XV BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA
‘DE DÓNDE VENIMOS, A DÓNDE VAMOS’ |
ESPECIAL BIENAL DE FLAMENCO DE SEVILLA 2008 Texto: Estela Zatania Cante: Arcángel. Guitarra: Miguel Ángel Cortés, Daniel Méndez. Palmas: José Jiménez ’Bobote’, Rafael García ‘Eléctrico’, José Suárez ‘Torombo’, Antonio y Manuel Montes Saavedra ‘los Mellis’. Percusión: Agustín Diassera. Sentada en el Teatro Lope de Vega anoche, esperando el comienzo del espectáculo de Arcángel, la frase “nueva sensibilidad flamenca” en el programa de mano captó mi atención. No es ningún secreto que el flamenco está en pleno proceso evolutivo, pero cante, baile y guitarra no siguen caminos paralelos, ni se desarrollan al mismo paso. De estos tres elementos, es el cante que está teniendo el parto más doloroso. En parte, porque Camarón efectuó cambios radicales de tanta envergadura, que casi cuarenta años después de su primer impacto, seguimos asimilando los efectos. Pero también porque el cante es el epicentro del flamenco, y los retoques, para ser eficaces y duraderos, han de realizarse con cariño y conocimientos. La “nueva sensibilidad flamenca”, en cuanto al cante se refiere, tiene varios abanderados en esta primera década del nuevo milenio, y el onubense Arcángel es uno de los más representativos. Por un lado, es un regreso al cante lírico y melismático donde prima la musicalidad, y por otro, la presentación de la mercancía en una producción sofisticada y elaborada. En rueda de prensa el cantaor había explicado su intención de recorrer la historia del flamenco cronológica y geográficamente, hasta la actualidad, y abrir puertas hacia una futura evolución [consultar título de la obra] – objetivos ambiciosos para una hora y cuarenta minutos de espectáculo. Si tan antológica intención no acabó de plasmarse, al menos se ha podido apreciar un ecuador en el espectáculo a partir del cual entraron en juego el sampler, audiovisuales y otros efectos, dando la sensación de estar en un pabellón de la Expo. Hasta ese punto, hemos podido disfrutar de un recital de cante ortodoxo, aquel del “museo” como dicen algunos jóvenes. Y es que Arcángel es un excelente cantaor. Su voz limpia, dulce y veloz se ajusta perfectamente a un estilo de cante más o menos pre-Mairena que está de moda, aunque el acompañamiento de guitarra de los admirables Miguel Ángel Cortés y Daniel Méndez es años luz más avanzado que el de aquella época. Hay momentos en que el cante sobre adornado está a punto de entrar en fase de hiperglucemia, pero la sensibilidad y sensatez flamencas del cantaor, le rescatan una y otra vez. Arcángel ha tenido la inteligencia de arroparse con un sustancioso atrás de Las Tres Mil, Torombo, Bobote y El Eléctrico, vestidos de traje y corbata, haciendo de anclaje para que todo se resuelva flamencamente. Un elegante homenaje al recientemente fallecido Mario Maya toma la forma de tangos de Granada con la imagen del admirado bailaor proyectada en el telón de fondo. Un típico círculo por fiesta, a palo seco y sin amplificación, aunque revela un compás a ratos inseguro, demuestra el deseo de Arcángel de quedar bien con los aficionados de corte clásico. El brillante arreglo de alegrías cantiñas es uno de los puntos fuertes del espectáculo. Lo que a Arcángel le falta de espontaneidad, es compensado con arreglos meticulosamente cuidados y ejecutados. Es una especie de pacto con el diablo – la plena libertad artística que reivindica Arcángel, tiene lugar en el estudio de ensayo; en el escenario es prisionero de sus arreglos. Y hablando de reivindicaciones, unos fandangos contestatarios en contra de la “pureza” – “¿Cómo tienen el valor de decirme que lo antiguo es bueno…?” – y tercios similares, quedaron como un berrinche adolescente poco acertado…como si Manuel Agujetas cantara versos protestando la “nueva sensibilidad”. El espectáculo parece llegar a su fin después de cantes de trilla con un prepotente colchón tonal, sin que el cantaor hubiese ofrecido una buena tanda de fandangos de Alosno. Pero cuando el público enérgicamente exige bis, Arcángel finge sorpresa y se pone delante, sin amplificación, para los emblemáticos cantes que tan bien domina.
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