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La Metamorfosis
Casi siglo y medio de arte se condensa en la pareja Chano
– Matilde: veteranos de la flamenquería. La noche cerrada
por techo quiere correr un tupido velo sobre los días previos
a lo que debería haber sido el digno arranque de la “Vietnam”
de Arte Flamenco de Sevilla. “¿Es Bienal no?”
Pregunta Matilde asombrada al ver que José Luis Ortiz Nuevo
se refiere a esta particularísima guerra. “Como yo
sé que es un intelectual…” La Plaza de las Lanzas
se torna en el patio del Pabellón Mudéjar; y de los
artistas no hablo. La misma metamorfosis ( “una palabra mu
bonita pa meterla por bulerías”, dice Chano) de la
que se quejan Matilde y este cantaor que han sufrido con los años,
parece que se ha producido en la programación del mayor acontecimiento
mundial del flamenco. La única pega es que el espacio puede
albergar a poco público. Seríamos egoístas
al querer disfrutar como en la intimidad de algo que está
pensado para las masas.
Por tangos se entona Chano con su compás y su gracia. Recorta
con su voz ronca sin hacer alardes de potencia pero pellizcándose.
Que “hasta el reloj de la audiencia la tiene tomá conmigo”.
Matilde recuerda los tiempos en los que se le bailaba al cante y
con el estómago vacío. José Luis Ortiz Nuevo
reivindica la pena en el cante de Chano, encasillado por fiestas
y con el aire alegre: “No le hace falta roneá de tristeza”.
Pero la tiene. Le duele la soleá y las entrañas se
le escapan al tomar el aire.
José Luis Ortíz Nuevo, Matilde Coral, Chano Lobato
Matilde dice que los años le han dejado las constantes
(se señala la cabeza) y las sonantes (y mira sus pies). Le
pregunta a Chano: “A mí me ha dejao a mi mare, que
todavía me vive y está deseando que le toque la primitiva
pa podé quitarme de cantá” Alegrías para
la bailaora que pinta en el aire con los flecos de su mantón,
tamizado por las luces tenues que hacían aún más
entrañable el momento. Lo derrama después en el suelo
y le baila, con sabiduría y con pocas cualidades físicas
pero sobrada de compás, de finura, de elegancia… Matilde
contonea su cintura incluso con sensualidad, sus manos revolotean,
sus pies sólo marcan. El calor del público la arropaba
en cada gesto.
Chano se alivia por malagueñas y luego piropea a Sevilla
por tanguillos, como de costumbre. No faltaron las letrillas carnavalescas
ni la pataíta de Chano. Y la anécdota de su perrita,
que le responde al compás de bulerías: que no exagera
como Pericón, dice él. Y así de repente sorprende
por este palo, deleitando con melodías exquisitas de tangos
argentinos y otras letras. Con dos lágrimas resbalando por
su rostro arranca a bailar Matilde, visiblemente emocionada. No
se puede entregar más. Fue una noche sentimental, de risas
y de buen flamenco. ¡La Bienal ha empezado!. Así decía
el titular hace dos días.
Texto: Kiko
Valle.
Foto: Rafael Manjavacas
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