Texto & fotos: Estela Zatania
Sábado, 11 de julio, 2015. 2300h
La Puebla de Cazalla, Hacienda La Fuenlonguilla
Lo que para algunos son tópicos, para otros son una larga y profunda tradición que la gente de La Puebla de Cazalla conserva con máximo orgullo. La noche de sábado, 11 de julio, un año más disfrutamos del concepto morisco de lo que es el cante jondo. O más bien, el concepto del señor Francisco Moreno Galván (1925-1999), pintor y poeta de La Puebla de Cazalla, que un día vio la luz flamenca, y quiso alumbrar con ella la sensibilidad de sus paisanos. Con la imprescindible colaboración del cantaor José Menese, la cara más visible del flamenco de La Puebla, logró infundir en su ciudad una auténtica afición al cante, que medio siglo después sigue dando frutos, incluso cuando el flamenco clásico, como se entiende en esta localidad, está cada día más escaso.
Una noche cálida y agradable ambientó la tranquilidad del patio que, a pesar de recibir a unas mil personas con incontables neveras, luce un aire de campo y de tranquilidad. Un programa bien construido de jóvenes y veteranos geográficamente distribuidos…Málaga, Jerez, Barcelona, Sevilla…sólo fue marcado por la ausencia del muy admirado guitarrista Rafael Riqueni, sustituido hábilmente por el joven maestro jerezano, Manuel Valencia, Giraldillo Revelación de la última Bienal de Sevilla. Con respaldo de percusión y palmas, interpretó bulería por soleá con una acertada mezcla de aires clásicos y contemporáneos.
Fue una delicia poder volver a disfrutar del cante de Elu de Jerez, una artista que circula poco en años recientes. Facultades mermadas, no tiene caso negarlo, pero la señora derrochó su habitual energía y entrega, más allá incluso de sus fuerzas, dando todavía más sustancia a sus interpretaciones. Se destacó por siguiriyas, poniendo al público en pie con su intensa versión de cambio de María Borrico. La guitarra del bueno de Domingo Rubichi puso el acompañamiento airoso y jerezano.
Sebastián Heredia Santiago, «Cancanilla de Málaga», cada vez canta mejor. Más maduro en el decir, menos alardoso, el cantaor de la escuela mairenera vino acompañado de la guitarra de Antonio Carrión, elemento fijo en este festival, y muy querido por el público que premió sus falsetas con frecuentes aplausos. Un sólido repertorio de soleá, tientos tangos y una larga serie de siguiriyas, fue rematada por bulerías con el baile de Cancanilla, y fandangos «alante» para el deleite de este público entendido.
Mayte Martín, cantaora catalana, serena y directa, sin ánimo de impresionar. Qué sabio cartel de contrastes, si la Elu nos entregó su hiriente tremendismo jerezano, la de Barcelona nos hizo llorar con su exquisita sensibilidad por peteneras, una variada selección de fandangos de Huelva, tientos tangos, alegrías y cantiñas y bulerías cortas y de cuplé. El genio de Juan Ramón Caro a la guitarra citó la famosa falseta de Diego del Gastor del pueblo vecino de Morón de la Frontera, adaptada a la escala menor que tanto le gustaba a Diego.
Después del descanso, otro intervalo de guitarra con Manuel Valencia, y la bailaora Pepa Montes puso en escena su reducido cuadro con las voces de Sebastián Cruz y Vicente Gelo, y la guitarra de su esposo, Ricardo Miño. La veterana Montes interpretó caña y alegrías, con un intermedio de voz y guitarra en la forma de rondeña y cante abandolao.
El gran José Menese, el que representa el alma de la Reunión de Cante Jondo de esta, su ciudad, con la guitarra nuevamente de Antonio Carrión, puso todas sus cartas en la mesa con un repertorio variado, porque no es cantaor de tres palos, ni muchísimo menos. Nada más rematar su intervención, volvió al escenario para la tradicional ronda de tonás con las luces apagadas, «mano a mano» con Elu de Jerez y Cancanilla de Málaga, llegando el festival a su conclusión a las cuatro y media de la mañana.
No hemos descubierto a ningún Manuel Torre ni Pastora Pavón, pero el buen flamenco se ha despachado con auténtico cariño, afición y la promesa de continuidad cuando se acerca el 50 aniversario de este admirable evento.