1ª Parte. Cante Chano Lobato, guitarra Pepe Habichuela
2ª Parte. Cante La Macanita, guitarra Juan Diego, palmas
Chicharito y Gregorio
3ª Parte. Cante Calixto Sánchez, guitarra Manolo
Franco
Texto: Manuel Moraga
Fotos: Rafael Manjavacas
EL ORDEN DE LOS FACTORES
Abarrotado estaba el Teatro Albéniz al principio
y con muchas butacas vacías terminó la velada.
Chano Lobato fue el protagonista al recibir el Galardón
Calle de Alcalá. La Macanita cumplió y Calixto
Sánchez, en su línea. La noche transcurrió
por ese orden, que fue probablemente el peor de los posibles.
Alejandro Reyes con Chano Lobato
“Vinea Madrid para tres días y me quedé
treinta años”, dijo Chano al recibir el “Calle
de Alcalá”. Fueron algunas de las escasas palabras
que expresó, algo chocante para lo que suele ser la
costumbre en él. Y, la verdad, se echaron de menos
las cosas de Chano, sus chascarrillos, su personalidad dicharachera,
esa forma de ser flamenco que él guarda como pocos,
porque Chano Lobato es sobre todo esencia flamenca gaditana.
Y el flamenco también es o debía seguir siendo
eso. Su voz ya no está como antes (si lo estuviera
habría que pensar en un posible pacto con el diablo),
pero su gracia es la misma. Lo extenso del programa obligó
a la brevedad, de modo que su presencia en el escenario se
limitó al cante, donde siempre es un disfrute escuchar
sus alegrías, su soleá o esas bulerías
en las que mete abandolaos, cartageneras, fandangos y lo que
haga falta. De Roberto Goyeneche se dice que es quien mejor
ha dicho el tango. Lo mismo se le puede aplicar a este veterano
flamenco que sin ser “Paparoti” –así
le llama él al divo italiano- llena al público
de buen rollo y sobre todo de arte. No en vano, Félix
Grande –miembro del jurado que otorga el Galardón-
destacó que Chano Lobato llevaba sesenta y cinco años
haciendo feliz a la gente. Y es verdad. Esas pataítas
por rumba, con esa fragilidad, con ese arte, con esa gracia,
hacen que surja en el público un enorme sentimiento
de admiración, de respeto y de cariño.
clic para ampliar
De la gracia gaditana pasamos al tremendismo jerezano que
encarnó La Macanita. Cante con verdad, con madera,
del que hay que pelearlo palmo a palmo, cante del que duele.
Tientos con poso, soleares al límite, siguiriyas desgarradas
y derroche por bulerías. Hay que destacar el acompañamiento
del jerezano Juan Diego, un guitarrista que ha logrado dar
al sello de su tierra un toque de exquisita sensibilidad.
Mantiene el carácter y la profundidad de la guitarra
jerezana, pero le añade un bonito punto de dulzura.
Y después de las bulerías de La Macanita, Calixto
Sánchez aparece por martinete… Como que no pega
¿no? El de Mairena estuvo en esa línea de sobriedad
barroca. Sobriedad porque su forma de compartir el flamenco
es casi litúrgica, ceremonial. Barroca porque sus facultades
le permiten alargar y explorar los tercios casi hasta el infinito.
Calixto fue la pieza de más difícil encaje en
el programa. Primero porque su estética es prácticamente
opuesta a la de los anteriores y su público también.
Y segundo porque, aun asumiendo esa diferencia de escuelas
en el escenario, el estilo del sevillano no aconsejaba dejarlo
para el cierre. Así que muchos desalojaran el teatro.
clic para ampliar
Al final, la noche se alargó demasiado. Es el riesgo
que se corre programando tres actuaciones en una sola velada.
En mi opinión –cuestión de gustos, por
supuesto-, hubiera preferido más chascarrillos de Chano,
que al fin y al cabo era el protagonista de la jornada, y
sólo dos artistas. Y en caso de mantener a toda costa
el planteamiento del “Triángulo mágico”,
otra opción hubiera sido comenzar con Calixto Sánchez
y terminar con Chano o La Macanita, cuyas formas de entender
el flamenco se prestan más a un final que dejara en
alto el ánimo de un público abocado a estar
más de tres horas en el Teatro. El orden de los factores
altera el producto.