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Texto : Estela Zatania
Baile: Andrés Marín, Ursula López, Leonor
Leal, Elena Algado. Cante: Encarna Anillo, Londro, José Valencia.
Guitarra: J.A. ‘Canito’, Salvador Gutiérrez,
Antonio Rey. Percusión: Daniel Suárez. Trompeta: Irapoan
Freire. Panderos: Álvaro Garrido.
Tan magnífica como sencilla la lección que
dio el bailaor Andrés Marín el miércoles 29
de septiembre en el Teatro Central de Sevilla. No es el primero
en buscar el vanguardismo en el flamenco, pero es de los pocos,
por no decir el único que lo hace confiando plena e incluso
ciegamente en las formas y dando al cante su sitio de honor. A partir
de allí se pone a demostrar lo mucho que este arte da de
sí, lo poco que se ha explorado y lo equivocados que están
los que ven en el flamenco tradicional sólo una pieza de
museo, cuando son sus propias mentes que están estancadas.
Hay conceptos novedosos: los tres cantaores de pie, cada uno con
su luz cenital, cantando hacia el público, y el bailaor detrás;
los bailes acaban casi sin que uno se dé cuenta, sin alardes
ni velocidades; pequeñas placas metálicas con amplificación
para las inteligentemente breves secciones de zapateo; solos de
cante elaborados con tanto esmero como los números de baile
en lugar de tratados como mero relleno. La iluminación es
una obra de arte para cada baile, por lo que destacaremos al responsable
de las luces, Francis Mannaert: los artístas se merecen reconocimiento
La presencia de Marín se impone, su estética es fascinantemente
egipcia, trabaja mucho los perfiles y los ángulos de brazos
y manos. Es un baile cerebral, controlado y elegante pero nunca
frío – con su aplastante dignidad es el Güito
del nuevo milenio. El minimalismo minimalizado, destilado, sin efectismo
de ninguna clase. Imposible apartar la vista, se perderían
momentos de belleza, cada gesto o movimiento es una obra terminada
y manda un mensaje de lo que el bailaor ama y respeta este arte,
el flamencómetro se dispara.
Lo equivocados que están los
que ven en el flamenco tradicional sólo una pieza de museo,
cuando son sus propias mentes que están estancadas.
Las tres bailaoras que parecen esculpidas son altamente profesionales
y disciplinadas, lástima que son físicamente dispares,
dos rellenas y una muy delgada. Realizan un hermosísimo baile
con bata de cola al poco aprovechado cante de alegrías de
Córdoba.
Un solo de cante llamado “Generación del 27”
se realiza escalonadamente: el Londro con fandangos naturales, Encarna
Anillo por Huelva y José Valencia con cante abandolao, los
tres dando voz a textos de Alberti, Miguel Hernández o García
Lorca, y a diferencia de otras obras con propósitos similares,
aquí se han podido escuchar las palabras. Guitarras hermosas
y respetuosas con detalles originales, nunca buscando protagonismo,
siempre al servicio del baile o cante.
Hoy en día cuando los jóvenes bailaores tienen poca
afición al cante y prácticamente pasan de él,
el aficionado serio puede leer en el programa que la soleá
de Marín incluye los estilos de Triana, de Charamusco y de
Alcalá. Una especie de colchón musical con tonos disonantes
sostenidos da nuevo misterio a una de las formas más básicas
del repertorio flamenco para el baile principal de Marín
con el que cierra esta velada de flamenco actualizado y no deformado.