‘ORO VIEJO’ |
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ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Estela Zatania Baile: Rocío Molina, Eduardo Guerrero, Moisés Navarro. Colaboración especial: Laura Rozalén. Guitarra: Paco Cruz, Rafael Rodríguez. Percusión: Sergio Martínez. Palmas: Bobote, Eléctrico. Colaboración al cante: Rosario Guerrero ‘La Tremendita’. Con veinticuatro años que tiene actualmente, no sabemos si Rocío Molina es niña prodigio, precoz joven adulta o simplemente un genio. “Simple”, y probablemente las tres cosas, porque la malagueña que sólo lleva unos cuatro años revolucionando el panorama, casi sin intención, bailando lo que siente la necesidad de bailar y comunicando con su público mediante una perfecta línea directa, anoche volvió a demostrar sus cualidades. Quizás sea exagerado decir que la Molina está haciendo para el baile femenino, lo que Israel Galván ha hecho para el masculino, pero por allí por allí anda la cosa, porque además de ser una gran bailaora y bailarina, posee imaginación, inquietud y un intelecto tamaño industrial. “Oro viejo” es un “estreno mundial”, frase que inspira terror en el corazón de todo aficionado…bueno…en el mío. Porque por lo general significa “mucha subvención y ambición, poco contenido de valor”, un producto hecho para el mercado global para las personas que no tienen el menor interés en el flamenco, o incluso huyen de él. Es el flamenco dignificado y domesticado, apto para todos los públicos. Esta obra tiene sus momentos buenos, pero en general, el “oro” del título es 18 quilates de puro Rocío Molina. Hay un vago hilo argumental que tiene que ver con el paso del tiempo, al menos la cuarta obra de la Bienal con semejante referente o estética. Un audiovisual con imágenes de ancianos, agua que cae gotita por gotita desde lo alto, directamente a unos cuenquitos distribuidos por el escenario, y la música retro grabada de canciones antiguas como María de la O, Falsa moneda o martinete. Ya sé que martinete no es una “canción” antigua, pero tenemos que apañarnos con las voces grabadas de Periñaca o Pepe Marchena (no citados en el programa) porque la joven cantaora Tremendita, una vez más, está obligada a cantar melodías raras con una voz rara (despacha con habilidad un fandango de Vallejo, eso sí). De hecho, se siente, y mucho, la falta de cante. Los dos bailaores, Moisés Navarro y Eduardo Guerrero, son excelentes, tanto bailando como interpretando. Laura Rozalén insiste en expresar coquetería, cuando otras mujeres de su talla han comprendido que un cuerpo grande expresa mejor otros sentimientos más fundamentales, menos superficiales. Rafael Rodríguez a la guitarra sigue siendo uno de los pocos especializados en acompañamiento con personalidad propia – en una deliciosa guajira de la Molina, apenas notas la ausencia de cante gracias a su versatilidad. En realidad, todo gira en torno a Rocío, la Princesa Leia de La Guerra de las Galaxias en versión andaluza. No quieres perder ni un segundo de su baile medio conceptual medio onírico. “Ponme la mano aquí, Catalina”, con una marchosa percusión y sombrero de paja, es un numerito sabrosón, lleno de vida. Rocío no tiene miedo a incluir grandes brochazos cómicos, frescura, luz y también referencias eróticas. Caña, una malagueña de Chacón, donde Rodríguez toca la parte del cante, Rocío de pantalón y chaquetilla, a lo Carmen Amaya, con aceleraciones como antiguamente… Muchos elementos buenos, y la inexplicable privación de cante para unirlos coherentemente.
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