Guitarra: Montoyita. Percusión y coros: El Negri.
Coros: Antonio Carbonell, Victoria Carbonell, Remedios Heredia.
A menudo ocurre que los artistas que pretenden complacer
a todos los gustos acaban por dejar a todos insatisfechos.
La noche de lunes en la catedral de cante de La Unión,
con aforo completísimo, los incondicionales de Estrella
Morente estaban encantados con la actuación de su ídolo,
pero cierto sector del público joven se quejaba de
«demasiado cante jondo» mientras que los aficionados
al cante, de «poco flamenco». Otros simplemente
no terminaron de digerir el interminable chorro de florituras,
arabescos y gorgoritos que son el sello de la joven superestrella
de Granada.
No obstante, el dulce decir de la cantante/cantaora es sumamente
apto para los cantes de su tierra y a pesar de la ausencia
de una ortodoxia absoluta, nos dejó buen sabor con
sus granaínas y malagueñas. Su cante minero
salió peor parado aquí en la cuna con un público
entendido y exigente que no admite que los cantes autóctonos
se deformen ni se modernicen.
La joven canta, no cabe la menor duda. Con su impecable afinación
y voz flexible y dulce, es la Whitney Houston del flamenco,
pero lo que para unos es «oro fino», para otros
es un regreso a los excesos de la denominada «ópera
flamenca». Complicadísimo.
Más fácil hablar de su presencia artística
que como mínimo, es original. Gesticula con cada frase
musical, e incluso en los largos temples y floreos sin 'texto'
su cara y manos se mueven como si estuviera diciendo misa.
Guapa a reventar, guapísima, pero ligeramente patosa.
Tiró el micrófono, rompió el abanico
con sólo abrirlo, pisó el borde de su vestido
parcialmente arrancando un volante y al final de su actuación
se enredó de tal manera con el pie del micro que no
tuvo más remedio que abandonar la pista arrastrando
el cacharro entero. Tiene arranques curiosos, mantonazos y
abanicazos p'aca p'allá que dejan perplejo al público,
y una mirada seductora que hace que todo se perdone.
Además de los mencionados cantes, había abierto
con unas alegrías con obvia intención de recordar
a la Niña de los Peines, y unas palmas agresivas de
los cuatro palmeros varones mientras que la máquina
de humo no daba tregua. Una canción se transformó
en algo parecido a la soleá, otra tenía un aire
jazzístico y otra, un coro de 'naino'. Tangos interesantes
por su variedad ya que incluían estilos extremeños,
granadinos y los de la Repompa. El toque del joven monstruo
Montoyita fue todo un placer inesperado, y su solo de guitarra
mereció uno de los aplausos más calurosos de
la noche.
La máquina de humo expulsó su última
nubecilla con los tangos lorquianos «En lo alto del cerro»
de la primera grabación de la granadina, y un corto
bis por bulería dio por finalizada la actuación.
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