XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA ‘EN SUS 13’ |
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ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Estela Zatania Baile, producción, dirección y coreografía: Olga Pericet, Manuel Liñán, Marco Flores. Artista invitado: Daniel Doña. Cuerpo de baile: Tacha González, Ana Romero. Cante: Emilio Florido, Jesús Corbacho. Guitarra y música original: Antonia Jiménez, Arcadio Martín. Percusión: Sergio Martínez. “En sus 13” es el nombre de esta obra, y también de la nueva compañía que lleva más de seis años cuajándose mediante una serie de exitosas propuestas. Pocas compañías de baile, por no decir ninguna, reúnen a tanto talento en tan pocos componentes. La típica formación gira alrededor de una figura, y equis número de peones, el cuerpo de baile. Sin embargo, en este reducido grupo se nos brinda el lujo de tres ‘monstros’ en el escenario, cada uno experimentado y consagrado. Manuel Liñán, granadino: destacado, premiado y solicitado bailaor y coreógrafo. Olga Pericet, cordobesa: reconocida, versátil y consumada. Marco Flores, arcense: un largo currículo a pesar de su juventud, y premio absoluto en el Festival de Córdoba 2007. Los tres asumen las tareas de producción, dirección y coreografía de la obra, que básicamente reitera sus trabajos anteriores. Posturas robóticas y un riguroso minimalismo que busca poner orden en un mundo desordenado lleno de emociones desordenadas, es su manera particular de expresar el flamenco. Un tipo de anti-arte tan “moderno” como la obra de Man Ray o la película Metrópolis de Fritz Lang de 1926. Austeridad y oscuridad que no dan tregua, y la inmunidad a la emoción reflejan la prolongada protesta de la actual generación de bailaores contra lo que consideran la cutrez que el mundo relaciona con el flamenco, a saber: lunares, colores vivos, bailes con dramáticos cierres, miradas furtivas y muchísimo sudor. Creer que se es moderno es la manera más segura de proyectar una imagen caduca, pero esta obra evita ese escollo gracias a los bailes en solitario cuando cada protagonista deja fluir sus indecorosos sentimientos mediante sendas personalidades enormes, y un virtuosismo que casi asusta. El intenso martinete de Marco, la peligrosa dulzura de las alegrías que baila Olga con bata de cola y la soleá de Manuel con pellizcos originales y un delicioso sentido del humor en el final a compás de bulería y romance, son los momentos más logrados. Emilio Florido es destacable en el cante de atrás, y hace tiempo que Antonia Martínez dejó de ser “una mujer que toca la guitarra” para asumir su merecido lugar dentro de la profesión. Es posible (no lo sé con absoluta seguridad) que la obra incluya el primer baile por trilla. También novedoso es el final por bulería cuando queda al descubierto el anti-lunarismo mediante un telón de fondo con gigantescos redondeles, y topitos que salpican la ropa de los tres. Se hace gala del “enemigo”, y hasta los bailaores lo toman a broma sana bailando sonrientes a cante rapero. La obra ganaría en credibilidad con más momentos como este.
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