El Agüita del querer,
Locura de mi querer,
No me digas que no,
Torre de arena,
Te lo juro yo,
Me embrujaste,
La bien pagá,
Compuesta y sin novio,
Ojos verdes,
Yo soy esa,
Dicen
Nana Vidalita de filigranas
LA COPLA DESDE OTRA MIRADA
La unión natural de música y poesía ha dado como resultado una de las manifestaciones expresivas más auténticas del sentimiento humano. Desde los tiempos más remotos, la canción, además de servir como idóneo vehículo de comunicación entre los hombres, ha sido uno de sus testimonios más vivos. Escondidas entre la historia y difuminadas por la arqueología sonora de nuestra memoria, las canciones permanecen grabadas en los bordes de las ánforas, en los mosaicos fragmentados, en las espadas herrumbrosas y en los mitos del corazón. No hay papiro o tablilla donde no aparezca el canto de los hombres. Cada pueblo ha cultivado la canción como un género íntimo que encierra la representación sentimental de sus vivencias. Pasiones, guerras, amoríos, celos, ilusiones, pérdidas, despedidas y encuentros configuran una forma de vivir y de estar en la tierra, de pensar y comportarse con más fidelidad que cualquier manual antropológico.
En los pueblos de Europa, la canción ha ido adaptándose formal y estilísticamente a la manera de ser de sus protagonistas. Podríamos trazar un mapa más o menos exacto del continente a partir de los madrigales, lieder, romanzas, arias o baladas que se han cantado por los senderos de su territorio. La canción popular ha sido el germen de toda su música -como ocurría en Granados y Falla-, y en estado puro, sus letras y melodías aún siguen siendo una de las señas más claras de su condición. En España, la canción ha gozado siempre de un lugar privilegiado en la tribuna de sus manifestaciones artísticas. Grandes poetas y compositores han cultivado el género con delicadeza y gran respeto a la tradición popular, desde San Juan de la Cruz hasta Rafael Alberti, o desde Alfonso X hasta Joaquín Turina. Pero, sobre todo, la canción sigue cociéndose en el pueblo, en la voz anónima, en el movimiento cotidiano de las lavanderas, pescadores, soldados o campesinos.
La canción española ha ido sufriendo una serie de transformaciones a lo largo de los tiempos en perfecta adaptación al sentimiento de la sociedad. La variedad de sus pueblos ha enriquecido el género hasta tal punto, que no se puede hablar de una solución común. Sin embargo, de toda esta gama destaca la copla como forma a la que han venido a confluir una serie de expresiones líricas y cancioneras. Los orígenes de la copla habría que buscarlos en los diversos tipos de estrofas que, con diferentes esquemas rítmicos, se cantaban en el siglo XIV, aunque cuanto entendemos hoy por tal término corresponda a un perfecto encaje de voz personal y música de autor, donde se expone radicalmente el mundo de los sentimientos enfrentados, la discusión con la propia vida y las contradicciones de nuestra existencia. Por otra parte, es imposible concebir la copla sin la presencia del cante flamenco. Aunque se trata de géneros distintos, el uno sin el otro tendría difícil explicación, pues si la copla adapta requiebros, cadenci as y fraseos del cante jondo, así como el aliento visceral de sus letras, bien es verdad que el propio flamenco ha venido nutriéndose de diferentes recursos que, tanto las antiguas tonadillas, como las posteriores coplas andaluza, le han ido aportando en un proceso de osmosis más o menos igualitaria.
Como el bolero, el tango, el vallenato o la ranchera, la copla es expresión que ha traspasado las lindes regionales y nacionales para convertirse en espacio abierto de todos. Si a lo largo de casi todo el siglo XX la copla ha sido carta identificadora de un sustrato geográfico y sentimental determinado, hoy ramifica sus raíces, bebe de otros manantiales, presta sus elementos pasionales y se ofrece al mundo porque, al fin y al cabo, la música es única. En este disco tenemos ocasión de viajar al corazón de la copla y contemplarla en un paisaje contemporáneo. Liberada de sus tradicionales estructuras -a veces demasiado estrechas-, se nos presenta aquí diáfana y desmaquillada, en consonancia con una de las expresiones sonoras más punzantes y atractivas de nuestra modernidad, como es la música de jazz.
