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EL seguimiento diario de la Bienal de Flamenco es patrocinado por: |
Diego Amador: piano y cante.
Diego del Morao: guitarra flamenca.
Luis Amador: percusión.
Joselito Fernández: palmas y baile.
Jairo Barrull: palmas.
Miguel Vargas: contrabajo.
Piano Jondo.
Hoy casi no se discute entre los sectores menos ortodoxos
de la afición que el piano es un instrumento que se adapta
muy bien al flamenco. Aparecen cada día más entusiastas
y las casas discográficas no dejan escapar esta oportunidad
de venta. Pero esto repercute en el nacimiento de nuevos valores
y en la creación de “escuelas” que promueven
y difunden nuestro arte.
Diego Amador ha mamado en su hogar lo que ahora regala. Vive inmerso
en el mundo de la creación musical y ve en sus hermanos,
Rafael y Raimundo Amador, un espejo donde mirarse, aunque pronto
adquiere su propia personalidad artística y su sello particular.
De las 3000 viviendas al Teatro Central.
Se hace la luz. Diego, el Churri, como le llaman cariñosamente,
y un piano de cola. Por taranta y “Pa los viejitos”
clava sus dedos en las teclas del instrumento. Después por
tangos intenta seducir, pero no es hasta “Comparito”
(por bulerías) cuando da calor su piano. Jondura, no tanta.
“El llanto de la lluvia” parece un goteo incesante o
un juguete que, por tanguillos, levanta el ánimo. Y la soleá,
su soleá, donde toca emulando a grandes figuras del mundo
del arte, le sirve de colofón para una breve primera parte.
Poco más de media hora donde mostró sus virtudes y
defectos ante un aforo prácticamente completo.
El piano del Churri es contemporáneo, flamenco y jazzístico
a la vez, adornado con impulsos. Diego recibe a su guitarrista,
Diego del Morao, que encandiló con sus complejas facetas
y el acompañamiento. La percusión, muy buena, siempre
a compás y respetando las entradas del artista y músico
principal. Por taranta vuelven las dudas, que se atragantan por
soleá, se calman por tangos y se alivian por bulerías,
donde se le olvida una letra y se ve obligado a improvisar pasando
fatigas dobles. Su repertorio, camaronero. Poco tiene que aportar
ya que, aunque sea un compositor o un músico polivalente,
redondo, completo… no consigue impactar lo suficiente. Al baile,
Joselito Fernández, nervioso, con gestos afeminados y con
bailes sugerentes. Al final –la actuación fue muy corta
y tuvo descanso- , tras el aplauso, el bis: Diego coge unas batutas
y las sacude contra las cuerdas del piano, dentro de la cola, convirtiendo
las tripas del instrumento en una batería musical. Malabarismos
efectistas, más aplausos, el telón.
Texto : Kiko
Valle
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