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“De la Galera al Arco”
Teatro Lope de Vega, Sevilla. 2100h
Un espectáculo que viene anunciado como obra que
recrea las cuatro décadas de la vida profesional del cantaor
Pansequito, acaba siendo, en su 90%, el repertorio de siempre de
Pansequito y Aurora Vargas. Incluso da impresión de que empezaron
a montar una obra pero el guionista se largó junto con los
encargados de vestuario y atrezzo después de la primera escena.
Todo empieza prometiendo mucho…dos actores hablan de los comienzos
de Pansequito y aparece una escena de taberna con un Manolo Caracol
interpretado por su mayor imitador actual, Collantes de Terán,
mientras que una señora vestida de camarera a la antigua
observa encantada y los palmeros representan clientes sentados en
una mesa. Pero justamente cuando te has entregado al reality show,
te meten un recital de piano, no por Arturo Pavón, que al
menos hubiera sido el hilo que unía Pansequito y Caracol,
sino el joven Pedro Ricardo Miño. Media hora de piano, excesivo
se mire como se mire, y partir de allí ni obra ni obra. Un
taranto a piano bailado por Carmen Ledesma con Pansequito que luego
canta por soleá también a piano, y el público
enloquece. Pero no convence en absoluto, el sonido del instrumento
es demasiado agresivo para acompañar el cante adecuadamente,
no es culpa del joven maestro cuyo talento es indiscutible, sino
del instrumento en sí.
La guitarra de Diego Amaya salva la situación devolviendo
al cante su sitio de honor y recordándonos que el flamenco,
como los pescados buenos, cuánto menos se manipula, más
fresco sabe.
texto y foto: Estela
Zatania
Manuel Agujetas, Gualberto y los Smash.
MONASTERIO DE LA CARTUJA. 22:00 h
Salvaje.
No es una crítica, tampoco un insulto: es un calificativo
que le viene como anillo al dedo. Manuel de los Santos Pastor, “Agujetas”,
no deja indiferente a nadie. Puede que te hiera como cristales rotos
arañándote las venas, quizás veas en él
a un energúmeno anacrónico o a un viejo gruñón
y sabio, pero no se te olvidará el nombre.
Cuatro letras por soleá. Recortando los tercios, ligándolos
después en un juego ya bien aprendido. La de Carapiera para
rematar. Se agradece: pocos se acuerdan de este estilo. Visceral
en las seguiriyas, oscuro. Por fandangos, denuncia; valiente, con
descaro. Y el martinete dejó muda la noche.
No estuvo tan fino como otras veces, o tan “crudo”.
Le costó hacerse con el cante y peleó por ello. Su
repertorio fue corto, luego ampliado con algunos cantes acompañados
al sitar por Gualberto, que estuvo magnífico. Levantó
postillas al dedicar un cante al Rey de España. En sus intervenciones
parece que llevaba prisa: breves pinceladas de cante salpicaron
una noche de rock, que vino después. Gualberto y los Smash.
Y yo sigo sin enterarme de la “vanguardia”. Ni de algunas
tradiciones y salvajadas. ¡Que no!.
Texto: Kiko
Valle.
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