CANTE:
José Menese
Curro Malena
Juan Villar
Miguel Funi
José Valencia
TOQUE:
Antonio Carrión
Niño Jero
Juan del Gastor
Pitín hijo
BAILE:
Angelita Vargas y su grupo
Hace
cuarenta y cinco años, en una tarde calurosa en Utrera,
un grupo de individuos tuvo la inspirada idea de aliviar
el aburrimiento y la escasez reuniendo a los flamenquitos
del pueblo para compartir un potaje de frijones y un poco
de buen cante. Así en 1956, humildemente, nació
en España el primer festival de cante flamenco, abriendo
una época importante en la historia de este arte,
y creando una considerable fuente de ingresos para toda
una generación de cantaores. Otros pueblos tardarían
poco en seguir el ejemplo hasta que el festival de cante
flamenco se convirtiera no sólo en institución,
sino en un auténtico fenómeno sociocultural.
Tipicamente había largas colas para entrar, a pesar
de unos precios de entrada francamente elevados para la
época, y había que escribir los carteles en
letra pequeña, de tantos artistas, casi todos figuras,
que intervenían. El festival que no siguiera marchando
a la salida del sol casi no era digno de llamarse festival.
Pero esa época, que
llegó a su mayor majaretez por los principios de
la década de los setenta, ya sólo es una anécdota,
y siento el impulso de añadir el comentario “afortunadamente”.
Aquellas fiestas desmadradas, con una pésima amplificación,
peleas en la barra, y aire de feria proporcionaban un ambiente
más a la medida de los aficionados a la litrona y
las sustancias controladas, que al disfrute del buen cante…Woodstock
en Andalucía.
El pasado sábado
reinaba la serenidad en el patio del Colegio Salesiano de
Utrera donde se celebraba el XLV edición del Potaje
Gitano de Utrera. A las 23.30h en una noche templada, la
luna había tomado asiento arrimaíta a la torre
de la iglesia de Santa María que domina todo el pueblo
– pero sólo la mitad de las largas mesas estaban
ocupadas. La misma noche se jugaba el final de la Copa del
Rey, y si el flamenco no es una obsesión nacional,
el ‘fulvo’ sí que lo es. Y por si fuera
poco, una sobrina de la Pepa de Utrera se casaba, y había
tal movida de juventud en la Consolación, ¡que
ni la feria! Así que los que habíamos acudido
a la cita en el amplísimo patio la noche del 30 de
junio, nos revelamos un poco como flamencoobsesos. La seriedad
del público, muy lejos de representar una falta de
interés, representó una devoción al
cante, casi religiosa, que fue correspondida por los artistas
– sin excepción todos ofrecieron actuaciones
ejemplares.
La noche se ambientó
con los primeros acordes del tocaor utrerano Pitín
hijo, para acompañarle a José Valencia, ‘Joselito de Lebrija’ que empezó
por soleá anunciando “hay obligación
de cantar por soleá aquí en esta tierra”,
y cumplió sobradamente. Es un cantaor joven e interesantísimo.
Joven pero sin influencias obvias de Camarón, que
ya es decir. Sabiduría, sabor, estilos muy variados
de Lebrija y de Utrera, bien ligadas, cantadas con una fuerza
que para algunos había resultado excesiva. Después
cantiñas (en mi). Sabrositas y pininianas…rico
rico….qué diferente a los tercios de Manolo Vargas,
Aurelio, Pericón o Beni… Qué pocos cantaores
se dedican hoy en día a explorar el terreno de los
cantes por cantiñas. Terminó su actuación
por bulerías sin poder evitar decepcionar un poquito
en este pueblo tan buleriyero. Utrera tiene una manera especial
con la bulería, y a veces se muestra impaciente con
otros aires, aunque soplen de Lebrija.
Entonces
era el momento del baile. Angelita Vargas con su
marido el Biencasao. El toque de Jose Acedo y el
cante de El Changuito, conocido por ser el padre
del cantaor camaronero Potito. Angelita bailó por
soleá…baile tradicional, sin los movimientos a
veces karatescos de Sara Baras o Eva la Yerbabuena.
José Menese
abrió su intervención anunciando que iba a
cantar “tonás de Moreno Galván”,
que no se refiere a un estilo nuevo de este cante antiguo,
sino al desaparecido autor de las letras, que fue amigo
inseparable del cantaor. A Menese siempre le ha gustado
apadrinar los cantes menos conocidos – seguidamente
ofreció unas nanas, en mi opinión un cante
más propio de mujer, pero bien cantado por este hombre
de la Puebla. Después por soleá. Menese, ya
madurito, sigue madurando en el cante. Flamenco de toda
la vida, sin tonterías. Cerró su actuación
por siguiriyas – menos facultades que hace una década,
y menos soniquete a Mairena, pero más honesto.
