1ª Parte “Sabiduría” Cante Diego Clavel, guitarra Antonio Carrión
2ª Parte “De aire y madera” Cante Juan Carlos Romero, guitarra Paco Cruzado, baile Edu Lozano, palmas y coros Ana Gonzáles y Javier González.
Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafa Manjavacas
Tras la semana de actividades previas en La Casa Encendida, comenzó la “Semana Grande” del Festival Flamenco Cajamadrid en el Teatro Albéniz con Diego Clavel y Carmen Linares, dos formas de entender el cante diferentes en la forma pero unidas por un mismo respeto. Y junto a ellos, otras dos formas de concebir la guitarra flamenca: Antonio Carrión y Juan Carlos Romero. Diversidad es sinónimo de riqueza.
El morisco Diego Clavel es un gran ejemplo de ese flamenco sevillano de la Campiña, largo, serio, grave, casi polvoriento. Su actuación llevaba en el programa el lema “Sabiduría”, algo que él negó por esa humildad que le caracteriza y achacó sus conocimientos a los años. Pero pocos cantaores manejan un repertorio tan amplio como el que tiene el de La Puebla de Cazalla. Cosa distinta será que su interpretación o su manera de presentar las formas de los cantes sea o no compartida –que siempre habrá quien lo discuta-, pero no puede caber ninguna duda de que Diego Clavel es un pozo de sapiencia. Lo demostró ayer en una actuación de fue subiendo de intensidad a la manera de la Puebla: si en el prestigioso festival morisco se termina cantando por tonás, Diego puso broche de oro a su cante con unos magistrales cantes por siguiriya y cabal.Previamente había transitado por las soleares, las malagueñas, los tientos, las cantiñas y la caña. Todo en su sitio, con rigor y, sobre todo, con valentía, de tal forma que aunque no se considera a Diego Clavel un cantaor de pellizco –entiéndase esta afirmación en términos generales- sí que supo arrancar los olés más sentidos de la noche. A todo esto, iba dando referencias de los cantes que hacía, lo cual está muy bien para que los aficionados pudiéramos tomar nota, asentir o discrepar, según cada cual. La magnífica guitarra de Antonio Carrión va como anillo al dedo a ese tipo de cante envolviéndolo, aliviándolo en su momento preciso, dando intensidad allá donde es necesario, consiguiendo un clima, un todo continuo y creando, en fin, un delicioso equilibrio entre cante y toque. Esa guitarra de peso también entra en los cánones de ese flamenco grave de la Campiña sevillana como el que supo crear el gran Melchor de Marchena.
Nos fuimos al descanso con muy buen sabor de boca. Lástima que en la taberna de en frente nos topáramos con el camarero más lento, más torpe y más desagradable de de Madrid. Les recomiendo que no pisen mucho ese local si sufren algún padecimiento coronario. Incluso les recomendaría lo mismo aunque no lo sufran: la prevención es la terapia más eficaz.
De nuevo en el Albéniz-no sabemos por cuánto tiempo más podremos disfrutar de este teatro- nos esperaba la segunda parte del programa: “De aire y madera”. Carmen Linares cantó con su oficio habitual, lo cual ya es mucho, si bien echamos en falta algo más de brillo e intensidad, tanto en su voz como en el propio espectáculo en su conjunto. Quizá nos supo más a madera que a aire. De cualquier forma, fue muy bonita la interacción entre voz y guitarra: la textura aterciopelada de la Linares iba siendo coloreada en todo momento por la guitarra de Juan Carlos Romero que demuestra día a día por qué es reclamado por los más importantes cantaores, y no solo para acompañar, sino también para componer. Algunas de las piezas que interpretaron anoche llevaban su marchamo creativo, como las bulerías por soleá o una hermosa canción con letra de Ortiz Nuevo llevada a ritmo velado de fandango. Carmen Linares, todos lo sabemos, atesora también infinidad de conocimientos, siempre tiene recursos, sabe compaginar la tradición con las maneras actuales de encauzar el sentimiento flamenco y nunca decepciona. Ayer pudimos comprobarlo nuevamente, destacando en cantes como la taranta, las bulerías por soleá, la romera o las bulerías. Reseñable fue también el baile de Edu Lozano, con su estética vertical, rígida, llena de gravedad, de fuerza y de flamencura.
Quedó inaugurada, por tanto, la decimoquinta edición del Festival Flamenco Cajamadrid con dos grandes cantaores que comparten una infinita afición por el flamenco pero que lo materializan con formas y formalidades distintas. Esa es la mayor riqueza de este arte.
Posdata: No tiene ningún sentido que la organización del Festival Andalucía Flamenca esté ofreciendo esta misma semana actuaciones paralelas en otro teatro de Madrid, coincidiendo además los horarios de ambas programaciones. La afición madrileña no se merece estar sometida a esa disyuntiva y, lo que es más grave aún, los artistas tampoco. Mucho me temo que con la tradición y el peso que el Festival Cajamadrid tiene en la capital, Pastora Galván e Isabel Bayón vean mermadas las posibilidades de repercusión y difusión de sus trabajos. Siempre pagan justos por pecadores.