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Carmen Amaya: Evocaciones
Cante: Macarena Girádez, Vicente Gelo, El Galli, Pepe
de Purra, Mari Bizárraga. Colaboración especial: Rafael
de Utrera. Baile: Juana Amaya, Nazarét Reyes, Nano, Ma. del
Mar Montero, Marcos Jiménez, María Ollero. Acróbata-bailarina:
Raquel Ramírez. Guitarra: Paco Fernández, Niño
Manuel, Andrés Martínez. Percusión: José
Carrasco, Antonio Maya. Violín: David Moreira. Chelo: Ángel
Morilla. Creación y dirección: Pilar Távora.
Colaboración especial: Rafael Amargo
La crítica es difícil. Pero no ya por la
complejidad del flamenco, que le hace a uno caer en errores “de
humanos”, sino porque la sinceridad obliga muchas veces a
expresar opiniones que tomadas casi como ofensas personales por
los artistas provocan enemistades, cuando no debería ser
así ya que no se habla de la persona sino de su “trabajo”.
Tómese como constructiva la de sugerir otros acompañantes
a la estupenda bailaora Juana Amaya, ya que en el espectáculo
“Carmen Amaya: Evocaciones”, le han estorbado. Y no
me refiero a Rafael de Utrera (una de las colaboraciones especiales)
que interpretó un martinete profundo, ni a Macarena Giráldez
que, amén de los gustos personales, destaca por su voz potente
y gitana, sino al conjunto de guitarristas y cantaores, que no siendo
pasto para las llamas, tampoco correspondían a lo que merece
una artista de la talla de Juana Amaya. Rafael Amargo tendrá
su capítulo aparte.
El
Lope de Vega descubre su escenario para evocar la figura de la genial
Carmen Amaya. Nadie mejor que Juana podía meterse en el papel.
Menuda y con temperamento. Pero el telón se abre y aparece
Macarena Giráldez meciéndose, entonando una nana.
Suspendida del techo, entre velos, una acróbata-bailarina.
Ya la escenografía inquietaba: no fue tan inesperada la sorpresa
circense del descenso. Una propuesta escénica de cierta belleza
pero diría yo que prescindible. En el suelo, como de la nada,
representando a Carmen en la infancia, Nazaret Reyes, la hija de
Juana Amaya. La visten y le ponen los tacones. Pronto dejó
sus huellas en las tablas y su mirada clavada al frente. La cabeza
en su sitio, el gesto, los brazos, el contoneo de su cuerpo y la
manera de asumir el baile puede que hagan de esta jovencísima
bailaora una de las artistas que nos hagan hablar dentro de poco.
Tuvo su momento álgido por bulerías, sobre una mesa.
Juana Amaya muestra un baile temperamental,
mantiene una postura elegante y pisa siempre con firmeza
El espectáculo se compone de seis actos: la llegada, el
genio, el baile, el trabajo, el mundo y la fama y la partida, introducidos
algunos de ellos por vídeos, narraciones e imágenes
proyectadas. Juana Amaya hace suya la personalidad de Carmen y baila
furiosa, con carácter. La coreografía parece no estar
ensayada: el zapateado espontáneo, el movimiento de hombros,
su movimiento de manos y cómo se recoge el vestido y lo mueve
producen un efecto de naturalidad que se aleja del acostumbrado
montaje “de academia” que sabe casi a libro, a método
de enseñanza por ordenador. Juana Amaya muestra un baile
temperamental, mantiene una postura elegante y pisa siempre con
firmeza : destaca con claridad como figura de la noche.
Y Amargo… Se destapa y se levanta del suelo, en calzoncillos,
y se pone a danzar; o no sé cómo llamar a eso que
anunciaba que era “bailar como le gusta a los sevillanos”.
