XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
‘EL FINAL DE ESTE ESTADO DE COSAS REDUX’ |
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ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Estela Zatania Baile y coreografía: Israel Galván. Dirección artística: Pedro G. Romero. Dirección escénica: Txiki Berraondo. Guitarra: Alfredo Lagos. Cante. Diego Carrasco, Fernando Terremoto, Juan José Amador. Baile, palmas y compás: Bobote. Percusión: José Carrasco. Grupo Orthodox: Marco Serrato, Ricardo Jiménez, Borja Díaz. Violín: Eloisa Sánchez. Soy de las que opinan que cuando del baile flamenco se trata, a más libretto, peor. Pero el enigmático título “El final de este estado de cosas redux”, que sugiere una línea conceptual bastante complicada para esta obra de Israel Galván, es acertado más allá de la intención. El término del inglés “redux”, que procede del latín para “reducido”, se ha puesto de moda en otros idiomas en años recientes, gracias a la película “Apocalypse now redux” del 2001, que fue una reinterpretación de la versión original de la misma. La nueva versión de la última obra de Galván, es un laborioso replanteamiento del trabajo original estrenado en la última Bienal de Málaga hace menos de un año. Aquella versión dependía de una plantilla excesivamente grande para ser fácilmente exportada a otros países, y para muchos, fue excesivamente larga (dos horas y media) y aparatosa. Me cito de la reseña de aquella noche del estreno: “Parece que en esta ocasión al genio le han sobrado ideas”. Anoche, los ocupantes de las butacas del Teatro de la Maestranza, hemos tenido el privilegio de contemplar el resultado de una dramática, y seguramente difícil renovación y destilación de la obra original. “Destilación” es el concepto clave. Se han eliminado elementos que quizás enriquecían la experiencia teatral, sin aportar gran cosa al difuso mensaje apocalíptico, sin mencionar al baile. Porque baile es lo que queremos de Israel, y baile es lo que entrega, una hora y media en la que descansa bien poco. Personalmente preferiría que el largo audiovisual de la actuación de una alumna libanesa, con texto sobrepuesto con apenas suficiente tiempo para leer las palabras, fuera recortado. Porque no me gusta leer un espectáculo, porque acudo a un teatro para ver a las personas en carne y hueso y porque no tengo interés en los alumnos de Galván, teniendo a mano al artículo original. Pero la marcha global de la obra ahora tiene una mayor coherencia, se siente mucho mas cercano al flamenco y en lugar de mirar el reloj, no puedes apartar la vista del escenario. Se han conservado casi todos los elementos originales. El baile butoh del comienzo ya no es una pincelada, sino que se nos permite sentirlo y disfrutarlo. La locura de bailar encima de una singularmente inestable tarima flotante, con objetos que se caen, la superficie que se pliega casi con mirarla y las copiosas nubes de polvo que se levantan con cada pisada, es más desarrollada, mas impactante. La música heavy ha quedado reducido a una pincelada para otorgar mayor protagonismo a los apóstoles del flamenco, Diego Carrasco, Juan José Amador, Alfredo Lagos, Bobote y José Carrasco, y luce Fernando Terremoto como es debido (gracias mil por todo esto, Israel). Las disimuladas tetas postizas de la primera versión, ahora son extravagantemente grandes y puntiagudas – son cosas que no tiene sentido hacer a medias. La mini panda de verdiales, ha quedado reducida a una violinista, sin perder la fuerza del momento. Ha quedado ampliado el simpático, a la vez que inquietante baile a pecho desnudo y descalzo de Bobote, y la famosa escena final de los ataúdes, se ha recortado acertadamente. Por supuesto, siguen presentes ciertas constantes que vemos en todo el trabajo de Israel, sus señas de identidad artística. El juego de velocidades, las posturas sorprendentes pero familiares, los silencios saboreados y masticados como baile sin movimiento…la chispa de la sorpresa en cada momento. Ahora el baile se come al teatro en lugar de viceversa. Es un Israel Galván mas accesible, sin que haya renunciado a sus principios ni hecho concesiones. Realmente esta “redux” puede ser el final del estado anterior de las cosas de Israel Galván, y posiblemente el comienzo de una nueva etapa artística todavía más brillante del genio.
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