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EL seguimiento diario de la Bienal de Flamenco es patrocinado por: |
Baile: Eva Yerbabuena, Mercedes de Córdoba, María
Moreno, Sonia Poveda, Asunción Pérez Choni, Estefanía
Cuevas, Luis Miguel González, Juan Manuel Zurano, Eduardo
Guerrero, Amador Rojas. Alejandro Rodríguez, Eduardo Lozano.
Cantaores invitados: Enrique Soto, Segundo Falcón, Pepe de
Pura. Colaboración especial: Miguel Poveda. Guitarra: Paco
Jarana, Manuel de la Luz. Percusión: Antonio Coronel, Efraín
Toro. Saxo-flauta: Ignacio Vidaechea.
Un comienzo original, un joven que recoge naranjas esparcidas
por el escenario mientras que la voz en off advierte que apaguemos
los teléfonos móviles “porque podría
ilusionarme”, establece la tónica de esta obra vanguardista,
adusta y algo presumida de la bailaora granadina Eva Yerbabuena.
¿Puede una coreógrafa alemana (Pina Bausch) comprender
y comunicar, no sólo los ritmos del flamenco sino la extrovertida
personalidad andaluza que abraza la tragedia y el júbilo
con igual pasión? ¿Sería el no haberse criado
en Andalucía que le priva a la Yerbabuena de la capacidad
de expresar emociones más allá de las más oscuras?
Más al grano, ¿se ha emborrachado alguna vez Eva María
Garrido García “La Yerbabuena”?
Hemos acudido al Teatro de la Maestranza la noche de sábado
18 de septiembre para recibir otra dósis del extraordinario
baile de esta extraordinaria mujer, pero el propósito expresado
en el programa y reflejado en el título de la obra, la de
“homenajear a cuatro de nuestros más grandes poetas
con su danza” ya levantaba sospechas. Hace pocos días
José Menese ofreció su recital de cante con versos
sacados de la poesía culta, pero lo que menos se escuchó
fue la poesía. En esta ocasión, siendo un espectáculo
de baile, el trabajo de aplicar las palabras de Vicente Aleixandre,
Miguel Hernández, Blas de Otero y García Lorca a serrana,
siguiriya, toná, fandangos, soleá por bulería,
tientos, tangos, bulerías, alegrías y soleá
parecía más bien un intento de hacer flamenco para
la “beautiful” que cualquier otra cosa.
El cuerpo de baile es sumamente profesional
y preparado – se nota la mano exigente de la Yerbabuena.
La Yerbabuena es tan actriz como bailaora y gran parte del espectáculo
es pantomima con baile contemporáneo y bastante teatralismo.
Los números fluyen de uno a otro sin final claro que pide
aplausos: por esto, gracias, Eva. Vemos la curiosa imagen de un
cantaor, Pepe de Pura, cantando de rodillas pero en general se nota
una escasez de cante, igual que en la obra de Joaquín Grilo
días atrás. A pesar de la presencia de un equipo cantaor
de primera (Enrique Soto, Segundo Falcón, Pepe de Pura, Miguel
Poveda), la voz humana llega a ser un mero adorno en lugar del meollo,
un concepto que contradice el espíritu del flamenco y que
puede ser parcialmente responsable de que la obra resulte algo indigesta.
Hay
momentos bellos y el cuerpo de baile es sumamente profesional y
preparado – se nota la mano exigente de la Yerbabuena. La
magnífica soleá que bailó en “La voz
del Silencio”, ahora llega en su versión lite con la
participación de cuatro bailaores. Una lluvia de hojas de
papel se acumula en la pista y llegan los barrenderos para retirarlas,
primero para un lado, luego para el otro, fascinante, y se escucha
una música hermosa que no se ajusta a ninguna forma flamenca
reconocible.
Es hombre en mujer y la confusión
de género aporta su propio misterio.
El vestuario es rigurosamente blanco y negro con la excepción
de dos vestidos de color que luce la Yerbabuena, y el contraste
es eficaz, pero se echa de menos una bata de cola. Eva en traje
negro de corte Mao realiza un baile varonil por bulerías,
casi a lo Farruquito, que incluye su famoso y fascinante efecto
“cámara lenta”…es hombre en mujer y la confusión
de género aporta su propio misterio.
La muerte siempre está muy cerca de la superficie, desde
el primer número donde unos zapatos de hombre son acariciados
simbólicamente, hasta el desvanecimiento de Eva que luego
es retirada del escenario como toro muerto en el ruedo. Las alegrías
de la bailaora prometen aliviar el ambiente cargado y resulta ser
su baile principal. Aquí es magnífica – esas
contorsiones imposibles, elegancia de mujer templada con el toque
oscuro que siempre pinta la señora – pero no llega,
ni muchísimo menos, a la altura de la susodicha soleá.
Soleá a palo seco para terminar, pero la bailaora se limita
a estar de pie, inmóvil, escuchando, mirando al público,
y por último escuchamos su voz grabada: “Este es mi
sitio y no lo cambio por ninguno. Caí. No me arrepiento”.
Tampoco nos arrepentimos de haber acudido al estreno, pero el día
en que la Yerbabuena se limite a confiar en el flamenco y en sus
propios y considerables recursos de bailaora, será un acontecimiento
importante.
Texto: Estela
Zatania
Más información:
Entrevista
con Eva la Yerbabuena