XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
‘AUTORRETRATO’ |
ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Baile: María Pagés. Bailaoras: María Morales, Sonia Fernández, Isabel Rodríguez, Anabel Veloso. Bailaores: Emilio Herrea, José Barrios, José Antonio Jurado, Alberto, Ruiz. Cante: Ana Ramón, Ismael de la Rosa. Guitarra:José Carrillo “Fyty”, Isaac Muñoz. Percusión: Chema Uriarte, Paco Vega. Cello: Batio Hangonyi. Dirección y coreografía: María Pagés. Coreografía farruca y zapateado. José Barrios. Una figura artísitica de las dimensiones de María Pagés, necesita mucho valor para cambiar de rumbo. No sólo corres el peligro de desorientar a los numerosos seguidores que con tanto esfuerzo has cultivado a lo largo de los años, sino de alterar tu identidad artística. Cuando esa renovación se hace desde una perspectiva reductiva con ánimo de autorretrato, de “pararme, acercarme más al espejo […], observarme y analizarme detenidamente” como dice la bailaora en el texto del programa de mano, es para ponerle un monumento. Si la Pagés es buena bailaora, mejor creadora es, y posee unos instintos teatrales para el flamenco de gran formato que compiten con los de los mejores especialistas. Pero tanto talento creativo ha conducido a cierto empacho de recursos en las últimas obras de la bailaora que habían llegado a un extremo de ostentación, aparosidad y hasta superficialidad, que te dejaba con la sensación de haber asistido a cualquier maxi musical de Broadway. En “Autorretrato” todavía hay elementos teatrales, pero han quedado al mínimo, y al servicio del baile. El hilo visual y argumental es el espejo. Desde la soleá apolá que rompe el silencio con el verso “El espejo en que te mires / te dirá como tú eres / pero nunca te dirá / los pensamientos que tienes”, hasta el baile con un animado espejo que sigue a la bailaora por la pista e incluso replica con redobles de pie, o la presencia casi constante de espejos en el escenario, el mensaje está claro: María Pagés pretende que veamos a su persona a través de su arte. En esta obra vemos a una María Pagés más frágil y humilde, menos efectista, en fin, más artísticamente madura. En algunas escenas se sugiere el entorno de un estudio de ensayo o un camerino, pero la mayoría de las referencias son abstracciones psíquicas que evocan añoranza, pena o alegría, en un tono más o menos intimista, más o menos intenso. La vida interior de María Pagés queda plasmada en el azogue de los espejos que dan al patio de butacas para nuestra consideración. Como corresponde para semejante propósito, María baila muy seguido, un maratón de repertorio con cambios de vestido incluidos. Soleá, farruca, tonás…un alarde de palillos (castañuelas) porque sí, y porque a la gente le gusta. De repente, un tanguillo gaditano a lo chufla, con el rapping de María, que sin ser la Cornejo, se defiende bastante bien. Abusa, como es habitual en ella, del mareante braceo serpentino, especialmente en los comienzos y finales de los bailes, y a ratos es todo codos. Por tientos, un baile poco aprovechado por otros, donde María encuentra bastante terreno para explorar, termina con tangos de Triana y la Tarara. El cuerpo de baile, uno de los más disciplinados que se ven hoy día, empieza por alegrías, y llega la principal con un hermosísimo mantón de negro y oro que ella maneja abierto en lugar de doblado por la mitad, como es costumbre. Tratándose de María Pagés, “Autorretrato” es un espectáculo extraordinario por su convencionalidad: olvidable, pero una producción entretenida y pulida, como la señora nos tiene acostumbrados a esperar de ella. |