XVI Bienal de Flamenco. 'MAESTROS' – Valderrama 'ALEJANDRÍAS, la mirada oblicua ' Cía 8co80 'LA VIÑA: CANTÓN INDEPENDIENTE' David Palomar

Resumen: XVI Bienal de Flamenco. 'MAESTROS' – Valderrama 'ALEJANDRÍAS, la mirada oblicua ' Cía 8co80 'LA VIÑA: CANTÓN INDEPENDIENTE' David Palomar

XVI BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
“MAESTROS” – Valderrama
«ALEJANDRÍAS, la mirada oblicua » Cía 8co80
«LA VIÑA: CANTÓN INDEPENDIENTE» David Palomar

Jueves, 23 de Septiembre 2010

 


Fotografías: Luis Castilla / Bienal de Flamenco

Especial XVI Bienal de Flamenco 2010. Toda la información. Programación, reseñas, fotos…

“MAESTROS” VALDERRAMA
Teatro Lope de Vega 21.00 h

Ficha artística: Cante: Juan Valderrama; Colaboración Especial: Dulce Pontes, “El Güito”; Guitarra: Daniel Casares; Piano: Laura de Los Ángeles; Violonchelo: Rafael Domínguez; Contrabajo: Alberto Román; Violín: Alejandro Álvarez; Palmas: Grupo Jaleo; Dirección Musical y Arreglos: Jesús Bola.

Texto: Gonzalo Montaño Peña

El cantaor- cantante Valderrama quiso homenajear a una generación de cantaores que (según él) han caído en el olvido. Además de reivindicar un estilo y educación musical aprendidos directamente de su padre.

El espectáculo abre con una proyección de videos de los maestros “olvidados” a los que hace referencia este homenaje (Caracol, Niña de los Peines, Vallejo, Marchena, Valderrama). A la vez una intro instrumental iba mostrándonos la gran calidad musical y el acabado de esta propuesta. Y yo me pregunto ¿Están realmente olvidados estos maestros del cante? Sinceramente creo que no. La prueba está en oír los nuevos discos de cantaores y cantaoras que salen al mercado entre los que encontramos numerosas referencias a los citados artistas, lo bueno nunca pasa.

Pero fijándonos de nuevo en el recital, tras la agradable intro, un stacatto del trío de cuerda nos trae a Valderrama al escenario para que sonara la milonga “La Rosa” de Marchena. Ahí descubrí una voz llena de posibilidades, de sonido limpio y afinado y sobre todo muy cómoda en el falsete con abundantes melismas y de bajo claro y hermoso, aunque tal y como iba transcurriendo el concierto me fui dando cuenta de lo lineal de su decir en el cante. Me refiero a la cuestión rítmica, todo demasiado cuadrado y a tiempo como para dejarle un poco de gracia a las frases.

El repertorio del recital me pareció por momentos repetitivo sobre todo cuando liga las Guajiras con las Colombianas o cuando se suceden la Milonga, con la Farruca y el Garrotín,sumado al aire “acancionado” que le daban la voz y los arreglos. Aunque hay que decir que como espectáculo fue entretenido y las historias que el propio cantaor iba contando le daban un interés y atractivo que la gente agradeció en todo momento.

Me gustaron las colaboraciones tanto la de Dulce Pontes, a la que el estilo “acancionado” de la Vidalita parece que le viniera de perlas, quedando un dúo vistoso y bello. Es curioso que en la pasada bienal, en el tandem que hiciera la portuguesa junto a Estella Morente no se atreviera a hacer ni siquiera un poco de algo “flamenco” y en esta ocasión se la notara tan a gusto en este papel.

También me gustó la pincelada que dejó “El Güito” en la Soleá. Majestad en su planta y ¡que forma tan “jucal” de estar en el escenario!….

 

Me parecieron acertados los músicos del espectáculo tanto la guitarra de Daniel Casares que supo estar en su sitio todo el recital, como el trío de cuerda o el piano de Laura de Los Ángeles que estuvo elegante tanto en el acompañamiento como en la Rondeña que hizo solista.

Los arreglos que propuso Jesús Bola me parecieron de gran calidad (para la idea de espectáculo planteada) y gran gusto en la elección de la instrumentación y el concepto de acompañamiento que dispuso.

En general más que un recital de cante me pareció un concierto, que como tal estuvo bien. El estilo de voz “ajilguerado” puede empalagar en cuestión de cinco o seis canciones, pero las colaboraciones le añaden un poco de variedad. Ahora bien, como recital flamenco me pareció demasiado “Light”, falto de gracia y de entrar en cuestiones donde el cante  se hace grande y llegan la gracia en el decir y el dolor en el cantar, si le quitamos eso al cante, estamos perdidos.

“ALEJANDRÍAS, la mirada oblicua”
COMPAÑÍA 8co80 Producciones.
Teatro Central 21.00 h

Texto: Estela Zatania

Cante: Juan José Amador. Guitarra, zanfoña: Raúl Cantizano. Santur y lira: Juan Manuel Rubio. Batería, cajón, bendir: Antonio Montiel. Violín: Fathi Ben Yakoub.

A pesar del libreto más largo de lo que ha habido hasta ahora en la Bienal de Sevilla (o quizás a causa de ello), no sabía qué esperar de una obra llamada “Alejandrías, La mirada oblicua” presentada por una compañía de nombre impronunciable: “8co80”.  De hecho, me apunté sólo al ver los nombres de Inma “La Bruja”, que al final fue sustituida por Ana Malaver, y el de Juan José Amador, que no estaría envuelto en nada que no valiera la pena.