Hace ya algunos años, bajo el título de Coplas de madrugá, Martirio y Chano Domínguez iniciaron un proyecto común que hoy se plantea otra nueva andadura. Sin renunciar ni un ápice a su sentido originario, la copla, en la voz de Martirio, adquiría un aire nuevo, una manera de decir diferente y, lo que es más importante, una veracidad incuestionable. Por otra parte, el piano y la creación musical de Chano Domínguez parecían surgir de la propia esencia de la copla. Hoy, en este registro, la apuesta es más arriesgada y el resultado más redondo. De aquella experiencia quedó el poso de una desconocida y atractiva musicalidad que ahora expone y desarrolla todo un abanico de posibilidades creativas. El lenguaje jazzístico del trío formado por Chano Domínguez, George Mraz y Guillermo McGill nace aquí de cada una de las coplas, no como pretexto aleatorio, sino como motivo elaborado desde sus respectivas melodías. Como ocurre en el flamenco, la música de jazz se hermana con cuanto roza, ya sea por simpatía, ductilidad de sus formas o vinculación sensorial. Y lo hace con naturalidad y elegancia, recuperando un eco perdido de algo que ha existido siempre y, paradójicamente, ha permanecido oculto. Pero no es una tarea fácil, ya que no se trata ni de parodiar, ni de adornar con unas determinadas estructuras rítmicas y armónicas el dibujo de la melodía invitada, sino de indagar en su centro y comprender la fuerza que le hace latir. Quizá ésta sea la única forma posible -o al menos, la más honrada- de fusión. En este caso, se trata de un jazz evocado desde el sur, desde el compás del habla andaluza que, aunque responde, en definitiva, a los patrones ortodoxos de la tradición, es consustancial a las raíces de la copla y el arte flamenco, tanto por conocimiento como por procedencia natural de sus dos principales protagonistas.
Al presente trabajo discográfico -Acoplados- se incorporan dos elementos nuevos que enriquecen y, a su vez, precisan el espíritu de la copla. Por un lado, tal como ha venido existiendo en su convención ortodoxa, el apoyo abarcador de una orquesta sinfónica; y por otro, el vibrante estímulo rítmico y tímbrico de la big-band. La combinación de estos cuatro vectores -voz, trío, orquesta y banda-, que mantienen por separado una poderosa autonomía expresiva, plantea una serie de dificultades técnicas que felizmente han sido superadas aquí, gracias a una generosa colaboración por parte de todos y a una inteligente visión de conjunto. Tanto la voz melismática de Martirio, a medio camino entre el tronco de la tradición coplera y el legado de las grandes cantantes de jazz, como el talante tranquilo, casi mediterráneo, de las concepciones musicales de Chano Domínguez, se casan perfectamente bajo el techo sonoro de la orquesta, reforzado por el cromatismo de los instrumentos de viento y percusión que integran la banda. En este caso, todo responde a un trabajo colectivo minuciosamente cuidado, con medios artísticos y técnicos de primera calidad, desde la Orquesta Sinfónica de la Radio Televisión Española, dirigida por su titular Adrian Leaper, hasta los arreglos de Chano, Roque Baños, Carles Cases o Lluis Vidal, sin olvidar la profesionalidad y finura del equipo de técnicos de sonido y asesores de Radio Nacional de España que ha sabido resolver con soltura la complejidad de esta grabación.
En esta rigurosa selección de coplas nos encontramos con títulos y melodías que han ilustrado gran parte de nuestra educación sentimental. Prestar oído a sus fraseos viene a ser como viajar un poco al centro de nuestros recuerdos, de aquello que vivimos en la infancia o que nos contaron nuestros padres y abuelos. Pero la música tiene poder suficiente, como para transformar las imágenes desvaídas por la nostalgia en permanente impulso creador, ayudada, claro está, por el talento de sus nuevos intérpretes. Son títulos que han cantado los artistas más señeros de la copla andaluza, escritos por los más ilustres compositores y letristas del género, que nos traen ecos de Miguel de Molina, Concha Piquer, Luisa Ortega o Marifé de Triana, por citar a unos pocos. Músicos y poetas como Manuel López Quiroga, Antonio Quintero, Juan Quintero, Rafael de León, Salvador Valverde, Pedro Llabrés, Manuel Gordillo, García Padilla, Antonio Kola, Carlos Castellanos, Antonio Sarmiento, Ramón Perelló y Juan Mostazo son los autores de las coplas contenidas en este disco, que evocan un fragmento de la educación sentimental de nuestro país, hoy recreado desde otra mirada diferente.
José Ramón RIPOLL
Créditos:
GUILLERMO McGILL…. Y la ORQUESTA SINFÓNICA DE RTVE dirigida por ADRIÁN LEAPER