‘DE LA MAR AL FUEGO’ |
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ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Estela Zatania Anoche, fue como si todo el flamenco que llevamos tres semanas buscando con lupa dentro de la Bienal de Flamenco, de pronto se encontraba en el escenario del Teatro de la Maestranza. ¡Y la casa llena! ¿Quién decía que el flamenco no llena las butacas? Una propuesta elegantemente sencilla: representar la ruta del cante del bajo Guadalquivir. Los puntos neurálgicos de Cádiz, Jerez, Lebrija, Utrera y Sevilla, cada uno representado con un cuadro de cante, baile, guitarra y palmas, para interpretar las formas más relacionadas con cada lugar; una mini antología de la prodigiosa zona de Andalucía occidental donde se ha desarrollado un repertorio y una forma de cantar característicos. Para muchos aficionados las comarcas del cante son como equipos de fútbol: eligen equipo y de ahí no los sacas. El mensaje de este espectáculo no está en las diferencias entre una zona y otra, sino la similitud, el código del flamenco que une a todos, formas y compases aprendidos una y otra vez, con cada nueva generación. Y el espectáculo unipersonal que se llama Tomasito, jerezano, sí, pero flamenco incondicional universal, sin fronteras, para presentar, medio explicar, enredar y por encima de todo divertir, un auténtico juglar del siglo veintiuno. Antes del torrente de compás y ange….el reposo. La nana que entrega la voz intemporal de Pepa de Benito sirve de prólogo, un momento contemplativo para preparar a unas mil setecientas personas para el viaje a un tipo de flamenco que ya no se puede llamar “puro”, porque los tiempos han cambiado nos dicen, pero que obviamente existe. Y Mariana Cornejo con su “impuro” tanguillo rapero que grita gaditanería, cualquiera resiste. El perfecto aplomo y elegante serenidad del bailaor el Junco con el sabroso cante de David Palomar, y luego, ¡Jerez presente! en la persona y perfecta madurez de Luis Zambo por siguiriyas, o la oscura intensidad y fuerza compacta del baile de Andrés Peña, duende macizo con Luís Moneo poniendo la voz. Lebrija siempre ha sido el crisol y el eje, la campiña donde la mezcla de influencias da lugar a un sabor particular. Inés Bacán interpreta esa soleá con alma de bulería por soleá, luego, el baile sin concesiones de Concha Vargas con José Valencia al cante, y la guitarra de Antonio Malena con guiños para Morón, mucho arte reunido, aunque falta el gran veterano Juan Peña “Lebrijano” que no pudo estar presente por motivos de salud. Y con Pepa de Benito yo me voy pa’ Utrera, donde el fandango por soleá, la bulería deliciosamente reposada y la soleá acompasada identifican a un pueblo que no entiende de figuras, sino de un arte practicado para y por el pueblo, y Jesús de la Frasquita le canta por soleá a la diosa Carmen Ledesma con Antonio Moya poniendo el aire que tan bien conoce. Por fin llegamos a Sevilla, para el cante recio por tonás de José de la Tomasa, la escuela sevillana de baile de Milagros Mengíbar con bata de cola y el sonido personal a la guitarra de Rafael Rodríguez. Tomasito mantiene el compás y nos prepara para el postre del banquete, un cuadro con todos los artistas, más de treinta, con todo su arte, y el peso específico de un género día tras día reivindica y demuestra su grandeza.
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