital, la calle de Echegaray ha sido, sobre todo, una calle de cantaores. Allí acudían casi a diario las mejores voces flamencas de la época y también maestros como D. Antonio Chacón o Pepe Marchena. En los últimos años esta calle ha recobrado el vigor del pasado y ha vuelto a sonar a flamenco con la apertura de bares como El Cardamomo, El Burladero o el histórico Los Gabrieles. De todos ellos son asiduos clientes los miembros de Echegaray: Joselin Vargas, El Bandolero, Ramón Porrina, El Piraña, José Antonio Carmona y El Morito. Seis jóvenes miembros de familias flamencas afincadas en Madrid y además cotizados cajoneros y percusionistas que acompañan desde hace años a las grandes figuras del flamenco y otras estrellas.
Repartir un poco de arte por el mundo entero
Echegaray es el nombre definivo de los que empezaron siendo Echegaray
Street Band, un nombre que ya dejaba entrever que estos flamencos, preparados para la vida moderna, manejaban sin pudor los idiomas sin tener que acudir a academias-trampa, sino que los habían aprendido en las calles y los escenarios de los mil teatros del mundo.
Desde muy jóvenes han hecho giras por el universo, donde han descubierto otras músicas mundiales y además han podido compartir su arte tocando junto a otros músicos. Algo que, sin duda, les han enriquecido, ¿ A cuántos grandes músicos habrán enriquecido ellos?. No es descabellado pensar que su creatividad es el resultado de estas vivencias de su generación, alejadas probablemente de la fragua y la gañanía donde se crearon los cantes primitivos. Unos cantes que a pesar de su rebelde inquietud artística, conocen respetan y aman. Es lo bueno que tiene viajar, conocer gente y sentirte libre.
Echegaray con la esperada grabación de su primer álbum nos ha sorprendido por este alejamiento deliberado del flamenco. No han grabado los estilos flamencos tradicionales cuyo compás dominan y podrían resultarles incluso más fáciles sino que se han arriesgado y en su laboratorio han facturado un disco variado de estilos donde conviven el pop el funky, el hip hop el jazz o la salsa con el soniquete flamenco.
El resultado final de este disco es fundamentalmente rítmico -¡ son percusionistas ¡ – y ofrece el punto de vista que tienen estos nuevos músicos flamencos de llamativas percusiones foráneas y se expresa utilizando un lenguaje directo, de la calle (Echegaray), cargado de simpatía y desenfado irónico que resulta en muchos casos teatral. Se ríen.
Se ríen y se nota, y llaman para que también gocen y participen en su disco a amigos como Ketama, La Barbería, Pepe Habichuela, Tomatito, Niño Josele, Guadiana, José Miguel Carmona, Tino Di Geraldo, Luis Barbería y otros músicos que arropan sus percusiones sus historietas y sus dichos, sus jaleos y sus rapeos.
El ritmo con las manos, al grano:
Quiero que suene es un tema instrumental que se entrega en cuerpo y alma a la batucada brasileña y al Continente africano.
Calle Echegaray habla del jurdó (dinero en lenguaje gitano), de las morenas de las mil noches y del ritmo madrileño que la prensa sevillana no comprende.
De gira con swing da vueltas por los aeropuertos entre chinos, japoneses y racistas. Dicen algunos estudiosos que el swing es como el duende pero en Estados Unidos.
Que no me caso es un rap de Joselín, el mismo primo Joselín de Vente pa Madrid de Ketama. Una parodia.
Mira al Cielo puede ser la canción más educada y formal, la letra es de Inma Serrano. Por la tarde en el estudio, el cubano Pavel Urquiza les prestó Casualidad.
Prohibido Olvidar es la versión- protesta, sin pasarse, de Rubén Blades. Es el compromiso.
Coolo ( A mover el culo) es la versión-fiesta , pasándose algo, de Ilya Kuryaki. Es la lava de un volcán.
Bailaores, una chirigota de Madrid, palabra de El Bandolero. Un homenaje-guasa a Antonio Canales y Joaquín Cortés. Todos los cajoneros de Echegaray han sido durante años y son habituales de estas dos Compañías de baile. La canción incluye una popular letra que cantaba Camarón por bulerías: Dale de betún, de betún a la bota… ( No creo que tenga doble intención).
Pa mi Miguel o el homenaje al poeta alicantino Miguel Hernández, está inspirado en uno de los sonetos de El rayo que no cesa.
Gitanillos de Cascorro es una lección de gran percusión contemporánea. La grabaron hace años con el nombre Quiero dólares en el álbum de Cortés y la Gipsy Passion Band. Un numero soberbio y el camino más claro a seguir.
El primer álbum de Echegaray, como todo debut discográfico , está lleno de ilusiones y búsquedas, es directo y cotidiano, flamencos día a día. Ellos lo han querido, se han metido en camisas de once varas ( gitanas) y están cómodos con ellas. Ole¡
Teo Sánchez
Créditos:
con las guitarras de Manolo Franco y Pedro Sierra
[Referencia: ]