La quinta gala del XIº Festival Caja Madrid
y clausura de la serie fue también la noche más flamenca… flamenquísima.
Y como tal, fue también noche de sagas familiares, en concreto,
con Juan Moneo 'El Torta', Dolores de los Santos Agujetas y Farruquito,
tres representantes de familias de la élite del flamenco tradicional.
Momentos de auténtica
enjundia
Con la sala a rebosar Dolores Agujetas, hija del cantaor Agujetas
y nieta de Agujetas el viejo, arrancó la velada con ese grito
pelado 'marca de la casa'. Vestida de negro, la joven lanzó
sus tripas hechas cante hacia las butacas. Por soleá, tan
anárquica como el padre, por siguiriyas bastante más
enterita y conocedora, cantando por Torre con estilos de Manuel
Molina y Marrurro terminando con cabales…como el padre…fandangos
columpiados entre rítmicos y libres con la sabiduría
del veterano Parrilla de Jerez cuyo toque fue jaleado por un público
medio entendido, cosa de agradecer fuera de Andalucía. Una
debla. Hoy en día los cantes a palo seco vuelven a estar
'de moda', si es que puede decirse semejante cosa de unos cantes
de tan honda y añosa raigambre. Casi como para demostrar
que los Agujetas sí que cantan por bulerías, Dolores
ató su actuación por fiesta. Esta cantaora tiene momentos
de auténtica enjundia, pero ojalá confiara más
en su propia personalidad, que una mujer joven no tiene por qué
forzar la voz para representar las décadas de desgaste de
una anciana, mas, es tan antinatural como el exceso de 'teatro'
que emplea en momentos puntuales. El buen cante no se grita, se
dice, y esta voz joven, unida a los considerables conocimientos
de su dueña, es capaz de hermosos matices aún por
descubrir.
Tras un breve discurso
sobre los diversos méritos
del agua, el cantaor se vuelca por siguiriyas
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Dolores Agujetas
El Torta
Juan Moneo 'El Torta', de la familia de los Moneo todavía
está disfrutando su regreso a los escenarios, y su desenfadada
personalidad, charlando con el público con absoluta naturalidad,
choca frontalmente con la fuerza expresiva de su cante. Arranca
por alegrías, tradicionales y sabrosas. «Juan, ¡eres
el número uno!» grita uno. «Yo no…el que está
allí arriba en la gloria» contesta el cantaor apuntando
encima de su cabeza, y no se sabe si se refiere a Dios o a Camarón,
pero tanto da. Por soléa hace un recorrido por la baja Andalucía
terminando con varios versos de Carapiera, esa hermosa soleá
en tono mayor tan cultivada por esta familia. Tras un breve discurso
sobre los diversos méritos del agua, el cantaor se vuelca
por siguiriyas, Molina pasado por Torre terminando con cabales,
pero el sonido Moneo es el que domina. El joven tocaor jerezano
Antonio Higuero apunta Ricardo y dosifica tonos modernos, siempre
con buen gusto y el sabor de su tierra. Por bulerías el Torta
es reservado esta noche. Absteniéndose de sus creaciones
romanceadas se limita a versos cortos, tanto tradicionales como
originales, casi escabulléndose después, pero el público
no lo permite. El cantaor regresa al escenario anunciando «voy
a hacer lo que me gusta y lo que me salga», que resultó
ser tonás, correctas si algo más frías de lo
habitual en este hombre.
Los silencios del joven
son, sin lugar a errores, los
más tensos y cargados de la reciente historia del baile
Después del descanso se respiraba expectación cuando
el brillante joven bailaor Farruquito se presentaba en el escenario
caminando con toda la solemnidad de un sacerdote, acompañado
de su hermano menor Farruco como monaguillo. Juntos fueron a misa
por siguiriyas, escrupulosamente recordando las líneas y
posturas del viejo maestro Farruco, haciendo un dúo que por
su precisión y minimalismo recordaba a Mario Maya con el
El Güito. Planta, fuerza, destellos inconfundibles de Canales.
El hilo mágico se rompió imperdonablemente por un
larguísimo y poco justificable solo de cante por bulerías
de los tres cantaores José Valencia, Antonio Villar y Jorge
el Canastero. Vuelve Farruquito, esta vez solo y por soleá.
El sacerdote se convierte en pantera al acecho, con movimientos
lentos y controlados. Los silencios del joven son, sin lugar a errores,
los más tensos y cargados de la reciente historia del baile,
y alguna que otra jovencita incapaz de contenerse grita incoherencias.
El bailaor entabla conversación virtual con todo lo que le
rodea – otros menos dotados sólo chismorrean con el suelo.
Cuando se acerca a uno de los cantaores para secarse el sudor con
la camisa de éste, es un rito ceremonial bailado…cuando
echa el brazo lentamente por los hombros de otro mientras los dos
apenas caminan a compás, sabemos que algo tremendo está
a punto de ocurrir, y cuando el bailaor por fin suelta el portento,
nos arrastra a todos – momentáneamente somos creyentes.
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Farruquito y Antonio Villar
La saga continua
Cada baile es una serie
de hazañas
ligadas por momentos de tensa calma
Los bailes de Farruquito carecen de la estructura a la que estamos
acostumbrados en un recital: introducción, desarrollo, final.
Más bien cada baile es una serie de hazañas, ligadas
por momentos de tensa calma, y cuando ha dicho lo que había
venido a decir, coge y se marcha. Es una manera instintiva y natural
de sentir el baile flamenco. El público, estático,
exige bis y vuelve el grupo al completo para más bulerías,
esta vez con dos jóvenes promesas de la familia. Testosterona
a go-go, ovación, y así acaba el undécimo Festival
Flamenco Caja Madrid.
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