Resulta ofensivo por su parte creer que lo que hizo sobre las tablas
es del gusto de un público exigente. Supongo que parte de
la culpa habrá que echársela a Pilar Távora,
que para eso figura en mayúsculas en el programa como encargada
de la creación y la dirección de la obra. Es una pena
que mezcle a Juana con Rafael, porque sólo consigue una mayor
repercusión mediática, unos cuantos famosos entre
el público y estropear, manchar, amargar algo cuanto menos
agradable. La calidad del baile o la ausencia de la misma, como
es el caso, es responsabilidad del artista, pero la del espectáculo,
que buscaba evocar a Carmen y lo consigue, es de quien lo crea y
lo dirige. Rafael Amargo sabe dar vueltas y bracear en el aire,
hacer teatro quizás, y me reservo la opinión sobre
esta faceta suya, pero su lamentable actuación tardará
en borrarse de las retinas de muchos. Luego acompañó
en un paso a dos a Juana y las comparaciones son evidentes. No entiendo
la vanguardia si esto lo es. Ni quiero entenderla. ¡Ole Juana!
¡Ole!
Texto : Kiko
Valle.
“Canta y baila
Jerez”
Cante: El Capullo, El Torta, Fernando de la Morena, José
Méndez. Baile: Mercedes Ruiz. Guitarra: Diego del Morao,
Miguel Salado, Diego Amaya
El título de la presentación nos dice lo
que todos ya sabemos, que Jerez canta y baila. El hecho de que lo
que tuvo lugar en el escenario del Hotel Triana la noche de jueves
día 9 de septiembre haya sido de lo más impactante
de la Bienal hasta la fecha, manda un claro mensaje a los productores
y artistas vanguardistas en busca permanente de la novedad, lo nunca
visto o lo chocante, sin mencionar el euro público. Con cuatro
cantaores, una bailaora y sendos tocaores, jerezanos todos, eso
sí, sin aditivos ni conservantes, con sinceridad y entrega,
se sirvió un banquete del mejor flamenco.
Abrió el cantaor José Méndez, corto de voz
pero largo de aire y compás, ligeramente gritón, acordándose
constantemente de su tía Paquera y la Plazuela en sus cantes
por alegrías, soleá por bulería y bulerías.
El joven Miguel Salado a la guitarra, con fuertes influencias de
Paco Cepero en cuyo grupo suele tocar, es cada vez más seguro
y pulido.
Fernando de la Morena y Diego
del Morao |
El Torta y Diego del Morao
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Capullo de Jerez
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El eco irresistible, fraseo inconfundible y personalidad original
del veterano Fernando de la Morena con Diego del Morao acompañando,
calentaron el público de entendidos provocando oles colectivos
con soleá, fandangos y bulerías.
Sin aditivos ni conservantes, con sinceridad
y entrega, un banquete del mejor flamenco
La
bailaora Mercedes Ruiz, dueña de sutilezas, serena y fascinante,
vestida de blanco, elevó la amiga bulería a baile
de peso sin muecas ni tensión fingida, con pura magia en
los movimientos, y ni un solo desplante. ¿Qué será
eso que hace con las manos que parece que está hablando con
el aire?
El Capullo hizo del Capullo para mayor deleite del público.
A pesar no estar totalmente centrado, encontró su personalidad
con el apoyo del tocaor Diego Amaya que lo acompañó
por soleá por bulería, un cante cuyo carácter
anárquico se adapta perfectamente a este cantaor anárquico,
fandangos y unos tangos, más populares que tradicionales.
Cerró el Torta con Diego del Morao, y fue un acertado cambio
de última hora porque el cantaor tuvo su noche, que ya es
decir cuando del Torta se trata. Con su voz y su decir medio salvajes
convirtió taranto y cartagenera en producto jerezano, y un
surtido de malagueñas fue seguido de bulerías. Empezó
en un tono que no coincidía con el de la guitarra, pero Diego
lo pescó rápidamente. El Torta es un cantaor que despierta
pasiones y sus incondicionales no tuvieron motivo de queja en esta
noche jerezana en Triana.
Texto y fotos: Estela
Zatania
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