Texto y fotos: Estela Zatania
Sábado, 9 de julio, 2016. 2300h
La Puebla de Cazalla, Hacienda La Fuenlonguilla
«Y si no es verdad…un regalo muy grande»
Cante: Rubito Hijo, Cañeta de Málaga, Ana Ramírez «La Yiya», Pansequito. Guitarra solista: Manuel Herrera. Baile: Pastora Galván y su grupo con Antonio Villar y Jeromo Segura (cante), y Rafael Rodríguez (guitarra).
Neveras repletas, sillas plegables de madera (con el detalle de cojines) y un programa que duró más de cinco horas. Es como volver atrás en el tiempo a los años setenta cuando abundaba este tipo de puesta en escena que hoy en día es objeto de las quejas de algunos, especialmente los jóvenes. Pero anoche en el hermoso patio de la Hacienda la Fuenlonguilla, con un cielo estrellado y el suelo esparcido de romero, una vez más había arte y emoción en esta localidad «con entidad cantaora» como dijo el compañero Teo Sánchez, que presentaba la función.
El tradicional solo de guitarra que abre el festival fue a cargo del subestimado Manuel Herrera, que tocó brillantemente por soleá con aires sabiqueros, incluyendo «las tres hermanas», la famosa serie de tres falsetas que solía tocar el maestro de Pamplona. Y ya suena la primera ovación emocionada de la velada.
El cantaor morisco Rubito Hijo, poseedor de una de las Lámparas Mineras de La Unión alojadas en esta ciudad, defendió ese honor cantando por malagueña con abandolao, alegrías y siguiriyas, con Antonio Cáceres a la guitarra.
«Una leyenda viva de otra época». No sé si a Cañeta de Málaga le gustaría esa descripción del presentador, pero no cabe duda que la señora se sigue metiendo a los públicos en el bolsillo, cada vez más expansiva y encantadora, versionándose en todo momento, dominando el escenario, soltando su gracia y la rancia dulzura de su deliciosa personalidad. Guapa, guapa y guapa. Vino acompañada del clan, su hija Loli, su esposo José Salazar y su sobrino Kiko a las palmas, además del imprescindible Antonio Soto a la guitarra, pendiente de cada pellizco.
Ante la ausencia del maestro Menese que se encontraba indispuesto – sólo la segunda vez que falta a esta cita en 48 ediciones – cantó su discípula Ana Ramírez «La Yiya», con la guitarra de Antonio Carrión, un clásico que nunca falta en La Puebla. Con pocos días hasta dar a luz, La Yiya gozó de la complicidad absoluta del público con sus tientos tangos, siguirya y cabal, marianas y bulerías.
Manuel Herrera abrió la segunda parte, ahora con un precioso arreglo del zorongo, y unas bulerías. Entonces, tocaba el turno al baile, este año a cargo de la sorprendente Pastora Galván. La guitarra deliciosamente retro de Rafael Rodríguez puso el punto perfecto para siguiriyas con Canastera de Camarón, y unas marianas, rematando el baile con un fragmento de sevillanas corraleras que canta Pastora. Por soleá, la bailaora tiene detalles de su famoso hermano Israel, pero mantiene un registro absolutamente personal, irresistible y original, con Antonio Villar y Jeromo Segura al cante.
Otra «leyenda viva» cerró la noche. Pansequito, acompañado por el jerezano Miguel Salado a la guitarra, tiene ese don de los grandes de hacer que lo de siempre, suene fresco cada vez. Con su personal voz, ahora matizada por el paso de los años, realizó sus bellas excursiones melódicas que siempre fascinan por alegrías, soleá, taranto y bulerías, sin palmas ni na', terminando con su emblemático cuplé «No me importa lo que digan». Los aficionados exigen innovación y evolución. Pansequito hace lo que quiera con los cantes, sin necesidad de salirse del flamenco.
Sólo quedaba entonces la tradicional ronda de tonás. Pero tuvo que ser la Cañeta que diera la nota. En este, su debut en público por tonás, remató: «Y si no es verdad, esto que les estoy diciendo, que Dios me mande un regalo muy grande, porque creo que me lo merezco, y no puedo más». Risas y aplausos.