Vicente
Soto, Joaquín Grilo
Viernes, 3 de noviembre, 2006. 2100h. Teatro Villamarta, Jerez
de la Frontera
Texto: Estela Zatania
fotos: Rafael Manjavacas
Vicente Soto
Un cantaor. Un bailaor. Jerezanos ambos. Mételos
en el jerezano Teatro Villamarta en un recital compartido
y que corra el arte. El Festival de Jerez, la Bienal de Sevilla,
los grandes acontecimientos, todo eso está muy bien
y tiene que existir. Pero un traguito de flamenco al natural,
desprovisto de guión, escenografía – y
de presupuesto – se agradece sobremanera.
Así se presentó Vicente Soto, el santiaguero
madrileño, en medio del escenario para abrir con martinete
y debla. Moraíto es recibido con aplausos, Vicente
da las buenas noches, habla de sentirse a gusto en su tierra
y hay una humildad que no había notado, o que quizás
no estuvo presente las veces que lo he visto cantar en Madrid.
Jerez se impone, y también el Villamarta, incluso con
sólo poco más de medio aforo como fue el caso
la noche de viernes.
Anuncia
que va a cantar “soleá por bulería”,
absteniéndose de decir “bulería pa’
escuchar”, porque este viajero ha aprendido que fuera
de Jerez no se entiende la expresión. Interpreta una
digna selección de estos cantes tan desarrollados por
su familia, terminando con la mini obra de arte que hizo su
padre, Manuel Soto “Sordera” del cante del Gloria,
“Porque Dios te va a mandar un castigo”. Por siguiriya,
empujó los tonos en su justa medida, ese brillante
efecto que dominan los jerezanos de cierta edad y que los
nuevos no aprecian, optando por la afinación perfecta
que tan estéril puede resultar. Un surtido de estilos
jerezanos terminando con el de Juanichi en versión
también jerezana (fuera de Jerez se canta de manera
‘cabalizada’), dio fe de las facultades y conocimientos
del vástago de los Sordera.
Hermano, primos e hijo aparecen para respaldar los tangos
con el verso popularizado por Terremoto, “Sentaíto
en la escalera”, empleado como coro. Las bulerías
saben más genéricas que jerezanas y Moraíto
toca una falseta sabrosita en tono menor para adornar un popurrí
de cuplé de Vicente que canta el primer villancico
de la temporada, y con la pataíta del Bo, hermano de
Vicente, acaba la primera parte.
Una actuación bien currada
y cuidada en todos los sentidos
Grupo de Joaquín Grilo.
Guitarra: José Manuel León.
Cante: Carmen Grilo, José Valencia. Violín:
Alexis Lefèvre. Percusión: Paquito González.
Coreografía: Joaquín Grilo.
No
es un hecho fortuito que Joaquín Grilo esté
en la cima de su profesión. Siempre viene con cosas
nuevas, ves su personalidad desarrollándose en cada
actuación y tiene un extraordinario sentido coreográfico.
Si en la Fiesta de la Bulería fue una actuación
hiperactiva (hay que hacer algo para que te presten atención
en las gradas) o en la Bienal estuvo sujeto a un guión
de dudoso interés, el viernes ha bailado “normal”.
Con movimientos felinos estilo tai-chi empezó por soleá
animado por la voz potente de José Valencia que acaba
de recibir un premio Demófilo por su brillante actuación
en la Bienal. El bailaor repasa el repertorio de movimientos
a lo Canales – la postura de muñequito de trapo,
las manos de goma, los sutiles toques de humor… Como
todos los jóvenes, Grilo hace mucho zapateado, y ahora
con los escenarios súper amplificados, las combinaciones
son más complejas y rebuscadas que nunca.
Carmen Grilo nos pone nerviosos a todos con el extremo efectismo
de su voz aplicada a varios cantes mineros con terminación
abandolá. Vuelve su hermano Joaquín por alegrías
y tiene unos detalles brillantes extractados y destilados
de su obra “A solas”. El haber hecho el papel
de anciano en aquella obra le ha inspirado unas posturas sorprendentemente
eficaces. Saca máximo provecho de los movimientos de
cabeza y manos y en general, es una actuación bien
currada y cuidada en todos los sentidos, luces, percusión
y violín incluidos, y el público expresa su
gratitud exigiendo tres o cuatro bises bien merecidos.