Toda la información del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba 2004 Baile: Joaquín Grilo, Pastora Galván. Guitarras: José Quevedo “Bolita”, Ricardo Rivera. Una sobria presentación por bulerías a palo seco sirvió de declaración de intenciones para Joaquín Grilo y Pastora Galván, premios ambos en ediciones anteriores de este mismo festival concurso de Córdoba. En una noche de flamenco sin fusiones ni argumentos de ninguna clase, los jóvenes maestros tuvieron el excelente gusto de rechazar el manido concepto de la “obra”, sirviéndose exclusivamente de las herramientas que dos siglos de historia flamenca han puesto a su disposición. A pesar de un aforo de dos tercios y un público inexplicablemente frío, hemos presenciado cante, toque y baile de altísima calidad. La bulería de introducción se disolvió en una siguiriya a dúo donde la coreografía, algo sobrecargada de geometrías, se salvó gracias a la admirable compenetración entre los dos bailaores, y el cante mejor que aceptable de José Antonio Núñez y Luis Moneo. Al no haber cuerpo de baile para hacer tiempo mientras Grilo y Galván se cambiaban de vestuario, nos colocaron un largo solo de cante de Carmen Grilo, hermana de Joaquín. Cante minero terminado por ritmo abandolao, pero fue demasiada responsabilidad para la joven cuyo decir es más apto para canción que para cante. Una proyección fresca y moderna ricamente confundida En las alegrías en ‘mi’ ofrecidas a continuación Pastora Galván hizo para este palo lo que la Yerbabuena hace para la soleá. Impresionante la señora con su bata de cola blanca, su intensidad y su impecable control. Madura más allá de sus años, sentada, compacta incluso, flamencona al natural sin gestos rebuscados, dominio… Todo esto, y una proyección fresca y moderna ricamente confundida con el recuerdo de un pasado rancio y tradicional. Cantes de la marca Diego Carrasco redondeaban el aire renovador respetuoso. El largo baile por soleá de Joaquín Grilo ocupó el tramo final del recital de hora y cuarto. Quizás el peso de ser titular y protagonista de la noche le impulsó a excederse en determinados momentos. Pero no nos equivoquemos, es un genio y un maestro aunque en algún que otro momento se le pilla realizando movimientos que no se los cree ni él, queriendo cometer las mismas locuras que Antonio Canales sin poseer el grado de locura de éste. No obstante Grilo iba acomodándose por segundos, y cuando por fin empezó a confiar en sus propios recursos, que son considerables, su baile llegó a las alturas que hemos presenciado en otras ocasiones. Hacia medio baile, una plataforma con resonancia y amplificación adicional situada al fondo del escenario es el espacio donde Grilo se sincera consigo mismo y encuentra su verdad de aquel instante, porque las verdades artísticas no son absolutas sino transitorias e imprevisibles. Siguió luego fuera de la plataforma y quedó reiterado lo que hoy día ya nadie puede negar: la bulería se ha elevado a baile grande, prácticamente un género en sí, expresiva y magnífica en manos, pies y cuerpo de bailaores como Grilo.
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