Texto y fotos: Estela Zatania
CON POCOS INGREDIENTES, UN BANQUETE FLAMENCO
XLIV Gazpacho Andaluz |
CON POCOS INGREDIENTES, UN BANQUETE FLAMENCO Esto de los carteles es tan imprevisible como una paella; independientemente de los ingredientes empleados, hasta que esté en la mesa no conoces el resultado. En este caso, los que han acudido a la cuadragésimo tercera edición del Gazpacho Andaluz respondiendo a la garantía ofrecida por Miguel Poveda, tampoco pudieron quejarse por el resto de la velada. Seguramente fue la buena administración de los limitados recursos. Si en años anteriores había sido seis o siete figuras de caché, quedó redondo el Gazpacho precisamente por la diversidad ofrecida con sólo tres elementos principales: el cante festero de Alfonso Luna, el impecable baile de Pepe Torres, y el fenómeno social de profesión, Miguel Poveda. Un calor aplastante y mucho abaniqueo para aliviarlo cuando son las diez y media de la noche. Antes de retratar brevemente a Joselero de Morón, homenajeado en esta edición y cuya cálida y misteriosamente inocente voz llenaba el aire antes del comienzo, el presentador Juan Ortega hace referencia a la recientemente aprobada ley catalana antitaurina, y la ironía de encontrarnos en una plaza de toros para celebrar otra arraigada manifestación cultural. Como es costumbre en este pueblo de tradición guitarrística, el programa abre con un mini recital del solista Francisco José Gómez que toca por soleá y bulerías muy moroneras ambas, y una especie de danza mora. Otra faceta del flamenco de Morón siempre ha sido la popularidad en fiestas y reuniones del cuplé por bulerías. El joven Alfonso Luna, con una nueva grabación titulada precisamente “El gusto por la bulería”, se volcó sin miramientos en esta diversión a compás, que no es necesariamente tan frívola como se puede pensar. Este cantaor con sensibilidad flamenca, que lleva desde pequeño escuchando buen cante, y con el sabroso soniquete del atrás, aflamencó canciones clásicas como Ojos Verdes o Toda una Vida entre muchas otras, haciéndolas aptas para el consumo del aficionado. Una segunda intervención de guitarra, ofrecida como “sorpresa”, fue la del joven Luis Torres, nieto de Joselero, que tocó por soleá con el más intenso sabor de Morón y la campiña. A continuación, otro nieto del venerable cantaor, Pepe Torres, para recordarnos que de Morón han salido excelentes bailaores de la actual generación; Juana Amaya, Juan de Juan o el mismo Torres sin ir más lejos. Tres buenas voces, las de David el Galli, Moi de Morón y Miguel Lavi, y el sólido acompañamiento de guitarra de Eugenio y Paco Iglesias, arroparon alegrías y soleá bailadas con la sobriedad, elegancia y buen compás que caracterizan a uno de los pocos jóvenes que se dedica al baile flamenco tradicional hoy en día.
La degustación de gazpacho en el intermedio nos prepara para la experiencia Poveda. Hasta el más rancio ha sucumbido. El gitanista más intransigente y el jerezano más localista. Miguel Poveda ha convencido a casi todos con su impresionante dominio de la materia flamenca, conocimientos que el catalán ha sabido trasladar del campo teórico al práctico. Si otros artistas han partido de sus vivencias e ido perfeccionándose con los años, Miguel ha dado la vuelta al proceso; después de la imperfecta perfección de sus comienzos, basados necesariamente en grabaciones, llegó a tener suficiente sabiduría para decirse a sí mismo “sólo sé que no sé nada”, y se ocupó de recoger las vivencias que hoy en día le han convertido en el cantaor flamenco de mayor prestigio, el más admirado y solicitado, el que provoca las colas más largas y llena los espacios más grandes. El primer no andaluz en llegar a tal grado de popularidad y éxito dentro del género flamenco, Poveda tiene un poder de convocatoria que se acerca al del mismo Camarón hace veinte años. En ediciones recientes del Gazpacho, incluídas las de homenaje a Diego del Gastor o Antonio Mairena en sus centenarios, sólo había alrededor de 400 personas. La noche del 31 de julio había más de mil, con la asociada emergencia de escasez de mesas y sillas que ese incremento supone. Nos consta que no fue por ser homenaje al bueno de Joselero, sino por Cataluña presente en la persona de don Miguel Poveda. Con su fiel guitarrista Chicuelo, y los palmeros Luis Cantarote y Carlos Grilo, Miguel exhibió una vez más su constancia y capacidad. Cantiñas, malagueña de Peñaranda (se agradece el descanso de tanto Mellizo) con jabera, soleá, “Tres Puñales” en versión Gaspar de Utrera, un largo surtido de bulerías a palo seco, bis de Alfileres de Colores con su baile sabroso, y cientos de telefonitos documentaban el momento audiovisualmente. |