Y acerté. Destacar antes que nada, dos cosas: 1) que estamos ante una obra de teatro bailado, no baile escenificado, en el que no se notaría ningún cambio si se eliminara toda alusión al flamenco, y 2) no soy crítica de teatro.

Siempre que se lea la frase “obra ambiciosa”, hay que sospechar que la persona que la ha escrito te quiere comunicar “han intentado abarcar demasiado”.  “Alejandrías, La mirada oblicua” es ambicioso en el sentido más sano y positivo: en mi opinión, se logra el cargado y aparentemente imposible objetivo de representar gran parte de la historia de Alejandro Magno en noventa minutos de baile.  Las oportunidades para el fracaso abundan.  Alusiones sexuales y homosexuales, vestuario fantasioso de época, lucha, muerte, celos, recelos y narrativas entre escena y escena… elementos que han conducido en otras obras de otras compañías de baile al más absoluto ridículo.

Y confieso que en los primeros minutos tenía un ojo en la puerta por si tuviera que planear la ruta de huida.  A lo mejor todo arte de calidad te deja con esa duda, si aplaudir o salir corriendo.  Debido a la fuerza de personalidad, dancística y física de los cuatro bailarines, se crea una insoportable tensión que no te permite apartar la vista.  Juan Carlos Lérida como Alejandro se mete en la piel del griego hasta inspirar el miedo con la extravagancia de sus movimientos.  Marco Vargas y Marcos Jiménez son igualmente impresionantes, y Chloé Brûlé es extraordinaria, especialmente en un largo paso a dos con Lérida que es la seducción bailada más poderosa que recuerdo haber visto.

 

Ante tanta personalidad y fuerza, Juan José Amador y Ana Malaver que lleva la parte narrativa, quedan en segundo plano a pesar de sus admirables interpretaciones.  “Trilla, seguiriya, abandolao, romance, nana, vidalita, giliana” dice el programa.  Yo sólo recuerdo una historia dramática contada mediante cuatro vehículos humanos de mucha expresividad, una música exótica que se me antoja “auténtica” y una obra misteriosamente bella y coherente aunque no es clasificable como “flamenco”, ni con la definición más aperturista.

“LA VIÑA: CANTÓN INDEPENDIENTE” DAVID PALOMAR
Teatro Alameda 23.00 h

Texto: Estela Zatania

Cante: David Palomar. Guitarra flamenca: Ricardo Rivera, Keko Baldomero. Bajo y contrabajo: Manuel Posadas “Popo”. Piano y teclados: Jesús Lavilla. Percusión y coros. Javier Katumba. Batería: José Mena. Coro y palmas: Anabel Rivera, Reyes Martín, Toñi Nogaredo, Matías López. Artistas invitados: Rafael Rodríguez, Daniel Méndez, Cifra 3.

Del intenso dramón griego en el Central, el cambio a la luminosa dulzura de Cádiz no pudo ser más brusco…y bienvenido.  El joven David Palomar presentó su segundo trabajo discográfico, “La Viña, cantón independiente”, una declaración de libertad y un homenaje a la tierra que lo vio nacer.  (No me gusta ver presentaciones de disco en la Bienal fuera del marco de las actividades paralelas, pero es lo que se lleva hoy en día).

Un casi excesivo grupo de siete músicos y tres artistas invitados, dadas las limitadas dimensiones y pretensiones del Teatro Alameda, apoyó un dilatado y cuidadosamente elaborado espectáculo digno de escenarios de más prestigio.  Hubiera disfrutado más de un recital convencional de este joven abanderado del cante gaditano – siempre queda mejor si el ánimo de promocionarse se disimula – pero el talento bruto y la personalidad abierta de Palomar suavizaron posibles inconvenientes. 

El comienzo con versos y rap contestarios, pronto se derritió en algo menos agresivo, y pudimos disfrutar de fandangos y tientos con un hermoso y original arreglo.  El coro de cuatro voces, que seguramente queda perfecto en la grabación, ubicó el recital firmemente en el terreno de la música pop; los hubiera dejado en casa esta vez.  Bulerías de canción sobre Jerez, tanguillos de comparsa sobre la invasión napoleónica y la comicidad del guitarrista Ricardo Rivera fijaron una pauta típicamente gaditana de “to’l mundo e güeno”. 

Una rumba roquera apenas molestó (es broma…medio broma….no todo el mundo estaba preparado para eso), y llega el maestro Rafael Rodríguez para acompañar a David.  El guitarrista moronense Daniel Méndez es otro invitado de lujo.  En unas estupendas bulerías no hay necesidad de “modernizar”, es el palo más dinámico y actual del flamenco, y se autoactualiza en manos y boca de los que saben manejar el compás.  Palomar se convierte en un Diego Carrasco gaditano, nombra a los viejos cantaores de Cádiz, y en lugar de “José Monge Cruz”, el coro es para “Chano Lobato”. 

Después de unas sevillanas a teclado, el cantaor saca su DNI musical, y solo ante el peligro, sin guitarra ni palmas ni nadie en la pista, interpreta una serie de alegrías, romeras y cantiñas por si alguien dudara de su capacidad cantaora.


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