Ficha artística. Espectáculo: Yo, Carmen. Baile: María Pagés, Eva Varela, Virginia Muñoz, Almudena Roca, Júlia Gimeno, Marta Gálvez, Nuria Martínez, Ariana López. Cante: Ana Ramón, Sara Corea. Guitarra: Rubén Levaniegos, Isaac Muñoz. Percusión: Chema Uriarte. Chelo: Sergio Menem. Violín: David Moñiz. Dirección: María Pagés, El Arbi El Harti. Dramaturgia: El Arbi El Harti. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Martes, 29 de diciembre. Aforo: Lleno.
No es la Carmen de Merimeè. “Somos todas y cada una de nosotras. Mi madre, mi abuela, mi hija, mi hermana y tú y tú”, recitó por tanguillos una exultante María Pagés en uno de los momentos más efusivos de la obra. Y, sobre todo, ese yo es ella misma, una bailaora serena que canta chispeante contra la tiranía de la belleza –“no quiero una faja en mi vida quitándome el aire y la libertad”- y que reivindica la necesidad de ser una misma recordando las voces de María Zambrano, Margaret Atwood o Marguerite Yourcenar, entre otras.
Es decir, el mito es aquí un hilo sutil que sirve para tejer y dar sonoridad (a través de algunas piezas de la ópera de Bizet) al discurso propio que la sevillana lleva defendiendo décadas sobre el escenario. Convirtiendo su cuerpo en el cobijo donde habitan todas las mujeres silenciadas.
Así, en esta Carmen encontramos a la Pagés más María. A la maestra que ejerce de madre. A la amiga cómplice. A la mujer empoderada que ya sólo se busca a sí misma. A la hija que celebra feliz sobre el escenario el 90 cumpleaños de su madre. A la vulnerable y a la empoderada.
Pero, además, sin ser su mejor propuesta, porque no es ni la más original ni la más deslumbrante ni la más intensa, la obra tiene la virtud de recoger todo el ideario artístico de la bailaora. Sus sugerentes juegos de luces y sombras, su mirada elegante, sus dinámicas coreografías, la exquisitez con que se intercalan las piezas y con que se facturan las transiciones y esa plasticidad que tan bien esparce la Pagés sobre las tablas. De especial belleza fueron las piezas corales que, utilizando recursos habituales como abanicos, bastones o trapos, consiguieron regalar estampas nuevas y únicas como ese mantón hecho con esos paños anudados con el que remató las alegrías de las amas de casa. Y esas imágenes de la Pagés en penumbra que extiende sus brazos elásticos y parece contener el aire.