Sábado, 16 de julio,
2005 en el Campo de Deportes del Convento de San Francisco,
Lebrija (Sevilla)
:
José Mercé, Juan Peña ‘El Lebrijano’,
Fernando de la Morena, Curro Malena, Miguel Funi Baile: Manuela Carrasco y su grupo: María
Vizárraga, Antonio Villar, Juan José Amador
(cante); Joaquín Amador, Antonio Rey (guitarra); Torombo,
Rafael del Carmen (baile); Samara, Luis Peña, Javier
Heredia (fiesta) Guitarra: Moraíto, Antonio Carrión,
Antonio Malena, Pedro Mª Peña
Texto y fotos: Estela Zatania
Cuarenta años de Caracolá y ‘la
casa por la ventana’, nunca mejor dicho. Los festivales
de verano siguen reivindicándose – sobreviven
los buenos, también algunos menos buenos. Desde 1965
la Caracolá ha tenido sus altibajos, pero la noche
de sábado 16 de julio habíamos venido a celebrar
este importante aniversario, emocionarnos con la imposición
del Caracol de Oro a Fernanda y Bernarda de Utrera, sentir
la presencia de la recién desaparecida María
la Perrata, lamentar la ausencia del maestro Antonio Núñez
‘El ´Chocolate’ que no pudo acudir por motivos
de salud y por encima de todo, disfrutar del cante, baile
y toque de algunas de las primeras figuras actuales del flamenco.
Abriendo la velada, el presentador Manolo Curao dedica el
festival “a la memoria de todos los que han hecho posible
estos cuarenta años” para dar paso al cuadro
local “Generaciones”, representando las familias
cantaoras de Lebrija y su comarca. Juana Vargas, encantadora
cantaora cincuentona semiprofesional, arranca con tangos de
la Repompa con todo el sabor que corresponde, y acaba con
estilos menos exóticos para dar paso a la joven Anabel
Valencia por bulerías, recordando al Tío Choza
y por cuplé. Siguen turnándose para un cuadro
telonero de lo más acertado.
Con una voz espesa y redonda,
sin efectismo ni alardes, dejando que los cantes hablen por
sí.
Fernando de la
Morena & Fernando Moreno
José María Castaño me ahorra el trabajo
de encontrar adjetivos apropiados para describir el cante de
Fernando de la Morena: “cante hablado, acompasado, visceral”.
A veces empleamos la palabra “veterano” como eufemismo
para “viejo” – en este caso nos sirve para
describir a un cantaor con una trayectoria profesional discreta
pero larga y admirable, conocimientos que sólo llegan
a través de una vida repleta de vivencias y un artista
al que nunca le faltan el buen gusto y la dignidad. Fernando
entrega sus cantes con una voz espesa y redonda, sin efectismo
ni alardes, dejando que los cantes hablen por sí. Conocimientos,
compás y corazón, más el acompañamiento
sólido y airoso de Fernando Moreno, por soleá,
fandangos, siguiriya y bulerías, terminando en tono mayor:
“los secretos cuando se comunican, ya no son nuestros”.
Los secretos del cante que el jerezano compartió con
todos los presentes le valieron una ovación calurosa,
y todo el público en pie.
El
cante tiene eso – el duende está allí
en los estilos y formas de toda la vida para aquéllos
que sepan encontrarlo
A continuación, un cantaor tan universal como local:
Juan Peña “Lebrijano”, máxima figura
del cante, adaptándose elegantemente a una madurez
en la que no faltan ni la inquietud que le ha caracterizado
siempre, ni la sabiduría. Esta noche, en su pueblo,
con su gente, está bien de la voz, fuerte, a gusto
y relajado, con su sobrino Pedro María al toque, encontrando
inspiración en su repertorio acostumbrado. El cante
tiene eso – el duende está allí en los
estilos y formas de toda la vida para aquéllos que
sepan encontrarlo, y al que lo consiga, le decimos “maestro”,
como es el caso con el Lebrijano.
