Resumen: VERANOS DEL CORRAL4ª semana: Canela de San Roque, Jesús Aguilera, Cancanillas, Ramón Martinez, Alfredo Lagos, Ana Calí, Manuel Liñan
VERANOS DEL CORRAL 4ª semana
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Texto y fotos: Antonio Conde No hay nada que dé más satisfacción que las cosas salgan bien. Y así ha debido de suceder en esta última semana de veladas de Los veranos del Corral en Granada. Una última semana cargada de actividades y recitales que han dejado muy grato sabor de boca. Para el cierre de este año, los cursos de baile han sido guiados por la batuta de Manolete. Una leyenda viva del flamenco sacromontano que nunca ha abandonado sus raices y es fiel a un estilo que queda en la retina. Sólo con pensar en la farruca o en las alegrias de este artista que tantos años ha estado paseando por los escenarios nos hacemos una idea de como ha ido la semana en el Carmen de las Cuevas, lugar donde se han impartido el curso de baile. La primera noche del ciclo acaparó la atención de buenos aficionados que no quisieron perderse el cante de Canela de San Roque, y el baile de Jesús Aguilera. Con el aforo casi lleno, el miércoles Cancanillas de Marbella se despachó a su manera. Se acompañó de Chaparro al toque, y de Salaito. Algo innecesario, el que necesite dos guitarras cuando se trata de un recital de cante y más cuando el peso de la faena recayó casi por completo en Chaparro. Soleá por bulerías a dos guitarras, repito innecesarias, tientos-tangos, seguiriyas y bulerias. Suficientes cantes para demostrar que su cante está bien dicho. Muy medido y con personalidad dejó patente esta noche que amén de su cante el baile le corre por dentro y dejó muestra de ello en unas pataitas que arrancaron las palmas del respetable. Para la segunda parte, el baile de Ramón Martinez, enérgico estridente. Con abandolaos abrió su muestra. Un comienzo poco concreto en su figura, en la que no acaba de aparecer un argumento sólido que deje constancia de lo que es capaz de hacer. El cante por un lado de José Carmona, en soleá por bulerías, acompañado por Juan Requena, y la voz explosiva de José Valencia por malagueñas levantaron la quietud del público. Un martinete da paso a la seguiriya de Martinez. Esta vez si apareció la fuerza necesaria para que este baile me agradara.
Quizás el continuo abuso de esquemas y estructuras en las que los pies mandan por encima de la figura deslucieron del todo su baile. Donde se creció fue por alegrías. Un silencio elegante y una escobilla provocadora fueron suficientes para dar empaque y solidez a su baile con lo que consiguió dejar buen sabor de boca en el público. La vanguardia del toque jerezano se reservó para el inicio del trasnoche del jueves. Alfredo Lagos no necesita presentación. Su nombre es identidad de toque en armonías y andanzas por el diapasón que delatan un conocimiento profundo de la guitarra. Comenzó con rondeña ,con la sexta disminuida, (seguramente en RE), en los que el recuerdo a Montoya estuvo presente. Prosiguió con alegrías, fandangos de Huelva muy bien definidos, con ritmos vertiginosos y ejecuciones muy limpias. Unos tangos cercanos a la rumba hicieron que la percusión de Carrasco sobresaliera con gran gusto lo que lo convierte en percusionista que deja hablar y respirar a la guitarra. Y de la tierra del compás vino y la formó por bulerías rápidas, como se tocaban antaño, y con una pulsación envidiable.
En la segunda parte, el escenario tembló cuando apareció Ana Calí. Es una de esas bailaoras que arramblan con la mirada todo lo que mira, válgame la redundancia. Acompañada al cante por Juan Ángel Tirado y Antonio Campos, y las guitarras de Alfredo Mesa y Rubén Campos, aderezó el escenario rápidamente con taranto. Su baile es potente, abierto y en ocasiones roneante. En una palabra, destila flamencura. El cante por martinetes de Campos y por debla de Tirado vuelve a dejar paso a Calí por seguiriyas. Muy cortas pero buenas en la intención. Misticismo en su cara, que me recuerda no pocas veces a la siempre genial Carmen Amaya. Tangos para el cante que da tiempo al cambio de vestuario de Ana que se introduce en el baile por alegrias.Vuelta al recuerdo de Carmen Amaya. Pero esta vez en una muestra de baile mas jovial, con protagonismo de sus pies por encima de todo.
La despedida del ciclo veraniego prometía ser entretenida y más que eso fué flamenca. El pistoletazo final guardó en la recámara el baile de uno de los valores en alza del baile granaino. Manuel Liñan. A solas. Él y su baile. ¿Para que más? De nuevo el omnipresente Antonio Campos en el escenario, con José Anillo que se destaparon con malagueñas con el toque de Antonia Jimenez y Arcadio Marín. Fue aparecer en el escenario y el público se rindió a sus pies. ¡Señores, espérense a que baile!. Mucha predisposición del público a alabar su baile. Comenzó con taranto que rápidamente distendió en tangos. Una baile de precisión, que delata las horas de estudio, y de eso se trataba; de abandonarse al placer de bailar y dejarse llevar. Merecidas ovaciones toreras para el cuadro y para su matador. Si la semana pasada sorprendió desde una de las balconadas del corral con un cante entre el martinete y la saeta, eligió para esta noche fragmentos del romance de Bernardo el Carpio. Un cantaor más que largo que acapara la atención de los aficionados y como dije antes se hace omnipresente en los espectáculos que se han dejado ver por el corral. Del otro lado, José Anillo se quejó por carceleras. La sorpresa vino con el baile por tanguillos. Con sombrero cordobés, un baile de lo más gracioso y juguetón hizo las delicias del público que volvió a hacer temblar los puntales de la corrala. Momento de transición en el toque de Arcadio embutido en la pieza Cuentas de marfil. Y Manuel Liñan cierra por soleá. Es el suyo un baile compacto, con movimientos insinuantes a la par que masculinos. Es capaz de pasar de la sobriedad más extrema a la frescura más radiante pasando sin darnos cuenta por el intimismo baile que genera su cuerpo. Mas información:
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