XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA |
ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Juan Diego Martín Cabeza Buenos músicos haciendo buena música. Un encuentro de instrumentos e instrumentistas que han recorrido caminos muy diversos para reencontrarse en el universo flamenco, en su compás, en sus armonías. El grupo representa de un vistazo lo que ha significado el flamenco durante muchos años: encuentro de músicas y de culturas distintas que confluyen para dar vida a algo que se nos da consistente y universal. Así, la guitarra de Bolita comparte escenario al mismo nivel que instrumentos que en un primer momento evocan otras músicas a priori ajenas a la tradición flamenca. El contrabajo y su innegable sabor jazzístico, el violín y su brillo clásico… Pero no nos engañemos tampoco. Hace ya muchos años que este tipo de música, con sus músicos y sus instrumentos, es ya una propuesta tradicional del flamenco. Precisamente en esta bienal estamos asistiendo ya a la implantación de los dj´s y de la música electrónica en el baile. No vamos, por tanto, a caer en la tentación de llamar arriesgada ni innovadora a esta formación que es heredera de una tradición que se inauguró quizás con los grandes artistas de los que se rodeó (y sigue haciéndolo) Paco de Lucía hace más de treinta años. Por lo tanto, estamos hablando de un género en si mismo dentro del flamenco. Una forma expresiva más que debe cautivarnos, por fin, no por su faceta transgresora y original; sino por la esencia misma de lo que se trata, por la música, simple y llanamente. La música funciona fluyendo en el compás de amalgama. Funciona cuando cada uno de los intérpretes toca una composición propia pero también funciona cuando ponen su propio bagaje musical al servicio de un bien común, una canción, un tema, que reúne todas esas biografías musicales, que son músicas y vivencias. Esto ocurre, sobre todas las cosas, en la bulería de los diez huevos (que tal vez debieron ser ocho en rigor, dada la ausencia de Ángel Sánchez Cepillo). El francés Alexis Lefèvre ahondó al máximo en las posibilidades expresivas de su propio violín en una composición en solitario verdaderamente dramática y efectiva. Pablo Martín también brilló en sus solos, atendiendo al mismo tiempo a otras funciones importantes como la de organizar sobre el escenario el torrente de músicas distintas de la que son capaces estos intérpretes.
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