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Baile: Juan Manuel Fernández ‘Farruquito’,
Antonio Fernández ‘Farruco’, Pilar Montoya ‘La
Faraona’, Juan Montoya ‘Barullo’, Antonio Moreno
‘Polito’, Adela Campallo, Keren Jacobi ‘La Hachara’.
Cante: Montse Cortés, Encarna Anillo, José
Valencia, El Canastero, Antonio Zúñiga. Guitarra:
Román Vicenti, El Perla. Artista Invitado:
Manuel Molina
Y el séptimo día descansamos. El jueves no
había más actuación que la del Villamarta,
pero la magnitud del personaje que la encabezaba hizo que la jornada
fuera la más esperada del festival.
Yendo por partes… En la rueda de prensa fue presentada la
obra Inmigración y el autor del guión, Fernando González-Caballos
explicó que es una obra dirigida a los extranjeros que sueñan
con abrirse camino en el flamenco, destacando que el mismo Miguel
Poveda, el cantaor catalán que comparte cartel con Inmigración,
es un inmigrante. El productor José Carlos Lérida
comentó el compromiso cultural y la necesidad de no caer
en la frivolidad, añadiendo que prácticamente había
trabajado “por el amor al arte”.
es el plato fuerte de Festival de Jerez. Desde que el niño
prodigio se convirtió en artista adulto y hecho, ha ido por
el mundo sorprendiendo a públicos extranjeros y nacionales
con su dinámico baile original a la vez que rigurosamente
tradicional. Manuel Molina abre la presentación relatando
en términos poéticos la saga familiar de los Farrucos
y canta un verso que años atrás cantaba la familia
Montoya: “Vamos a bailar como los gitanos, con luz y color”,
y nunca mejor dicho.
El grupo está caliente caliente. ¿Quién ha
dicho que el fandango de Huelva no es un baile gitano? Con Farruquito
y los suyos, este palo normalmente inofensivo se convierte en arma
mortal, sirviendo de presentación sin escatimar energías.
El público enloquece con la salida de los distintos miembros
de la familia y se preguntan mutuamente cuál es cuál,
jaleando y aplaudiendo con un hambre insaciable de ver bailar a
estos asombrosos jóvenes.
La obra ha crecido y madurado mucho desde su estreno en Mont-de-Marsan
el pasado junio. Manuel Molina tiene más protagonismo, las
dos bailaoras menos, y ambos cambios son positivos para el efecto
global. La farruca que toca Román Vicenti con afinación
alterada suena espléndida pero este baile de Farruquito es
quizás el punto flaco de la obra, seguramente porque depende
más de movimientos teatrales que del compás que domina
el bailaor con tanta autoridad, y un traje extravagante de terciopelo
rojo puede ser el motivo de que un comentarista londinense escribiera
que Farruquito es el equivalente español de Michael Jackson.
Esto no es ver bailar
¡Esto es alimentarse!
Nos estamos engordando con cada instante
Pero igual que pasa con todos los grandes artistas, Farruquito
nos hace cómplices, no nos cansamos de esperar sus momentos
geniales y perdonamos absolutamente todo. La calidad del baile del
hermano Farruco sigue en aumento, y mis vecinos de butaca comentan
que ha superado a Farruquito, pero no. El nivel de entereza y madurez
de éste, su presencia y su disposición a arriesgarse,
son cualidades todavía por ser alcanzadas en el hermano menor.
Comentamos entre los periodistas la dificultad de encontrar palabras
para describir lo indescriptible de este joven estrella y su familia,
mas cuando se nos acabaron los adjetivos para el caso, ya hace mucho.
Los aplausos rítmicos no se guardan para el final sino que
surgen en cualquier instante de un público culturalmente
diverso y totalmente embelesado.
la siguiriya, un detalle sobrecogedor que levanta el vello colectivo
e incluso inspira alguna lágrima. Una persona corpulenta,
posiblemente La Faraona vestida de traje, con sombrero que le tapa
la cara, pañuelo al cuello y vara en mano, cruza despacio
el fondo del escenario mientras que Farruquito y los demás
derrochan energía bailaora. ¡Farruco el viejo! Se detiene
por un breve instante y sigue su camino. Lo que pudo haber resultado
una absurda artimaña, da el toque perfecto y reitera el mensaje
de la obra: la continuidad.
Esto no es ver bailar ¡Esto es alimentarse! Nos estamos engordando
con cada instante, pero como pasa con cualquier droga potente, en
lugar de saciarnos, queremos más y más. Manuel Molina
pone el colofón, sigue el fin de fiesta, sale el más
pequeño a bailar, Joselito Valencia canta pa’ reventar,
nos falta aliento y no queremos que acabe nunca.
Volviendo al aburrido mundo sin compás que me esperaba a
la salida del teatro, me pregunto: si el flamenco más tradicional,
sin cajón ni dumbek ni desnudos ni coros ni extravagancias
de ninguna clase es capaz de alcanzar estas cotas ¿porqué
no somos más exigentes? ¿Porqué nos conformamos
con lo bonito sin más, cuando este arte, que es más
grande que cualquier artista que lo practica, lleva esta increíble,
inagotable dinámica intrínseca y perfecta?
Texto : Estela
Zatania
Programación
Teatro Villamarta
De Peña en Peña:
Trasnoches, De Peñas, Peña
de Guardia
Otros ciclos
de espectáculos (Gloria Pura,
Bordón y cuenta nueva, De la Frontera, Café Cantante,
Sólos en Compañía)
Actividades
complementarias
Área
Formativa y Talleres