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EL seguimiento diario de la Bienal de Flamenco es patrocinado por: |
Baile: Joaquín Grilo, Rosario Toledo. Guitarra: José
Quevedo, Dani Méndez. Cante: Carmen Grilo, José Antonio
Valencia. Contrabajo: Pablo Martín. Violín: Alexis Maxime
Lefèvre. Percusión: Francisco González. Palmas:
Carlos Grilo.
El trabajo que el bailaor Joaquín Grilo presentó
en el Teatro Lope de Vega el miércoles 15 de septiembre está
en la línea de las obras “negras” de las que
hemos visto tantas en los últimos años. Telón
de fondo negro, vestuario negro y escasa iluminación, una
fórmula que sólo se rompe brevemente en el bis final
por bulerías. Una hora y veinte minutos de rigurosa seriedad
y bailes largos, difíciles y minuciosamente ensayados que
aprovechan el cante demasiado poco.
Dicho esto, se puede hablar de artistas de mucha profesionalidad
y calidad que entienden la estética contemporánea
del flamenco a través del pasado. El baile de Grilo siempre
refleja el de Antonio Canales: los gestos de cine mudo, el guiño
permanente hacia la manera de bailar de la gente mayor en los pueblos,
el compás trabajado y explorado a fondo…pero suele faltarle
el toque de desequilibrio y riesgo que hace que sea convincente.
La presentación abre con un solo de pies dentro del pretexto
de tangos con la voz, a ratos interesante, a ratos molesta de Carmen
Grilo, hermana del bailaor. El primer “ay” por siguiriyas
lanzado por el cantaor José Valencia llega como lluvia en
agosto para refrescar el ambiente. Es un baile a dúo con
la bailaora Rosario Toledo, muy pulido y perfeccionado, que no acaba
de evitar cierto sabor a “flamenco para turistas” por
mucho que pretendan huir del tema. El flamenco es un empeño
unipersonal y el intento de diálogo en el baile…las miradas
oscuras, el duelo de pies, los abrazos de reconciliación…difícilmente
pasa de lo meramente vistoso.
Artistas que entienden la estética
contemporánea del flamenco a través del pasado
Los
cantaores se turnan por tangos y vuelve Rosario Toledo para bailar
por alegrías. El baile de esta joven es inteligente y original
y la precisión de sus movimientos delata muchas horas de
sacrificio en el estudio. Las alegrías que interpreta incluye
los tradicionales apartados de ‘castellana’ y ‘silencio’
de los que prescinden muchos bailaores actuales, pero el número
es excesivamente largo…por mucho…después de quince minutos
ya se siente como una hora. Cuando por fin acaba, uno en la fila
de atrás pregunta a su compañera si aún estamos
a miércoles.
Se presenta la misma miniobra por soleá que vimos en la
Fiesta de la Bulería el sábado, con violín,
contrabajo y percusión, y aquí, sin las distracciones
que presenta aquel evento, encaja bastante mejor. El cante de Valencia
es admirable, de la Grilo, efectista, pero hay mucho más
baile que cante, y sigue molestando la falta de iluminación.
Para el obligatorio fin de fiesta por bulerías por fin suben
las luces, vemos las caras, los artistas se sueltan y recordamos
que no todo el flamenco es hermético y cerebral.
Texto y fotos: Estela
Zatania