Al final de la primera parte
fue homenejeado el veterano cantaor afincado en Córdoba,
Francisco Diaz García, ‘Curro de Utrera’,
que a sus 74 años tiene un aspecto espléndido
y sigue gustando con su cante. Mientras que el presidente
de la Hermandad de los Gitanos, José Vargas Jiménez,
sobrino de la Fernanda, le presentaba a Curro los correspondientes
placas y honores, me quedé pensando: en esta tierra
¿dónde han quedado los cajones, flautas, violines,
tambores hindúes y demás elementos ajenos
que se han incorporado al flamenco en los últimos
años con la excusa de que “hay que renovar”?
Aquí no se han echado de menos. En cada momento era
más que suficiente una voz y una guitarra para contentar
un público exigente y entendido. De hecho, a pesar
del AVE, no es ningún tópico lo de la frontera
de Despeñaperros. El llamado ‘hermetismo’
del flamenco de hace siglo y medio sigue existiendo, si
no a nivel de familia o raza, sin duda a nivel regional.
Casualmente pregunté a unos cuantos en la mesa, qué
les había parecido el recital de Poveda ofrecido
hace poco en Utrera. Cuando los primeros me preguntaron
“¿qué es poveda?” pensé “vaya
guasa”. Pero seguí con mi improvisada encuesta
y sorprendentemente, aficionado tras aficionado afirmaba
no haber oído jamás de ningún cantaor
llamado Miguel Poveda…y yo que pensaba que era el nuevo
‘bum’, junto con Arcángel, Mayte Martín
y Estrella Morente, éstos tres últimos conocidos
pero relativamente poco apreciados por estas tierras.
La segunda parte abrió
con Miguel Funi, el Dorian Gray del flamenco…sesenta
y tantos años que a los pocos metros pasan por treinta
y tantos, pero sólo en lo que al aspecto físico
se refiere, porque artísticamente su cante y baile
festero saben a tradición, veteranía y pureza.
Con la guitarra moronense de Juan del Gastor primero
realizó una especie de malagueña con serrana
que más que nada sirvió para hacernos desear
que llegara el momento inevitable de la bulería,
y tras cantar por soleá, no nos defraudó.
Bulerías personalísimas con un acompañamiento
del cual el presentador comentó “gracias a Juan
del Gastor que nos ha devuelto a los tiempos de Diego”.
Curro Malena es un
cantaor algo polémico. Nunca ha sido el ídolo
de los aficionados, y cuesta bastante acercarse a su cante.
Pero ha tenido momentos más que dignos en este Potaje.
Parece haber abandonado casi por completo esa irritante
costumbre de gritar de la que tantos se han quejado, y exploraba
con sabiduría unas alegrías, tientos, y siguiriyas.
Muchos prestaron atención cuando este hombre arrancó
por bulerías, un cante muy ajustado a sus habilidades,
en la línea cabal del Lebrijano. ¿Y porqué
nos empeñamos en exigir el enciclopedismo? ¿Porqué
no nos conformamos con la soleá de la Fernanda, la
siguiriya del Chocolate, y las bulerías de cantaores
como Curro Malena? A principios de siglo los carteles anunciaban
sin disculpas las especialidades de los respectivos artistas:
“Niño de Marchena con sus inolvidables guajiras”,
“Guerrita, el as de los cantes de Levante”, “Pepe
Pinto, el divo del fandango”, etc… Las asociaciones
de consumidores no hubieran tenido la menor queja.
Este
año el broche de oro del Potaje se llamaba Juan
Villar, un cantaor que se encuentra quizás en
su mejor momento a pesar de unos experimentos fusionistas
de los cuales tendremos la delicadeza de no hablar. Juan
sigue siendo uno de los mejores cantaores para el baile,
pero también pa’alante es todo un maestro. El Niño Jero le acompañó con aire
y sabiduría jerezana a pesar de unas cuerdas rebeldes
que no se afinaban. Con su maravillosa y aflamencada voz
Villar cantó por soleá – letras reposadas
y gaditanas. Por siguiriyas es de los pocos actualmente
que saben empujar los límites de este cante sin provocar
la vergüenza ajena que tantos otros cantaores cuando
se empeñan en “ser profundos”. Terminó
por cabales, cante que se escucha relativamente poco hoy
en día, empleando la letra modificada “Comparito
mío Farruco…”. Los fandangos de Juan no podían
faltar, y éste no defraudó. Terminó
su actuación y cerró el festival por bulerías.
Posiblemente un exceso de canción, pero magnífico
– él solito ante el peligro, sin el apoyo de
un cuadro.
Ha sido un Potaje bueno,
hasta los frijones estaban a la altura. Pero me hubiera
gustado más sabor a Utrera. El cuadro de jóvenes
del año pasado puso un final delicioso a la vez que
reivindicaba la identidad cantaora del pueblo. Para mí
la velada terminó redonda al quedarme observando
como mi comadre Mercedes dormía a su nietecito cantándole
una nana por los bajines, recordándome que me encontraba
en Utrera…
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