XIX Festival de Jerez – Rosario Toledo «ADN»

Rosario Toledo ADN Festival de Jerez

Rosario Toledo ADN Festival de Jerez

Texto: Estela Zatania

Fotos: Ana Palma

Martes, 24 de febrero, 2015. Jerez de la Frontera

Especial XIX Festival de Jerez – Toda la información

ROSARIO TOLEDO AL TELÉFONO, Y LA EMOCIÓN ESTÁ SERVIDA

La jornada flamenca del martes en Jerez, no había actuación en el Teatro Villamarta, pero tampoco nos hemos aburrido.  A las cinco de la tarde el joven cantaor Maizenita presentó su nueva grabación en el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco con la guitarra de José Ignacio Franco.  Poco después, en la Sala Compañía, la bailaora algecireña Noelia Sabarea, (video –  galeria fotográficapresentó su espectáculo «Flamenco, flamenca».   Su baile, poderoso e intenso, fue apoyado por el guitarrista invitado, Daniel Casares, además de las voces de Esperanza León y Manuel Peralta, la guitarra de José Manuel León y la percusión de Antonio «El Schuster».  Y en la Guarida del Ángel, donde se está celebrando el Off Festival, nada menos que la actuación del Farru.

 


 

ROSARIO TOLEDO «ADN».
Sala Paúl, 2100h

Video Galeria fotográfica

Baile y coreografía: Rosario Toledo. Artista invitado (cante): Juan Villar. Colaboración especial (cante): David Palomar. Guitarra: Rafael Rodríguez «El Cabeza», Periquín Niño Jero. Percusión y palmas: Roberto Jaén. 

Mucha expectación en torno a la presentación de Rosario Toledo con su artista invitado de gran lujo, el cantaor Juan Villar.  La Sala Paúl se llenó hasta la bandera, y eso que habían colocado sillas adicionales.  Es que Rosario es diferente.  Creativa, inteligente, espíritu libre, espontánea, divertida, valiente.  Todo eso, además de gran bailaora y artista.  

Tiene ideas coreográficas y teatrales originales.  La primera escena de esta obra es una perfecta joya, un hermético drama contenido en un baile.  Vemos a Rosario sentada en un sofá, distraída, superficial, medio aburrida.  Suena el teléfono.  Vemos por su rostro y movimientos que son malas noticias.  David Palomar arranca por alegrías, Rosario llora, se levanta casi sin querer, baila, sonríe, se detiene, llora, el cante y el compás le vuelven a seducir, y así varias veces.  La fuerza de las emociones contrastadas es insoportable a la vez que irresistible, y el mensaje está claro:  Rosario Toledo necesita bailar como necesita respirar.

En otra escena, sale ella de pantalón negro, con gafas de sol, chaqueta y bolso.  La milonga que canta Palomar pone un ambiente caribeño, y Rosario se despeina.  Literalmente.  Sacude el pelo hasta que forme una maraña descontrolada.  El cantaor baila con ella, hay una deliciosamente sutil insinuación, están en la misma onda artística y es algo digno de ver.

Cambio de tercio con Juan Villar y Periquín por seguiriyas.  El cantaor está en excelente forma, y se le nota a gusto.  Remata con su versión de la siguiriya del Cuco.  Impactante.

A David le corresponde una tanda de soleá de Cádiz, sin más acompañamiento que los nudillos del multiuso percusionista, Roberto Jaén.

Vuelve Villar para cantar por soleá al baile de Rosario, ahora peinadita y con aspecto severo.  Juan crece al cantar a la bailaora.  Dicen algunos que el cantar para baile estropea al cantaor, pero este maestro no sacrifica un ápice de su flamencura y poder comunicativo.

David canta unos fandangos, y el gran guitarrista Rafael Rodríguez, al que habría que ponerle un monumento por su labor en este espectáculo, le toca por medio versionando la clásica falseta de Alosno.

Y otro momento mágico es el baile de Rosario con Roberto Jaén, sí, el percusionista, jugando a «fiesta con botella de anís».

Rosario es tremenda diciendo el tanguillo de las Guapas de Cádiz, y unos cuantos más.  Se queda en paños menores…no preguntes…pedazo de actriz.  Una clásica caña con bata de cola blanca y mantón: «Y yo le pido la muerte, y no me la quiere mandar» se repite obsesivamente hasta convertirse en oración, mientras la bailaora abandona el escenario como elegante diosa.

Todavía quedaban las bulerías de Villar, sus famosos cuplés cantados a Rosario, incluyendo el emblemático «Ya todo acabó», tercio que Rosario murmura a sí misma repetidas veces en voz bajita.  

Suena el teléfono.   Esta vez, no lo coge.

 


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