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“Más allá del tiempo”. Baile:
Andrés Marín, Mercedes Ruiz, Leonor Leal. Cante:
David Lagos, Londron, Encarna Anillo. Guitarra:
Canito, Juan Requena. Contrabajo: Juanmi Guzmán.
Acordeón: Rafael Álvarez. Clarinete:
Javier Trigos. Percusión: Javier Requena.
Segunda parte. Guitarra: Tomatito.
Baile: Joselito Fernández. Cante:
Potito. Violín: Bernardo Parrilla. Bajo
y mandola: Diego Amador. Percusión:
El Bandolero.
A las siete de la tarde del duodécimo día
del Festival de Jerez acudimos a la Sala de la Compañía
para ver ‘Sonekazi’ del ballet de Mami y Hiro. La inclusión
de esta adaptación de una clásica historia japonesa
refleja el deseo de los organizadores del festival de internacionalizar
la oferta. Funcionó como buen teatro y mejor danza, si no
como flamenco.
Programa compartido en el Villamarta empezando por la compañía
de Andrés Marín. Ya me habían advertido de
la naturaleza futurista del baile del joven y “sabía”
que no me iba a gustar. Pero cuando el flamenco viene tocando a
la puerta, es tan inútil negar su presencia como llamar ‘flamenco’
a lo que no lo es. El aroma inconfundible, el sabor indefinible,
cante y toque de calidad, el compás que une todo y nos involucra
– el baile de Marín es la cara fresca del flamenco
que otros han buscado sin éxito.
Baile sin efectismo,
y un respeto
absoluto hacia el público.
La
elegante compostura que apenas oculta su extrema intensidad, extraña
y fascina. El bailaor exhibe control y dominio técnico sorprendentes,
siempre rigurosamente al servicio de una visión cerebral
y muy personal del flamenco. Es la historia del baile masculino
destilada en una serie de movimientos que reconocemos al instante
y que el bailaor eleva a otra dimensión haciendo que parezcan
novedosos. Ha sido criticado por poco espontáneo y demasiado
coreografiado, pero hoy en día es lo que se lleva, y este
hombre hace gala de hacerlo bien. Su baile sin concesiones acaba
siendo una afirmación surrealiasta en la línea de
Israel Galván, pero más accesible que éste.
No estamos castigados con un hilo argumental, el cante clásico
es empleado como aderezo y se incorporan algunos elementos incongruentes
con casi impecable gusto…”casi” porque todavía
estamos indecisos en cuanto al acordeón.
Para los que no terminaron de asimilar la estética algo
robótica de Andrés Marín, Mercedes Ruiz aportó
el toque sensual y curvilíneo que contrastó con las
formas geométricas del bailaor. Salió de rojo vivo,
el primer destello de color, y su braceo fue suficiente para seducir
al público entero.
La presentación goza de una escenografía de elegante
y original concepto, baile sin efectismo y un respeto absoluto hacia
el público, cosa que se agradece profundamente en esta época
efectista.
La cara fresca
del flamenco que
otros han buscado sin éxito.
Después del descanso, la anticipación
para ver y escuchar a Tomatito fue palpable. Es continuador si no
heredero de la universidad (la palabra “escuela” queda
corta) de Paco de Lucía a cuyo lado tocaba desde adolescente,
y goza de la misma clase de fama internacional, independientemente
del flamenco.
Presentó
un programa que prácticamente reflejaba su trayectoria, desde
un espléndido solo tradicional de alegrías sin el
apoyo de otros instrumentos, pasando por taranta enriquecida como
siempre por sus raíces levantinas y sucesivos arreglos menos
identificables hasta llegar al clásico jam jazzístico
en formato sexteto con largos solos de percusión aplaudidos
efusivamente por algunos, recibidos con indiferencia por otros de
este público diverso.
Su actuación gozó del apoyo de caras conocidas como
las del cantaor Potito, bailaor Joselito Fernández, violinista
Bernardo Parrilla o el polifacético Diego Amador.
Texto : Estela
Zatania
Programación
Teatro Villamarta
De Peña en Peña:
Trasnoches, De Peñas, Peña
de Guardia
Otros ciclos
de espectáculos (Gloria Pura,
Bordón y cuenta nueva, De la Frontera, Café Cantante,
Sólos en Compañía)
Actividades
complementarias
Área
Formativa y Talleres