Texto y fotos: Estela Zatania
Nada les detiene a los jerezanos. Si la plaza de
toros no está en condiciones este año, po’
al Chapín, aquel recinto con aforo de 21.000 personas
donde normalmente otro tipo de afición disfruta de
otro tipo de espectáculo.
O quizás no haya tanta diferencia después de
todo. Las neveras, los grupos de adolescentes buscando la
marcha, las colas de tres cuartos de hora para llevarse un
par de cervezas o el colectivo “eh-oh” rítmico
(el “olé” ya no se lleva) para expresar
la satisfacción provocada por las buenas jugadas, quiero
decir, los buenos pellizcos. Aún así, ocupando
un rinconcito, menos de la cuarta parte del inmenso recinto,
los que acudieron a la cita parecían estar gozando
de una reunión de amigos…5000 amigos…y
todos buscando el pasarlo bien en una noche de verano al son
del compás de esta tierra.
Se podría criticar el ambiente ramplón, pero
tampoco hay que comparar el escenario de la Bulería
con el cuartito del tabanco, y me consta que el flamenco tiene
cabida para múltiples manifestaciones, formas y gustos.
Si es válido el escenario del sevillano Teatro Lope
de Vega para recibir a un público sofisticado en butacas
tapizadas de terciopelo faux, como será el caso cuando
se inaugure la décimo cuarta Bienal de Flamenco de
Sevilla esta semana, también lo es el de la Fiesta
de la Bulería.
Todos buscando el pasarlo bien
en una noche de verano al son del compás de esta tierra
La fiesta empezó por fiesta, con la casa de los Méndez,
los de la Paquera, con el toque de Miguel Salado y Manuel
Valencia, destacándose Jesús Méndez que
por fin está rompiendo y haciéndose merecedor
de su fama de “joven promesa de Jerez”. Paca y
Manuela ofrecieron su personal número de voces al unísono
y la muchedumbre agradeció el esfuerzo con extravagantes
aplausos.
La alicantina Susi, cuyo decir intimista es más propio
de los lugares reducidos y cerrados, salió hace unos
años del casi retiro para demostrar que el sonido Camarón
que ella siempre ha lucido, todavía es relevante. Por
malagueña y soleá a su manera, cantó
dignamente, rematando con sus personalísimas bulerías
con pataíta. El acompañamiento lo puso Pedro
Sierra, espléndido como siempre, contemporáneo
sin agredir, técnica sin alardes superficiales.
Fernando Terremoto luchó valientemente, entregando
cante de altura con su soleá por bulería, siguiriyas
y fandangos, pero cinco mil personas no estaban para la tarea
y apenas se callaron para el final por bulerías.
El Cigala se ha esforzado para
demostrar que un gitano madrileño puede gustar a la
afición de Andalucía la Baja
Diego el Cigala está haciendo el circuito de los festivales
de cante este año, con resultados desiguales. Si en
el Potaje Gitano de Utrera no acabó de conectar con
el público, y en La Unión sólo cantó
para sus incondicionales, en la Bulería se ha esforzado
para demostrar que un gitano madrileño puede gustar
a la afición de Andalucía la Baja. Farruquito
y algunos familiares que se encontraron detrás del
escenario no perdieron detalle, y jalearon animadamente al
cantaor con pinta de Jesucristo en versión Velázquez.
No obstante parecía despertar más interés
el toque de Diego del Morao que el cante del Cigala.
Joaquín Grilo se encargó del apartado del baile
con el apoyo vocal de David Lagos, el Pulga y Carmen Grilo,
y el toque de León y Reguera. Para los jerezanos, este
joven es lo más novedoso y extraordinario desde que
se inventó el pan pre cortado, y sin duda alguna el
Grilo ha demostrado que es un gran bailaor. No obstante, para
una servidora sin patria, el bailaor muestra señales
de estar quemándose, de querer hacer más cuando
a lo mejor corresponde menos y de estar perdiendo el hilo
creativo. Soleá, alegrías y aplausos estruendosos.
El Capullo vende su mercancía
creíble y flamencamente
La Macanita es la Macanita, y todos la queremos. Esa flamenquísima
voz, ese chal por los hombros, esa cara exótica y cómo
no, el irresistible recuerdo de la niña pequeña
que canta y baila en un antiguo episodio de Rito y Geografía
del Cante que ahora es del dominio público. Ya no esperamos
logros importantes de Tomasa y nos contentamos con lo de siempre:
soleá, tientos tangos, Corazón tras la Puerta
y bulerías por fiesta.
El Capullo de Jerez vino a poner orden, y así fue.
Su popularidad no hace más que crecer y el muchacho
vende su mercancía creíble y flamencamente.
Los aficionados “serios” no saben encasillarlo
pero su compás y personalidad ganaron, como siempre,
al numeroso público poniendo el final a esta edición
de la Fiesta de la Bulería poco antes de las cinco
de la mañana.
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