Baile: Farruquito, Farruco, Barullo, El Polito, Pilar
'La Faraona', Adela Campallo, Keren Jacobi. Cante: José Valencia, El Canastero, Mari Vizárraga,
La Tana. Toque: Román Vicenti, El Perla. Artista invitado: Manuel Molina.
La noche de viernes 4 de julio, 2003 dos mil quinientos
seres humanos ocupaban sendos huecos numéricamente
asignados para presenciar la actuación más esperada
del festival de Mont-de-Marsan. Después de una gira
de extraordinario éxito por los Estados Unidos, el
que fuera príncipe se había convertido en rey,
y sentados en el Espace François Mitterand había
cierta sensación de estar a punto de presenciar una
coronación. Las primeras filas estaban llenas de artistas
de renombre que habían alargado su estancia en Mont-de-Marsan
para no perder la actuación de la primera familia del
baile. Hoy en día cuando el flamenco va de superestrellas,
el nieto del mítico Farruco, es el nuevo bailaor de
moda, condición que el joven patriarca es reacio a
aceptar, a la vez que asume sus responsabilidades con toda
la dignidad de una persona mucho mayor.
Hablar de este espectáculo es hablar de una saga y
de una escuela de baile caracterizada por su imponente elegancia
y asombroso dinamismo flamenco y gitano. Es imposible quedarse
impasivo ante el alud de energía y expresividad que
es lanzado desde el escenario a cada uno de los espectadores
y que acaba llenando el ambiente de esa calidad indefinible
que todos intentamos definir, que es el flamenco.
«Alma
vieja» se basa precisamente en el pretexto histórico
de la familia. El espectáculo empieza con el artista
invitado, Manuel Molina (el de 'Lole y Manuel'), sentado solo
con su guitarra iluminado por un austero foco superior para
narrar la ascendencia y nacimiento de Farruquito como si de
un dios nórdico se tratara. Sólo Manuel Molina
es capaz de realizar tan histriónica tarea sin que
caiga en lo ridículo, y los aplausos indican que acierta.
A partir de ese momento se ofrece una serie de bailes donde
se insiste en el tema generacional. Farruquito baila con su
tía La Faraona, pasa el testigo a su hermano menor
Farruco que a su vez lo pasa a los más jóvenes,
Barullo y Polito, y de nuevo hacia los mayores en un constante
fluir de energía, siempre con el compás de armazón
indestructible. Puede que con el tiempo la propuesta resulte
demasiado sentimentaloide o trillada, pero por ahora nos gusta
ver este retrato familiar bailado, por otra parte plenamente
justificado porque cada uno de los componentes es todo un
artista en sí, hasta el más jovencito…nada
de niños graciosillos obligados a menear el esqueleto
para exprimir aplausos.
Se agradece un obvio esfuerzo para aumentar el acostumbrado
repertorio del baile flamenco actual donde todo acaba siendo
bulerías. Un baile tradicional por farruca, con cante
incluido, realizado por Farruquito que luce un despampanante
traje de seda roja brillante con madroños negros, pretende
hacer hincapié en el nombre del baile, pero ni los
mejores esfuerzos del magnífico cantaor José
Valencia con un cante que poca salida tiene, logra hacer que
esto se cuaje. Hay más escenografía y coreografía
que en presentaciones anteriores, y con la excepción
del fin de fiesta, se echa de menos el baile anárquico
y de inspiración de Farruquito.
«Bulerías de la Gorda» realizada por la
voluminosa Faraona proporciona una buena dosis de la esencia.
El Farruco, hermano menor de Farruquito, testosterona pura
a compás, parece a punto de autodestruirse a veces,
pero siempre acaba justito y a tiempo, dejando al respetable
extático, a veces robando protagonismo al patriarca.
«Soleá en tres décadas» con Barullo,
Farruco y Farruquito insiste nuevamente en la familia, y esa
manera que tienen de echarse para atrás, desafiando
las mismas leyes de la naturaleza, hace que dos mil quinientos
sistemas respiratorios dejen momentáneamente de funcionar.
«¡Uy, que me caigo!» es el gracioso jaleo
de uno del atrás.
Cuando
acaba la primera parte el público está tan emocionado
que los que no han estudiado el programa creen que el espectáculo
ha terminado. ¿Qué se podrá ofrecer que
vaya más allá de lo que ya hemos visto? Después
del descanso, dos bailaoras en batas de cola blancas para
cantiñas es un detalle vistoso, pero sabe a concesión
comercial. En un taranto bailado por Farruco con pincelada
de la Faraona el traje color mostaza del joven bailaor no
parece lo más indicado, pero el baile es intachable.
Seguidamente sale Farruquito vestido de traje 'neru' blanco
para siguiriyas, número que acaba de manera espectacular
con las dos bailaoras y cuatro bailaores armando el belén
al son del dramático cambio del «otro» Manuel
Molina, el que mereció llamarse «Señó».
Vuelve el Manuel Molina de Lole para pronunciar el colofón
y dar pie al fin de fiesta que ofrece las respectivas pinceladas
de todos los componentes. Felizmente exhaustos abandonamos
el enorme auditorio en cuyas afueras una aglomeración
de jovencitas espera ansiosamente la salida del patriarca.