XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA |
ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Estela Zatania Voz y guitarra: Diego Carrasco con la colaboración especial de Miguel Poveda (cante), Alfredo Lagos (guitarra) y Moraíto (voz en off). “Jarcha”. Coros y palmas: “Las Peligro”, Joaquina Amaya, Carmen Amaya, Samara Amaya. La banda: Guitarras: Curro Carrasco de Navajita, Fernando Carrasco. Bajo: Ignacio Siintado. Guitarra eléctrica: Jorge Vidal. Batería: Juan Grande. Percusión: Ané Carrasco. Percusión y coros: Luisito Carrasco. Mientras están diciendo que debemos apagar los móviles, y prohibido hacer fotos, consultas el programa y ves que figuran los nombres de los artistas, pero falta la típica lista de temas. Es porque esta noche en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, Andalucía, España, Planeta Tierra hay un solo tema, y se llama Diego Carrasco. En este espectáculo se inventa una persona poco diferente de la suya verdadera, la de un demonio divertido que hace que desees acabar allí abajo con los pecadores porque se lo pasan bomba y hay mucho compás. Diego llena el escenario con su dinámica personalidad, y nunca se permite los tufos de divo que lucen otras figuras. El irrepetible e incorregible viejo lobo Carrasco aporta nueva dimensión a la palabra “carisma”. Su aparición en escena, después de la inconfundible voz en off de Moraíto, el “diablo”, hablando de los demonios del compás y las capas de la humanidad, entre otros temas de peso, después de la intro a guitarra de Alfredo Lagos o las tres Peligros vestidas de blanco como ángeles del infierno, es espectacular, y genera un entusiasmado aplauso. Este hombre curtido en el cante más rancio del barrio Santiago de Jerez, traduce sus destiladas vivencias a un idioma propio para entregarnos en bandeja el cuento de hadas que es Jerez, y ahuyentar a los malos duendes. “Rojo, blanco y añil”, “La canción del mariquita” y otras creaciones emblemáticas son la base musical sobre la que Carrasco cuelga su expansiva personalidad. Se mueve por el escenario y la vida envuelto en una manta invisible de compás, y en su cabeza corre una banda sonora permanente del son por fiesta que gobierna cada instante, cada sílaba, y alimenta su inacabable imaginación. Diego ha logrado lo que sueña todo artista de cualquier género: una personalidad absolutamente única. “José Monge Cruz” otra vez está “¡presente!”, igual que lo son Romero Sanjuán, Luís de la Pica, Farruco, Paquera, Sordera, Chocolate, y tantos otros que mienta Diego cuyas miras nunca dejan de enfocar el pasado, y hasta su nada desdeñable baile sería imposible sin esa base. La exquisitez de las voces del grupo Jarcha es otro pretexto para que nuestro hombre compasee, y cuando Miguel Poveda se une al grupo, tiene lugar el número más currado y genial de la velada, con voces y músicas sobrepuestas, que queda para la historia como una preciosa joya del flamenco derivado. Otras críticas hablarán de los problemas con el sonido, el cacharro del micro que saltó del bolsillo de Diego y que él convirtió en teléfono de mentirijillas, o el otro micro que simplemente no tenía ganas, sin que esto haya restado empaque a la popular bulería “Alfileres de colores” interpretada por Poveda y Diego. Es el pequeño precio que pagamos a cambio de disfrutar la espontaneidad e inagotable genialidad de Diego Carrasco.
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