Cante: Rubito Hijo, Encarnita Anillo,
Felipe Scapachini, Juan Antonio Zarzuela, José Menese,
Diego Clavel, Juana la del Pipa, Manuel Tañé.
Baile: Antonio el Pipa y su grupo.
Guitarra: Antonio Carrión, Pascual de Lorca, Fernando
Rodríguez, José Ignacio Franco, Juan Moneo.
Entre todos los festivales de verano, el de La Puebla
de Cazalla es punto y aparte. Desde la primera edición
en 1967 los organizadores se han mantenido fieles al rigor
establecido por el poeta y pintor local, Francisco Moreno
Galván, y la noche del sábado, 12 de julio,
2003 cada uno de los cantaores invitados afirmó estar
consciente del peso de la responsabilidad que implicaba su
participación en el prestigioso evento.
Rubito Hijo
Felipe Scapachini
La ambientación del festival, como siempre, impecable
e idónea. A sólo dos minutos del centro urbano,
estás en plena campiña sevillana, y entrar por
el antiguo portal de la hacienda La Fuenlonguilla, es entrar
en otro tiempo. El poético detalle del romero fresco
echado por el suelo es una declaración de intenciones
y una invitación a participar, con respeto y dignidad,
en este singular acontecimiento.
El poético detalle
del romero fresco echado por el suelo es
una declaración de intenciones y una invitación
a participar.
No obstante, el nivel artístico de otros años
no fue alcanzado, y el cartel parecía haber sido confeccionado
con la prioridad de cantidad en lugar de calidad. Aparte de
los veteranos cantaores locales José Menese y Diego
Clavel, que juntos representan el pequeño pero rico
núcleo cantaor de La Puebla, no había ningún
nombre de peso en lo que al cante se refiere.
Diego Clavel con Antonio Carrión
La noche empezó, como es la costumbre en este festival
que pide que se llame «reunión», a las once
en punto con un solo de guitarra, en esta ocasión a
cargo de Antonio Carrión, por bulerías. Con
el apoyo de dos palmeros, el tocaor predilecto de los cantaores
veteranos tocó un bien construido surtido de falsetas
tradicionales y originales con brío y convicción.
Desviando del programa a petición especial de José
Menese que quería cantar alguna cosa para que sus nietecitos
lo pudieran ver sin tener que esperar hasta las cuatro de
la mañana, el cantaor ofreció unas discretas
guajiras, entre estilos cortos y décimas, y se retiró
del escenario para dar paso a su paisano Rubito Hijo. Con
el acompañamiento del tocaor Fernando Rodríguez,
el joven de 22 años cantó tientos tangos, marianas,
siguiriyas y alegrías con la sabiduría propia
de más edad, y algún que otro detallito camaronero,
dejando a su público entusiasmado.
El tocaor predilecto de los
cantaores veteranos tocó un
bien construido surtido de falsetas con brío y convicción.
La gaditana Encarnita Anillo fue el primer elemento decepcionante
de la noche. En la edición del 2001 la joven ofreció
su espléndido cante festero dentro de un cuadro gaditano,
y la cosa tenía que haberse quedado en ese pequeño
triunfo. Con el sabroso toque recortaíto y jerezano
de José Ignacio Franco, la cantaora se esforzó
por alegrías y malagueñas, dedicadas éstas
a una persona en primera fila, «un amigo mío que
canta muy bien muy bien que es Miguel Poveda», pero tuvo
más éxito su guapura que su cante. Luego se
dejó llevar por cantes más ajustados a sus dotes:
tientos con sabor gaditano desembocaron en unos tangos modernitos,
y por bulería, ya de pie la señorita, era pura
canción sin que lo terminara de transformar en flamenco.
Diego Clavel cerró esta primera parte con el toque
de Antonio Carrión. El maestro del grito contenido
cantó el polo (los cantaores moriscos tienen predilección
por los cantes olvidados e ignorados), y a continuación
unos tientos, un cante que Clavel siempre ha sabido mimar
y exprimir al máximo, acabando como se hacía
antes, con un rematito corto por tangos. Soleá por
bulería y petenera y se anuncia diez minutos de descanso.
