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Texto y fotos: Antonio Conde. Que se utilicen emplazamientos cada vez más auténticos donde celebrar ciclos de flamenco no es una novedad; castillos, plazas emblemáticas de distintas localidades, teatros romanos etc… Pero si les comunican que se celebra en un almacén de mercancías y antiguas estancias de mercaderes, la cosa cambia. Con usos tan dispares, El Corral del Carbón, situada en la calle de Mariana Pineda, este antiguo corral de comedias, casa de vecinos, hospedaje de carboneros de la época etc… se convierte en espacio flamenco durante el verano. La X Muestra Andaluza de Flamenco no pudo elegir mejor la bienvenida al calor estival de las noches granadinas. Sevilla y Granada dieron con el arte y la esencia de cada uno de los momentos de la primera velada.
Apertura de gala para el sevillano Juan José Amador, miembro de una larga saga de artistas flamencos. Cantaor joven, quiere abrirse un hueco en el territorio flamenco. Con Juan Requena de escudero guitarrístico y palmas de los Amador, se arrancó con malagueñas y abandolaos con desaprobada percusión de Luis Amador. Tanda de soleares, seguiriyas con las que se encontró en algunos lances de la noche, y bulerías fueron el argumento de Juan José. A pesar de un público algo frío, Amador no pudo transmitir su sentir a éste, si bien lo intentó, por desgracia sin éxito. Pequeño paréntesis en unos tangos de aires caracoleros para Triana Heredia; con muchas ganas de agradar pero nerviosa y poco expresiva. Y no fueron las sillas del patio las que calentaron al público, en su mayoría extranjero, sino una crecida bailaora, Patricia Guerrero que demostró por derecho qué agua discurre por los buenos manantiales. Salió nerviosa en las alegrías, pero solo necesitó una brisa de aire para posarse y descubrir sus armas de mujer. Baile elegante, en ocasiones juguetón, con vaivenes salerosos, y miradas burlescas al público. Se los metió en el bolsillo en cuanto se le aplacaron los nervios y de ahí hasta el final, un sin fin de alardes de profesionalidad. Con interludios de cante entre bailes, Antonio Campos y Miguel Lavi sonaron a rancio, a solera de reserva. Las guitarras de Luis Mariano y David Carmona canturrearon sin más deleites que los de complementar las escenas. Un recuerdo a Carmen Amaya en la varonil figura de Guerrero por seguiriyas, con pantalón y taleguilla, aunque su baile discurre por otros senderos del de ésta, no deja indiferente a nadie. Tangos de la cuna que la vió dar sus primeros pasos, para conseguir la admiración merecida de todos cuantos estuvimos allí. Si esto pasó el martes, la calurosa noche del miércoles estuvo reservada para David Pérez, otro joven sevillano, con ganas de comerse el mundo. Serio, y muy metido en su papel nos recordó a Manolete en la farruca, quizás demasiado, muy medido y metódico, aunque resolvió a gusto del público, que valoró en su justa media el comienzo. Miguel ortega y Juán Ángel Carmona sentaron cátedra con sus voces, y qué cátedra, mientras que la guitarra de Mariano Campallo no sobresalió más allá del acompañamiento. Levantica y cantes mineros, y soleá fueron motivos suficientes para abordar la noche y que se entregara con elegancia y capacidad de transmisión Para la tercera cita semanal del ciclo del Corral de Carbón, doble motivo de acudir a la cita: cante y baile. Por un lado El jerezanismo hecho bandera de Melchora Ortega, y de otro El baile de María José León. Bandera azul y blanca, que son los colores del oloroso y de los caballos andaluces, levantó hasta lo más alto del mástil que la sustenta. Y si además te rodeas de un ejército con medallas en la solapa, ya está casi todo dicho. La guitarra de Juani de la Isla es tan personal que se reconoce con pocas notas, los remates, las simples armonías que ejecuta son suficientes ejemplos. Respaldada por las manos de David Lagos, Carlos Grilo y El Macano, Melchora sale a la plaza por martinetes. Público frío desde el comienzo que poco abrigo necesitó, pues ya con los tangos se entró en calor. Seguiriyas con emoción, fandangos y bulerías. Jerez se vivió y se sintió, o al menos una porción de lo que representa la ciudad. El baile de María José León cerró la semana veraniega granadina. Con Manolo Caracol como declarante pasivo de recuerdos, sus letras y coplas estuvieron recorriendo los tímpanos de los visitantes. Zambras con flashes rumberos, como comienzo, al menos extraño para mí, y baile con mantón y bata de cola, apropiado para esta imagen. A pesar de no faltar a la justicia bailaora, el baile de María José no traspasó la barrera que separa el escenario del público, que no supo valorar lo que allí se daba. Baile algo medido, academicista, teniendo en cuenta que León tiene tablas para dar mucho más. Y aunque le faltó poder de transmisión no cabe duda que hizo alarde de entrega y conocimiento. Programación del Corral del Carbón 2008 |