Mercé y Morao no saben
emitir sonido alguno que no esté chorreando un sabor
a lo antiguo mezclado con detalles actuales
José Mercé
La última vez que José Mercé cantó
en la Caracolá Lebrijana, que fue en el 2001, fue necesaria
una escolta de seguridad para controlar a las jovencitas enloquecidas
que perseguían al cantaor convertido en superstar del
flamenco pop gracias en gran parte al éxito de su grabación
“Aire” del año anterior. Pero ese tipo
de público es mucho más caprichoso que el del
cante, entonces las jovencitas y la escolta han desaparecido,
y nos queda el eco inconfundible y jondo de un cantaor de
primera línea. Dedicando su actuación “a
mi gente, a Fernanda y Bernarda”, empezó por
soleá. Su camisa de seda color fucsia, su Morao a la
guitarra (el diminutivo está cayendo en desuso) y su
línea directa al meollo del cante combinaron para el
mayor deleite de un público entendido y agradecido.
Dedicó la siguiriya al maestro Chocolate cuya ausencia
lamentó, y los fandangos que cantó a continuación
provocaron un millar de repetidos ‘oles’ perfectamente
sincronizados. El cuadro para la bulería está
caliente y a punto con Gregorio y Chicharito a la percusión
manual…entiéndase “palmas” ustedes que
no sabían que el flamenco también existe sin
cajón. Mercé y Morao no saben emitir sonido
alguno que no esté chorreando un sabor a lo antiguo
mezclado con detalles actuales. El bailecito de Mercé
provoca aplausos, y la canción “Aire” es
traducido a nivel de cante simplemente saltando el estribillo
– con qué soltura estos dos se sirven de sus
largos conocimientos.
Después de un breve descanso tuvo lugar la imposición
del Caracol de Oro a Bernarda de Utrera representando, cómo
no, también a su hermana Fernanda. Con la familia de
las hermanas en primera fila, fue una presentación
emotiva y campechana con la imprevisibilidad de la Bernarda
que con la edad se permite decir impertinencias: “…aquí
la sobrina Manuela Carrasco, como no parece gitana en absoluto…”,
afirmación que provocó aplausos y risas e hizo
que la guapísima bailaora aludida luciera una enorme
sonrisa que calentaba el aire fresco de la campiña
que había empezado a invadir el campo atlético.
Cuando Bernarda se queja del frío, Manuela acude a
abrigarla con su hermoso mantón de manila, pero aquélla
se niega, “no no…no me queda bien”, y otra vez
los aplausos y risas del público. Luego pudimos disfrutar
de la pataíta de Manuela al cante de Bernarda, y cuánta
razón tenía Curao al decir después que
aquellos cinco minutos habían valido la pena de toda
la noche.
Un mundo intenso de compás,
lunares, tradición y fuerza
Emotivo homenaje a las hermanas
de Utrera
Miguel Funi &
Manuela Carrasco
Un rápido recomponer del escenario, y una docena de
individuos toman asiento. Las caras, los andares, las ropas…todo
indica que estamos a punto de aterrizar en planeta Manuela
Carrasco. Un mundo intenso de compás, lunares, tradición
y fuerza. La aparición en el escenario de la bailaora,
como siempre, es impactante – las grandes figuras saben
presentarse al público de manera que eriza vello antes
de que hagan nada. Manuela es más guapa con cada año
que pasa, y a diferencia de tantos y tantas de su edad, su
baile sigue mejorando, que ya es decir. Los pies son más
seguros y limpios, los pellizcos más perfectos, los
silencios más significativos, la fuerza más
dominada. Los miembros de la compañía se turnan,
y aunque ningún elemento queda flojo, se destaca la
cantaora María Vizárraga por su compás,
originalidad y valentía “p’alante”,
Samara, hija de Manuela, por explosiva y guapetona, Torombo
por un baile alocado y afarrucado que dura lo justito para
no cansar y Rafael del Carmen por seguir intentando domar
su indomable fuerza. Pero por encima de todo, Manuela, la
diosa. Un cromo de flamencura, y encima baila bien. Después
de una hora el grupo se despide…junto con el ochenta por
ciento del público.
Sólo quedan los incondicionales para Miguel Funi,
con su baile elegante y sus cantes con el decir peculiar que
le caracteriza, acompañado por Antonio Malena, hijo
de Curro Malena, cantaor que sale a continuación para
cerrar el festival dignamente por soleá, fandangos
de Huelva, siguiriya y bulerías.
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Letras. José Esteban Rodríguez CosanoCante. Juan SotoGuitarras. Antonio Carrión y Luis Calderíto.Edita: Antequera Record S .L Por Antonio Nieto del ...
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