Los cantaores moriscos tienen
predilección
por los cantes olvidados e ignorados.
La segunda parte abre con otro solo de guitarra, esta vez
con José Ignacio Franco, habitual componente del sexteto
de Paco Cepero. Bulerías de su tierra con un compás
irresistible que deleitó al público y sirvió
de entrada para el apartado del baile. «¡Uyyy qué
cosita más bonita!» exclama una redonda señora
detrás mía al entrar corriendo Antonio el Pipa
vestido de traje blanco y sonrisa, con sus largos brazos extendidos
en cruz. «Hostia…la paloma blanca de Picasso ha aterrizado
en La Puebla»…esta vez era una voz masculina. Y la
verdad, su presencia fue impactante. La personalidad artística
de Antonio el Pipa se ha cultivado en los grandes escenarios,
y la proyectaba más allá de los confines del
discreto recinto. Baila por soleá y por alegrías.
Juana la del Pipa, a pesar del pésimo sonido de su
micrófono, hace las delicias del público con
su voz de gravilla y su gracia, y la extraordinaria química
entre ella y su sobrino es hermosa de contemplar. En el fin
de fiesta recibimos una fuerte infusión de Jerez, y
El Pipa saca a Miguel Poveda que se defiende dignamente por
bulerías. Resulta curioso lo poco conocido que es el
joven cantaor catalán por estos lares en vista de sus
tres grabaciones en solitario y una década de actividad
profesional.
Juana la del Pipa hace las
delicias del público con su voz de gravilla y su gracia.
Seguidamente vuelve Antonio Carrión para acompañar
al gaditano cantaor Felipe Scapachini con su cante sabiendo
a Aurelio, a Manolo Vargas, a Pericón y especialmente
a Caracol. Alegrías en do, «como tiene que ser»
(pregunta por allí por la Viña), bulerías
con la mano pegada al pecho a lo Caracol, con «La Salvaora»
a compás de fiesta. Hasta allí bien, pero luego
una zambra «recordando a Manolo Caracol y a mi amigo
Beni», larga y distraída, no acabó de cuajarse,
y quedó un poco fuera de lugar. Un mucho.
Antonio El Pipa
La
decepción fue a más con el joven Juan Antonio
Zarzuela (al toque José Ignacio Franco), apadrinado
de Menese, que mostró más traje, peinado y sonrisa
que dotes para el cante. En una desafortunada inversión
del dicho «lo bueno y breve, dos veces bueno», el
joven cantó largo…alegrías, malagueña,
soleá, fandangos y bulerías…solicitando peticiones
entre cante y cante como tal Frank Sinatra. Por fortuna, aún
quedaba la intervención de su mentor, José Menese.
Hace muchos años que el cantaor dejó de ser
el niño prodigio del cante – hoy en día es todo
un patriarca y se comporta como tal, artística y personalmente.
El año pasado, recién salido de rehabilitación,
su intervención se sostuvo con pura nostalgia y el
gran cariño de su pueblo. Esta noche canta como en
sus mejores años: caracoles, peteneras, soleá
y siguiriya, ésta última acabada con la magnífica
interpretación de un dramático estilo del Nitri
y su flirteo musical en mayor. Impresionante.
José Menese con Antonio Carrión
Ha caído el frío
de la campiña, pero pocos
abandonan el patio porque falta la ronda de tonás.
Otro fin de fiesta con la propina sorpresa del cante del tocaor
Antonio Carrión. La noche empieza a pesar y ha caído
el frío de la campiña, pero pocos abandonan
el patio porque falta la ronda de tonás. Los cinco
cantaores varones se comportan en esta difícil prueba,
pero Diego Clavel, que canta lo último, se lleva la
palma con estilos poco oídos y muy hermosos. Buen sabor
de boca y hermoso recuerdo nos deja después de todo
esta reunión de cante jondo.