Estela Zatania
XVIX Potaje Gitano de Utrera. Homenaje a Lolita Flores
Sábado, 25 de junio, 2005. 2230h. Colegio Salesiano, Utrera (Sevilla)
Cante: Esperanza Fernández, Miguel Funi, Manuel Requelo.
Baile: Antonio el Pipa y su grupo. Familia Farruco
El invento cumple 49 años. Casi medio siglo hace que un pequeño grupo de utreranos acordó guisar un potaje de frijones, reunir a unos amigos y ofrecer una humilde velada a beneficio de la Hermandad de los Gitanos de Utrera. Poco se imaginaba nadie que aquella inspirada idea daría lugar a cientos de empeños parecidos, y a toda una etapa histórica para el flamenco: la época de los festivales.
Desde aquellos comienzos rudimentarios, las dimensiones del festival se han visto ampliadas exponencialmente para incluir a casi todos los artistas más grandes y representativos de cada época, con homenajes en vida a figuras tan relevantes como Manolo Caracol, Antonio Mairena o Pastora Imperio entre muchos, y alcanzando la asistencia de hasta tres mil personas.
Utrera: la esencia del flamenco, no como fenómeno comercial del momento, sino día a día como auténtico alimento espiritual.
Este año unos mil quinientos individuos llegaron al patio del colegio de los Salesianos para inaugurar la temporada estival con frijones y arte. Cada cartel de cada festival es un mundo, y tiene su propia personalidad. El del Potaje de este año iba cargado de baile y ligerito de cante, pero quedó redondo al final gracias al talento y entusiasmo de muchos artistas locales y el espíritu de este pueblo que vive la esencia del flamenco, no como fenómeno comercial del momento, sino día a día como auténtico alimento espiritual.
Requelo
La primera parte abrió dignamente por soleá, como manda Dios en esta tierra solearera, con la voz rozada y cálida del aficionado local, Manuel Requelo que también lució por siguiriyas y por tangos con la guitarra de Ramón Priego.
“Esa bufanda blanca, ese arte y ese magisterio” anunció Alberto García Reyes para presentar al lebrijano Miguel Funi que prologó la actuación manifestando su desacuerdo con la actualidad flamenca. Entonces, como cura elegante e inspirado diciendo misa, empezó con un popurrí amalagueñado, con el acompañamiento de guitarra de Juan del Gastor que recordaba aires de su pueblo de Morón de la Frontera y de su tío Diego. Entre los dos, la compostura hecha compás, una visión diferente del flamenco, estilizada, natural y oliendo a la campiña.
La compostura hecha compás, una visión diferente del flamenco, estilizada, natural y oliendo a la campiña.
De Jerez, el impactante Antonio el Pipa, vestido de blanco, llega al escenario con el atrás de calidad que siempre le acompaña. El cantaor Enrique el Extremeño entrega cantiñas con sabor a Utrera, su tierra adoptiva, para el baile del principal, y a continuación tiene lugar un mano a mano amistoso por soleá entre el Extremeño y Juana la del Pipa, dos voces para una pareja artística en potencia de la que hemos gozado en otras ocasiones. Antonio está en especialmente buena forma con un baile más comedido que lo habitual en él, y el público es suyo. El numerito de siempre de Juana y Antonio – las cosas buenas no caducan – compenetrados y enjundiosos, deja al patio embelesado.
“Su madre es de Lebrija, su padre de Triana” nos recuerda el presentador, destacando la apertura artística y la mente abierta de Esperanza Fernández que llega al escenario con el guitarrista granadino, Miguel Ángel Cortés. Cantiñas del Pinini, siguiriyas, tientos tangos y bulerías, todo pulido y estudiado, entregado con absoluta seriedad – la señora cumple sobradamente pero algo siempre impide que convenza. El acompañamiento de Miguel Ángel aspira al protagonismo y las afinaciones alternativas llegan a cansar, pero son dos profesionales consumados, qué duda cabe. El buen baile de Esperanza parece llenar el hueco dejado por su cante.
Homenaje a Lolita Flores cuya madre, la inmortal Lola, recibió el mismo honor en la décimo sexta edición del Potaje en 1972. Lolita acepta honores y trofeos diversos dando las gracias a la gente de Utrera “con su manera diferente de hacer el flamenco” , lamenta la ausencia de la Fernanda de Utrera y felicita a la hermandad por haber mantenido el primer festival flamenco del mundo durante tantos años.
Homenaje a Lolita
Juana y Antonio el Pipa – las cosas buenas no caducan – compenetrados y enjundiosos
Es el momento del cuadro de Utrera, momento idóneo además con la noche refrescando y los frijones entrando. En este pueblo el decir “aficionado local” son palabras mayores dado el magnífico surtido de voces y la abundancia de ange que caracteriza la localidad. El pintoresco patriarca Cuchara conduce el ambiente con la colaboración de Manuel y José de la Buena, Manuel Requelo, Diego Pantoja, Gaspar de Perrate, hijo mayor del legendario cantaor y muchos otros.
Broche de oro como se dice en estas ocasiones, y nunca mejor dicho. La Familia Farruco, magnífica, única, dueños del duende y proveedores permanentes del mejor baile flamenco de rigor y tradición. Farruquito, el director artístico, observa desde primera fila y su cara es un retrato de orgullo y satisfacción. Ya nadie confunde los demás elementos de la familia. Todos saben que el que protagoniza es el Farruco, el rubito hermano menor de Farruquito, Barullo ‘el negro’ como le jalean es primo de ambos, y la madre de aquéllos, La Farruca. Las guitarras de Román Vicenti y Antonio Rey están al rojo vivo, como corresponde a tamaño talento bailaor y la cantaora Mari Vizárraga es espléndida, una de las mejores voces femeninas actuales, relegada a un atrás que maneja con absoluta sabiduría.
En este pueblo el decir “aficionado local” son palabras mayores
Una impresionante bulería a palo seco prologa el baile de Farruco a compás de romance. El hermano pequeño de Farruquito tiene la técnica y la intensidad del mayor, pero recuerda al Farruquito de hace unos años cuando la juventud pudo más que su sensibilidad. Está consciente de su ‘sex appeal’, sonríe abiertamente al público, es chispa y luminosidad y por ahora carece de la aplastante dignidad oscura del hermano mayor que es la calidad que más destaca a éste. Pero el Farruco es joven y los miembros de esta familia maduran deprisa.
La Farruca, madre de las criaturas, todo una señora bailaora, algo más convencional que los muchachos, logra declarar su personalidad con contundencia incluso con los fenómenos que la rodean. Un final nada menos que electrizante, vamos, si de repente hubiera llovido, se hubiera producido un cortocircuito sensorial tamaño olímpico. El niño pequeño Manuel el Carpeta, creciendo como tienen costumbre los niños, deja al público boquiabierto con su dominio y madurez.
La Familia Farruco: magnífica, única, dueños del duende y proveedores permanentes del mejor baile flamenco de rigor y tradición.
Balance emocional a vuela pluma: hemos echado de menos el cante de algún figurón este año, pero la impresión global ha sido excelente. No sé si es cierto que los festivales están en declive como afirman algunos jóvenes que sueñan con un mundo flamenco nuevo, pero en Utrera la noticia no ha llegado, y se rumorea que la misma Reina estará presente el año que viene para conmemorar el aniversario de medio siglo del Potaje Gitano de Utrera.