Texto: Estela Zatania
Fotos: Ana Palma
DÍA DE LOS MALAGUEÑOS EN EL FESTIVAL DE JEREZ
Rocío Molina “Vinática”
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A mediodía en la Bodega San Ginés tuvo lugar la habitual rueda de prensa con la presentación, en su segunda mitad, del libro “La Repompa de Málaga” de Ramón Soler, Paco Roji y Paco Fernández. Roji desglosó brevemente la trayectoria de la cantaora malagueña que logró tener un lugar en la historia del flamenco a pesar de haber fallecido con apenas 22 años. Por la tarde, un viaje al flamenco retro y al futurista con dos bailaores malagueños, sorprendentes y originales, cada uno a su manera. CARRETE DE MÁLAGA “Carrete en vivo” Baile: José Losada “Carrete de Málaga”, Luisa Chicano. Cante: Juan José Amador, Manuel de la Curra. Guitarra: Luis Santiago. Vaya personaje que aterrizó anoche en la Sala Compañía. Algunos habíamos visto antes al Carrete de Málaga, bailaor veterano de los garitos de la Costa del Sol en el auge turístico que hizo posible locales legendarios como La Taberna Gitana, El Jaleo o la Pagoda Gitana entre muchos otros. Esa misma movida fragmentó el ambiente flamenco de Málaga, y José Losada, “Carrete”, quedó como un anacronismo que se buscaba la vida con su baile medio chistoso que en principio, parte de una línea tradicional. En la Bienal de Málaga de 2007, el mundo flamenco descubrió al Carrete que está en vías de convertirse en estrafalaria figura de culto. Su look preferido es el frac, chistera y bastón, y tiene suficiente gracia para lucirlos con cierta elegancia. Carrete no es un payaso, y tiene instintos claramente flamencos. Es un vestigio del clásico bohemio pintoresco del tipo que antes abundaban en el flamenco, subsistiendo de feria en feria, fiesta en fiesta, alternando cantes y bailes improvisados con anécdotas y travesuras. El publico de cursillistas y turistas no sabe reaccionar, especialmente cuando Carrete descubre el pecho y realiza ondulaciones musculares a compás. Pero también baila sus alegrías y bulerías con una elegancia sui generis. La bailaora Luisa Chicano pone el punto más formal con soleá al compás de bulerías por soleá, y la participación de Juan José Amador al cante también es una garantía.
ROCÍO MOLINA “Vinática” – Video Baile, idea, coreografía y dramaturgia musical: Rocío Molina. Cante: Jesús Méndez (artista invitado). Guitarra y música original: Eduardo Trassierra. Palmas y compás: José Manuel Ramos “Oruco”, Miguel Ángel Ramons “El Rubio”. Va a ser complicado comentar el trabajo “Vinática” de Rocío Molina, de lo poco que he visto del mismo. Llegué quince minutos antes del comienzo, y no abandoné mi butaca hasta después del último saludo, pero la extrema oscuridad a lo largo de la obra impidió ver gran cosa de lo que transcurría. La moda del negro sobre negro con escasa luz, ha llegado a un extremo que anoche provocó el descontento de muchos. Cuando no ves los gestos de las caras, falta el calor humano – es como estar observando robots a compás, por muy bien que ejecuten cantes o bailes. La mayoría del tiempo, tampoco fue posible distinguir la colocación de los dedos del gran guitarrista Eduardo Trassierra. A los que entendemos algo de guitarra, nos interesan las novedosas armonías y maneras de construir y ejecutarlas. Son detalles que disminuyen la experiencia, pero debo concluir que Rubén Camacho, que figura como diseñador de la iluminación, se limitaba a cumplir las órdenes de Rocío Molina. Antes del comienzo “oficial” de Vinática, vemos a Rocío Molina de espaldas, realizando pequeños movimientos con el brazo derecho; más de media hora en esta ocasión. Indica la determinación, las ganas de trabajar y la necesidad de expresarse de la joven malagueña. Dos hombres se encuentran a un lado del escenario, y cada tres o cuatro minutos, se colocan al lado de Rocío para brindar con copas de vino hacia el fondo del espacio. Suena música de piano y voces en off que no se entienden, y seis o siete monigotes tamaño real pueblan la pista para completar una puesta en escena surrealista. El cantaor Jesús Méndez, artista invitado para esta representación tan diferente a la que vimos del mismo espectáculo en enero en el Festival de Nimes, es el nexo que sirve de anclaje y relaciona la obra, que puede resultar difícil para el aficionado al flamenco clásico, con Jerez. Los bailes que te marcan la retina son unas alegrías tradicionales (dentro de la contemporaneidad que cultiva Molina), siguiriyas y bulerías, los tres, francamente impresionantes; ya no sé con qué palabras halagar el talento de Rocío Molina. Si el nivel del baile, guitarra y cante es extraordinario, menos satisfactorio para la que escribe ha sido la experiencia teatral. El insistente aire de tristeza y pesadez, alimentado por la oscuridad que no da tregua, es opresivo, incluso cuando el baile de Rocío es pellizco y juventud, cuando baila con pandereta con luz incorporada o, de hecho, hace cualquier cosa. Sus movimientos fascinan y su técnica deslumbra. En el final, sale la bailaora fijada a una tira de tela de varios metros sujeta y mantenida en tensión por algo o alguien. Es un efecto hipnótico cuando ella se queda al borde de la pista, dejándose inclinar precariamente hacia el patio de butacas. Existe el baile y existe el teatro. A veces ambos elementos se unen, alimentándose mutuamente y creciendo los dos. En “Vinática” la lucha entre teatro y baile no acaba de resolverse, y cada espectador tendrá su interpretación de lo que vimos anoche. A la medianoche, en la Peña el Pescaero, había cante con Joaquín el Zambo acompañado a la guitarra por el Niño Jero. |