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EL seguimiento diario de la Bienal de Flamenco es patrocinado por: |
Texto : Kiko Valle
“En el compás de su sangre”
Los nuíllos en un rincón sobre una mesa sevillana
que aguanta el compás por soleá. Triana y Lebrija.
Cuatro garrotes que pican, cuatro pilares que sostienen: Curro Fernández
(el padre orgulloso), José de la Tomasa, Pedro Peña
y Esperanza Fernández. La guitarra abandonada en el oscuro,
espera callada. Curro raja la voz hasta donde no puede. El de la
Tomasa se relame de gusto. Pedro Peña levanta olés
en cada tercio con la redondez de los metales de su voz. Y Esperanza.
La sonanta de Miguel Ángel no se resiste. La soleá
sigue ahora con acompañamiento. “Levanta y no duermas
más…” “Se te caigan las carnes…” recuerda
Esperanza buscándose en los adentros. Lleva cada cante al
cielo y son pedacitos de locura, jirones de delirio sus ayes. La
farruca a la Niña de los Peines la ilustra el baile de Miguel
Vargas. La luna preside el escenario y dos guitarras jalonan el
camino: Manolo Franco y Miguel Ángel Cortés. Se para
en el cante la gitana y con sentimiento entona y templa, alargando
los finales con dulzura.
Siguen las dedicatorias y el tributo es ahora para Antonio Mairena
por romeras. Mide el tiempo y se mueve con naturalidad, asumiendo
el compás como si fuera parte de su respiración. Por
malagueñas dice que “Esto que tengo es locura”,
cuando demencia es lo que provoca con el repertorio que ofreció
anoche, que se vio ampliado respecto al que viene dando desde hace
un tiempo. Eso se agradece. Además de ser una cantaora joven
y de estar considerada (me incluyo entre los que piensan así)
como la mejor o una de las mejores artistas flamencas de su generación,
no se limita a explotar sólo unos cantes y acomodarse en
ellos sino que “investiga” y prueba con otros palos
que quizás no domine por ahora. Sin embargo el empaque, la
delicadeza, la gitanería y el gusto que le imprime a todas
sus interpretaciones hace que casi cualquier cosa que salga de su
boca llegue al alma.
La cava de los gitanos de Triana se queda a dormir en su pecho.
Se fragua el hierro candente en sus entrañas y la negrura
de la seguiriya se asoma por su garganta. Clava su quejío
áspero y el lamento rotundo. Son arremetidas hirientes sus
lastimeros recortes, su recogimiento profundo. Los cantes machos
son femeninos por esta noche y no hay quien se los arrebate. Se
adueñan de sus sentidos “En el compás de su
sangre”.
Pide la receta del mal de amores por tientos tangos y se lo dedica
a su abuelo Vega. Paraíta en los tientos, sin excesos en
los tangos. Bien medida, jugando con los silencios y el tiempo,
con el soniquete, con el vaivén, con el acompañamiento
de la guitarra de Miguel Ángel que arrancó aplausos
del público por sus alzapúas de vértigo y algunas
deliciosas falsetas. Después por granaína le acompaña
Manolo Franco y figuran dos bailaoras que poco contribuían,
auque como recurso estético, como puro “adorno”,
sí que resultaba atractivo. Esperanza hizo un cante meloso
y rico en matices, ligando el final de la granaína con el
de la media granaína y rematando con finura.
A Lebrija se va por bulerías. Dos guitarras, palmas y unas
vueltecitas. Se luce esta gitana y regala una ristra de letras para
todos los gustos. Sus pataítas van sobradas de arte y cuando
se retiró del micro dejó el eco de su voz dándose
golpes por los rincones del teatro.
Una ronda de tonás fue el bis. Curro Fernández,
José de la Tomasa, Pedro Peña y Esperanza. Actuaciones
como esta, a estas alturas del festival, lo dignifican y hace que
se pueda llamar “Bienal de Arte Flamenco”.
Esperanza Fernández |