Espectáculo: ‘¡Viva!’. Baile: Manuel Liñán. Bailarines y coreografía: Manuel Liñán, Manuel Betanzos, Jonatan Miró, Hugo López, Miguel Heredia, Víctor Martín y Daniel Ramos. Guitarra: Francisco Vinuesa. Cante: David Carpio y Antonio Campos. Violín: Víctor Guadiana. Percusión: Kike Terrón. Lugar: Auditorio Baluarte de Pamplona. Festival Flamenco On Fire. Fecha: Viernes 27 de agosto. Aforo: Lleno.
Desde su estreno en Jerez hace ahora año y medio, ¡Viva!, la personal y arriesgada propuesta de Manuel Liñán, ha recibido todo tipo de reconocimientos y premios de crítica y público y ha recorrido con éxito los grandes teatros del país en una intensa gira, ciertamente inaudita para un espectáculo jondo. Así, recalaban este viernes en el On Fire de Pamplona, un territorio a priori hostil para el baile, para alzar la bandera del flamenco queer y, sobre todo, para tratar de mostrar al público la diversidad de un género tantas veces encasillado y en torno al que pululan prejuicios como los que llevaron a mi compañera de asiento a sorprenderse cuando al abrirse el telón me preguntó incrédula si los bailarines eran travestis. O los que le hicieron cuestionarse inmediatamente si eran gitanos, porque esto entre los gitanos no está bien visto.
Evidentemente, con la obra en escena no era momento de ponerme a explicarle que seguramente su visión del flamenco -y de los gitanos- está desactualizada y que, desde luego, es fruto de la ignorancia (ya saben, la vena que le sale a una cuando se meten con lo tuyo). A cambio, hice una mueca como de no sé qué me estás contando, y seguí a lo mío hasta que, tras hacer una foto y mandar un whatsapp (con un mensaje tipo Argg!, imagino), me avisó de que abandonaba el teatro, destrozándome la hipótesis de que el mensaje de esta obra es lo de menos. Porque está claro que, pese a que el espectáculo atrapa y entusiasma por su calidad artística, su riqueza musical (variada y accesible), su ritmo enérgico, la originalidad de las coreografías, su luminosidad y el excelente equilibrio entre lo trágico-cómico, habrá quien sólo se quede en la superficie. En ver a siete hombres vestidos de mujeres.
En este sentido, ¡Viva! sigue siendo necesario para la visibilización de otras identidades, sexualidades y géneros, aunque muchos creamos que el asunto debiera estar normalizado y nos empeñemos en defender la creación de Liñán por encima de la temática que aborda.
Insisto, lo que verán sobre las tablas es una propuesta coral, dinámica, original, fervorosa y efervescente que transita por emociones, logros y fracasos comunes. ¡Viva!, además de un grito, es un canto a la amistad, al compañerismo, a la vida, con sus brindis y sus tropezones.
Aquí estos maravillosos artistas bailan y se expresan libres. Sin parodia alguna, desde la verdad. Los números se van intercalando con pulcritud y coherencia dejando que cada bailaor muestre su personalidad y se explaye en lo que domina. Así, disfrutamos del carisma y el desparpajo de Miguel Heredia bailando y cantando con soltura una inolvidable versión de la Canción del ole. Del salvajismo y la fuerza de los pies de Jonatan Miró que dominó el cuadro desafiante. De la elegancia y la sensualidad de Hugo López en una divertida pieza en la que todos tratan de buscar qué se esconde en su entrepierna. De la soltura, la frescura y el aje de un Manuel Betanzos pletórico por tangos de Triana. Del virtuosismo, la gracia, la pulcritud de los giros y los inalcanzables saltos de los bailarines de la escuela bolera, Victor Martín y Daniel Ramos. Y de la maestría, el dominio escénico, la creatividad y la versatilidad del baile de Liñán, ya sea por farruca o por tangos de Graná. También, cómo no, de la musicalidad envolvente de la guitarra de Vinuesa y el resto de músicos y de las voces poderosas y estimulantes de unos soberbios Antonio Campos y David Carpio (genial en su interpretación del Voy a perder la cabeza por tu amor por Bambino). Y de las batas de colas y mantones que llenaron el escenario por alegrías (¡Qué alegría!). Y los jaleos, de las risas, y de las lágrimas que se secaron al desnudarse.
En definitiva, a ¡Viva! podrán acudir por la curiosidad del travestismo pero que sepan que saldrán aplaudiendo una gran obra de danza flamenca que recordarán por mucho tiempo. Esto pasó ayer en Pamplona y, por eso, exclamamos ¡Viva Pamplona Viva!