XLII FESTIVAL FLAMENCO DE ALMERÍA |
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Texto: Rubén Gutiérrez GRANDES GUITARRAS PARA CANTE GRANDE Fiel a su cita anual con la feria de Almería, el flamenco fue uno de los protagonistas del programa de festejos. Este año venía cargado de primerísimas figuras, que junto a los artistas locales, pusieron nuevamente de manifiesto que existe afición por estas tierras, aunque a veces las fechas elegidas para los eventos no son las mejores. Sí pudimos deleitarnos con el buen hacer flamenco de María José Pérez en la noche del día 26 de agosto. Esta joven cantaora almeriense, que vino acompañada de las guitarras de Miguel Ochando, Alfredo Mesa y el compás de Indalecio y el Rilete, se está haciendo una buena cantaora, y con un repertorio muy flamenco, nos advirtió que su próximo debut discográfico puede ser más que aconsejable. Cantó por tarantos, seguiriyas rematadas con la cabal del Sernita, bulerías y fandangos que calentaron al público para lo que venía a continuación. Ni más ni menos que dos pilares de la historia del flamenco del siglo XX, y es que en contadas ocasiones se juntan para estos menesteres. Nos referimos a Carmen Linares, que estuvo acompañada por Tomatito. Hacía tiempo que no veíamos al almeriense acompañar al cante, y la verdad es que no ha perdido un ápice de sus cualidades. La de Linares destapó el tarro de las esencias y tomó del repertorio de su gran obra “La mujer en el Cante”. Alegrías, tangos, soleá, seguiriyas y bulerías, fueron más que suficiente para demostrar el poderío de ambos artistas. La noche la cerraría otra gran pareja, la que forman José Mercé y Moraito. Recital completamente ortodoxo de cantes del repertorio jerezano, con la licencia de introducir los tarantos de Pedro el Morato en las bulerías finales. Toda una noche llena de sabor, unos de los mejores bouquets flamencos que hayamos podido saborear últimamente.
Luego le tocó el turno a otra joven de la tierra, la cantaora Toñi Fernández, pero quizás nerviosa por ser la primera ocasión en la que acudía a esta cita, o por la pésima sonorización que le tocó sufrir, no la vimos a la altura de otras noches más recogidas en peñas y escenarios menores. Las guitarras de Jesús Fernández y Curro de María, tampoco fueron el mejor acompañamiento para los estilos que interpretó, pues se ajustaban más a la estética del baile, que a la del acompañamiento al cante. Lo que más nos gustó de su actuación fue una zambra que enlazó por fandangos para terminar por bulerías. Quien sí brilló con luz propia fue el cantaor Carrete de Almería, que llevaba más de un lustro sin ser anunciado por los carteles de la provincia. Acompañado por Pedro El Funde, dejó huella de su sabiduría flamenca, haciéndonos ver que la edad no ha hecho mella en su metal flamenquísimo. Malagueña de Chacón, soleares de Alcalá, y fandangos chocolateros, asombraron al público que no conocía de las cualidades de este cantor, y que fuera gran promesa hace treinta años pero que cambió el cante por la venta de decimos de lotería. El festival llegaría a su fin con el Ave Fénix del flamenco, al que vimos muy sereno y concentrado en todo momento. Ha sido de las veces que mejor ha cantado desde que lo venimos siguiendo en su reaparición, y el Torta sentenció nada más comenzar con unas carceleras de esas que parten el alma. La guitarra de su sobrino Juan Manuel Moneo le jalonó por alegrías, seguiriyas y esos recuerdos a Luis de la Pica por tangos y bulerías que fueron la guinda a estas jornadas.
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